Crónica de un malentendido. El llamativo intento de levantar las banderas de una causa justa usando el mástil provisto por un negocio macabro. Uno que lucra con la forma de desmemoria más peligrosa: la que nos propone recordar a los mártires por medio de las lápidas que los mismos verdugos preparan.

Por Jeque Blanco para Noticias La Insuperable
“Sólo somos jóvenes cuando estamos en la víspera de una batalla.”
-Arturo Pérez Reverte
Dedicado a José Pablo Feinmann,
Que amó a Oesterheld.
Creo que fue Rodolfo Braceli el que, en una serie de entrevistas, preguntó a Borges y a Bioy cuál pensaban ellos que era la principal característica de nuestro tiempo. “La ingenuidad”, respondieron ambos. “Sólo personas cándidas pueden aceptar que el mismo individuo que nos quiere vender algo sea el que nos anuncia también sus beneficios. La escena que se repite es más o menos esta: una persona habla muy bien de una cosa, detalla sus múltiples cualidades y se prodiga en elogios… para luego pasar a decirnos que la vende por un muy buen precio. Esa es la lógica de la publicidad, uno de los males de nuestro siglo. Y sólo alguien muy ingenuo puede comprar bajo esta premisa sin sospechar del mecanismo.”

Este recuerdo surgió de forma espontánea en mi mente -no cuando vi (con un esfuerzo que iba “in crescendo”) todos los capítulos de la serie presentada como “El Eternauta” en la plataforma Netflix, cosa que puede gustar más o menos a un espectador, algo que es al fin y al cabo una cuestión de gustos- sino cuando tomé nota (también con una inquietud creciente) de la cantidad de personas referentes de nuestra cultura, con una trayectoria ética e inteligencia indudables, ponderar a esta, la versión masificada del personaje creado por Héctor Germán Oesterheld como el símbolo necesario, algo a lo que aferrarse -ahora sí definitivamente-, para continuar luchando por una concepción solidaria de la vida.
Ni hablar de los más jóvenes o los incautos, aquellos que están rendidos de antemano ante el poder de la imagen –esa forma de mundo feliz que se adueñó de todo- muy bien analizado por Sartori en su “Homo Videns”, y que ahora además no pueden quedar afuera de los límites que se constituyen a partir de los medios de comunicación tradicionales, Youtube y las demás redes sociales con su imperativo categórico: “¿Todavía no lo viste?”. Un gran hermano virtual que dicta la moda de turno: hay que hacer lo que todos hacen y hablar de lo que todos hablan, incluso si no está claro que de verdad sepamos algo sobre ello, incluso si no nos interesa preparamos a través del esfuerzo de la lectura y la reflexión serena, o por lo menos escuchando a los que sí hacen esto…
La consigna cuesta abajo, la inercia de la publicidad, sigue siendo esta: hay que hablar igual, hay que expresar algo, ¡y rápido! Y si, de paso, sirve para hacer propaganda de nosotros mismos mediante aquello que decimos recomendar, mejor.
Por eso hace un mes nadie sabía quién era Oesterheld, pocos conocían del Eternauta, pero ahora son todos especialistas.

Esta forma de ignorancia esencial y voluntaria se ha expresado de diversas maneras. Hoy tenemos una proliferación abrumadora de notas y análisis (sea en forma de texto o video) que circulan en todas las direcciones imaginables dando cuenta del carácter “beneficios- aloe vera” de la serie de Netflix, sus múltiples aplicaciones en los títulos o el tratamiento de temas tan diversos que van desde “El Eternauta, ¿la mejor serie del mundo?”, “El Eternauta como celebración del feminismo” o “El Eternauta reivindica al conurbano”, hasta el análisis del vínculo del Eternauta con las relaciones sentimentales de Yuyito González, la carrera de Colapinto o incluso el inusitado anuncio: “Boca Juniors es el Eternauta” (!).
Hablo de ignorancia porque, evidentemente, pocos han leído –o recuerdan- la historieta original de Oesterheld, tanto la primera tira a fines de los ’50, su breve renacer a fines de los ’60 o su última versión a mediados de los ’70. Tampoco se han tomado la molestia de visitar alguna de las 400 páginas que constituyen “Los Oesterheld”, uno de los intentos más serios que se conocen por reconstruir la historia del autor y su familia, un libro extraordinario cuya elaboración implicó años de entrevistas e investigación para Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, sus autoras. Casi nadie ha leído estas cosas. Me corrijo: casi nadie lee nada.
Ciegos guían a otros ciegos, decía un profeta antiguo que nunca pudo mandar un wasap. Y tuertos bienintencionados también, podemos agregar nosotros ahora.
Por ejemplo (y este es sólo un caso ilustrativo de los tantos que se ven en todas las veredas de este pueblo, a ambos lados de la avenida principal que lo divide), una importante representante de la nueva militancia que se asoma–y, por otro lado, una joven encantadora y valiente que cae muy bien- tenía a su cargo, en un canal popular de Youtube, una columna titulada “El efecto dominó de la cultura argentina”. Al iniciar, no tuvo reparos en admitir entre risas que ella no era “doña libros”, y que sólo ha leído un título en su vida (y no, no era el de Oesterheld). Para tranquilizarla, el conductor del programa le aclaró que no estaba mal eludir “el esnobismo de pedir que alguien haya leído la historieta de Oesterheld antes de tratar el tema.” Entonces sí, de forma muy entusiasta y llena de verborragia, se explayó durante 40 largos minutos hablando sobre el significado del Eternauta para todos nosotros. Seguramente todo fue una broma: quiero pensar que ambos –repito, gente querible- se preparan para ejercer sus roles más y mejor de lo que admiten. Pero el mensaje para la audiencia –repleta de chicos- es, al menos, confuso y contradictorio.

Parece que ni siquiera se ha tomado mucho en cuenta la excelente “Germán, últimas viñetas”, una serie hecha aquí (de verdad hecha aquí) en 2013 con recursos modestos, pero que honra a Oesterheld de forma sensible, desplegando verdadera perspicacia y recursos oníricos que son dignos del artista a quien se busca retratar. Sostenida en las grandes actuaciones de Miguel Ángel Solá y Claudio Rissi, acompañados por un elenco homogéneo y, sobre todo, guiados por un libreto agudo de Luciano Saracino logra presentar, desde el cariño y el respeto, una semblanza profunda de la compleja vida y obra del hombre que murió varias veces antes de morir. Fue dirigida por Cristian Bernard, Flavio Nardini y Federico Sosa.

Y hablo de ignorancia voluntaria porque, si los guionistas de esta nueva versión en formato mega comercial (nos dicen que son dos: Bruno Stagnaro y Ariel Staltari) leyeron o vieron algo de todo lo anterior, se aseguraron de que eso quede en el olvido, el sótano de la memoria.
Claro, se habla de una “apropiación” -para distinguirla (o protegerla) de una simple “adaptación”-. Se dice que esto es algo nuevo. Bueno, en ese caso surgen dos cosas: si se trata de una invención, interesante hubiera sido haber inventado algo realmente nuevo, siquiera el título. Y, por otra parte, no estaría mal tener a mano a ese poeta que fue verdaderamente revolucionario cuando dijo: “Los hombres inventan nuevos ideales porque no se atreven con los viejos. Miran hacia adelante con entusiasmo porque no se atreven a mirar hacia atrás.”
Antes que el lector pase de la sorpresa al escándalo, o peor aún, a la indignación por estas apreciaciones a contramano del canon de lo políticamente correcto en estas horas, le pido el favor de considerar con paciencia al menos tres detalles reveladores -sólo tres, como una muestra- de esta “adaptación” en sí, y luego también algunas declaraciones sorprendentes hechas por los mismos realizadores.
La astucia de la razón
Primero: a Oesterheld lo quitan de entrada. En la historia original Juan Salvo viaja en el tiempo para contarle al mismísimo autor su odisea personal. Es un recurso narrativo inédito para la época que tiene, además, un sentido adicional que enmarca todo lo que sigue: la declaración de que la historia es romántica en el sentido clásico del término, la obra está ligada al autor de forma intrínseca. Acá no. Oesterheld no está. Y su obra, en consecuencia, tampoco.

Segundo. Como si la mutilación anterior no fuera suficiente luego observamos desde el comienzo a un personaje nuevo, llamado Omar, entre los protagonistas. No aporta gran cosa a la trama, pero uno de los guionistas que lo ha creado no se pone colorado al también tomar el rol de actuarlo frente a cámaras. ¿Seré el único al que le llama la atención esto?
Tercer asunto: el punto de partida de la historia es la casa del propio Salvo, donde está junto a su familia y amigos jugando al truco al momento de la nevada inicial. En la serie no. Está de visita en otra casa. Y esto no es sólo un detalle para estudiosos, una mera curiosidad. No es lo mismo estar en su propio lugar, con sus seres queridos protegidos y sin obligación de arriesgarse a salir y, de todos modos, hacerlo por su inquietud comunitaria, que estar de paso, alejado de su familia y casi obligado a tomar riesgos si es que quiere saber de ellos.
Señala Elsa Sánchez de Oesterheld, su viuda -en el citado libro de Beltrami y Nicolini- que “El Eternauta” fue la primera historieta con tintes claramente autobiográficos del autor –tanto que fue la única que anticipó el horror inexpresable que asolaría a todo un país y, sobre todo, a su propia familia-, y que los cambios en su contenido del ’69 y por último en el ’75 reflejan los cambios en el pensamiento del propio Germán, haciéndose cada vez más explícita su ideología política. Es cierto, en el ‘57 todavía no era peronista- quizás nunca lo fue- pero algo del clima de época -sumado a su personalidad fuera de lo común- lo llevó a expresar su necesidad de escapar del confort de una familia aburguesada, “salir de su casa”, para vivir por una causa que fuera mayor que ellos mismos.
Y luego, varias páginas más adelante, se cita la voz del mismo Germán, cercano ya al final y confesando a una joven compañera de lucha: “Yo escribí sobre esa familia de clase media que a la noche se juntaba a jugar a las cartas y que de repente encuentra una causa mayor por la cual salir a luchar. Y a mí y a mis hijas nos pasó eso mismo… Entonces a veces me pregunto quién fue primero, si ellas con su militancia o yo con algunas ideas que ya estaban ahí…”
En vista de los anterior, causan perplejidad las declaraciones de Stagnaro a Página 12: “[En la historieta original, Juan Salvo] es un pesimista acérrimo. El tipo está todo el tiempo preanunciando los desastres que nos esperan y con una actitud muy desconfiada hacia el otro […] En un primer momento, la actitud es de mucha desconfianza hacia el afuera y Favalli presagiando una y otra vez que en breve esto va a ser la ley de la selva, que no podemos confiar en nadie.” “¿Por qué entonces nos queda una imagen afable de la historieta?”, pregunta el cronista. Responde: “Siento que hay una enorme construcción respecto de El Eternauta, sentidos que se agregaron después, y hay un conflicto enorme entre una cosa y la otra […] Entre lo que la gente cree que El Eternauta es, lo que El Eternauta es, lo que Oesterheld hizo, lo que Oesterheld dijo después que hizo, ¡es una ensalada! Tratamos de ser honestos con lo que vemos cuando lo leemos [y una cosa que vimos es] que los personajes son absolutamente paranoicos.” (Las negritas con mías).
Staltari, a su lado, asentía, hablaba de “la búsqueda después de que arranca la historia […], el conflicto estallado […], el proceso riquísimo en cuanto al pensamiento interno, orgánico […], el tránsito […], la búsqueda interna de cada actor…”, y cosas así, muy precupado por explicar, luego, los méritos de administrar la ausencia de los cascarudos en el relato. Mmm… parafraseando a Chesterton: “un niño lleva en su cabeza la definición correcta y completa de la función y naturaleza del arte, con el añadido de que es completamente incapaz de decir, siquiera a sí mismo, una sola palabra sobre el asunto. Ojalá muchos [guionistas y actores] tuvieran la misma limitación.”
En otra ocasión, entrevistado por Los Angeles Times, el director dijo que él no quería que Oesterheld le dijera en qué creer. Y por ello tomaron como referencia al primer Eternauta, el que –según su propio punto de vista- no estaba politizado. “No hay bajada de línea” que incomode al espectador, tranquilizó el director al periodista, “pero eso sí, hay mucha nieve en la ciudad, mucha nieve… ¡y no sabe usted lo que nos constó lograrlo! ¿Eh?”, agregó orgulloso del alarde técnico.
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Lateralidad

Refiriéndose a la zarzuela “Las majas del bergantín” Les Luthiers explica, en la introducción y con su tono característico, cuáles son las dificultades de adaptar una obra, ya que esta en particular “[…] narra la historia de los marinos de un navío de la corona española que transporta a un grupo de prisioneras para ser juzgadas en Cádiz. Describe la relación de los marinos con las forajidas, mientras el bergantín es asediado por el barco del pirata Raúl a cuya banda pertenecen las prisioneras.” Y entonces agregan jocosos: “Esta zarzuela está basada en una novela, «Lejanías» de Jorge Esteban Pérez Ríos, y la adaptación no fue fácil, ya que la novela original trata de un leñador que vivía con su loro en los bosques de Bulgaria… no fue fácil: el único personaje que ha permanecido es el loro.” Y todos reímos con ganas.
“El que lee, trate de entender” (Mateo 24:15, RV 1960) dijo el profeta de Nazaret al anunciar los últimos días. Ojalá podamos con esto también.
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La crítica de las armas
La muerte no sólo nos puede llegar en forma de nieve. También puede soplar como los vientos fuertes y cálidos que parecen favorables, pero esconden el efecto Foehn, aquel que puede conducir incluso a la locura.

Algunas voces autorizadas ya han dicho algo al respecto, siquiera de forma tímida. Juan Sasturain, por ejemplo, al ser consultado en entrevista para el canal Fondo de Cultura Económica de México dijo sobre la tan mentada serie: “Está técnicamente a la altura, pero sobre el contenido se puede discutir largamente. Ojalá se haga”. Guillermo Saccomanno –quien le hizo a Oesterheld la última entrevista en vida, junto con Carlos Trillo- mano a mano con Osvaldo Quiroga en su programa “El refugio” señaló sutilmente la falta de densidad ontológica y política de la serie: “Es ingenuo pensar que, como todavía Germán no militaba activamente, El Eternauta de fines de los ’50 no es político, que es sólo una historia de aventuras con un mensaje general sobre lo bueno que resulta ser solidario. No había forma de no ser político entonces. Venían del bombardeo de la Plaza de Mayo en el ’55. Ocurrieron fusilamientos y proscripciones después. No es casual ni gratuita la metáfora de la nieve.” Y luego agregó: “De todos modos, prefiero no hablar de serie televisiva. Tengo mis razones. Y, si me preguntan, me quedo con la historieta. En la serie se presenta un Eternauta, en la original está el Eternauta.”
Incluso lectores atentos, de esos amigos que andan participando en foros abiertos y que aportan su lucidez pese al contexto de encono y prejuicio que impera -pero animándose igual- han dicho lo suyo. Uno llamado Lisandro escribió: “El argentino Oesterheld y sus cuatro hijas argentinas fueron vilmente asesinados por argentinos. Y argentinos completamos la tarea de despedazar su obra. Queda el consuelo de que algunos familiares obtendrán provecho económico de los restos de ella, que puedan trabajosamente extraerse de esta «modernosa» adaptación. Lo que rescato de esta iniciativa es que volvió a la realidad la inmensa tragedia de una familia cruelmente sacrificada en el altar del odio argentino […] Guardaré, ahora más celosamente que nunca, la 4ta edición (2010) de El Eternauta, deNorma Editorial, Barcelona, impresa en China, uno de cuyos últimos ejemplares pude conseguir en Madrid hace doce años. Quiero conservar su verdadera historia […] Por las dudas, guardaré de paso un ejemplar auténtico del Martín Fierro. Temo que cuando lo «adapten» aparezca montado en una moto desvencijada saltando acrobáticamente los alambrados de las pampas infinitas y diciéndole a Cruz: “¿todo bien, man?”
Escritos imprudentes
Entre quienes siempre recordaron a Germán en este país de olvidadizos, ingratos y acomplejados estuvo el querido José Pablo Feinmann. No sólo escribió cada vez que pudo acerca de su historia, sino que dictó cursos pioneros como “Literatura y compromiso político” (2012), donde analizó y puso a la par a Borges junto a Walsh y Oesterheld –para horror de los “académicos” que no podían entender qué hacía un simple historietista allí convocado-. Señaló entonces: “La gran originalidad del curso es que por primera vez Oesterheld está ubicado en la línea de los grandes escritores argentinos. Me pone muy contento hacerle justicia a Oesterheld, porque era un inventor de historias maravillosas. Oesterheld fue decisivo no sólo en mi formación, sino en la de (Roberto) Fontanarrosa, (Juan) Sasturain y (Guillermo) Saccomanno. Voy a tomar el concepto de “literatura dibujada” de Oscar Massota para plantear que la historieta es literatura dibujada, pese a que siempre se la llama historieta –como una versión degradada de la historia–, cómic o tiras cómicas. Textos como El Eternauta II son una visión hecha desde la clandestinidad de Oesterheld. Juan Salvo es muy similar a cualquier dirigente montonero. Cuando tiene que tomar una decisión extrema como salvar a una población o salvar a su mujer y a su hija, salva a la población. Y permite que maten a su mujer y a su hija. Este desgarramiento total por la militancia está muy presente. El dibujante (Francisco) Solano López ya no sabe cómo dibujarlo porque es tanto lo que Oesterheld pone en el texto; habla de los “ojos abismo” y dice una frase clave, teniendo en cuenta que la historieta empezó a salir a fines del ’76: “Esto es mucho peor de lo que imaginábamos…”
Se nos fue no hace tanto José Pablo… triste, solitario y final. Maltratado con su temporada potrera de “Filosofía aquí y ahora” para el Canal Encuentro, que estaba lista y nunca salió. Su visita a la TV Pública, ya muy afectado en su salud, junto a Horacio González para una charla compartida en “Otra trama” fue conmovedora. La última nota que nos dejó se titulaba “¿Qué viene después de Weimar?” (14/11/21), y su contenido fue premonitorio. Muchos ya ni se acuerdan. Tendremos que esperar hasta que Netflix haga algo al respecto, ¿no?

Últimos días de la víctima
Héctor Germán Oesterheld amaba la juventud. La juventud en las personas y también como condición necesaria para afrontar la vida. Siempre buscó batallas que lo obligaran a renovarse, a buscar nuevos desafíos, a seguir siendo joven.
Como la mayoría de los jóvenes, fue un optimista que quiso luchar contra la realidad a través de las armas de la fantasía. Mucho antes del mayo francés y su reclamo de “la imaginación al poder”, él ya ejercitaba sus pases de magia a través de las historietas ninguneadas por los intelectuales (“que ellos se queden con la historia, nosotros nos tenemos que quedar con esto, la historieta, que será para los futuros historiadores la verdadera historia”). Decía que en este campo se delataba la verdadera condición de cada uno. “Una mente de cartón sólo puede crear mundos de cartón. Una mente seria puede concebir mundos serios”.
Escribió para los jóvenes. Lo hizo deliberadamente en un formato que desorientó a los viejos de espíritu, a los herrumbrados, pero que podía estar a la altura de las más profundas concepciones del alma humana. Y al alcance de los más sencillos.
Fue un verdadero creador. Cierta vez, amigos de sus hijas lo abordaron en su casa para confirmar si era verdad o no -dado el contenido de tantas de sus historias- que había estado en la segunda guerra mundial. “No chicos… no es necesario eso para escribir… Por favor, miren aquí –y les señaló con su mano izquierda la amplia biblioteca que disponía-, de estos libros sale todo. Lean, chicos, lean…”
Y no era ningún ingenuo. Cuando los buenos muchachos del norte notaron el impacto de su obra acá –sobre todo después de la historia que escribió acerca del Che Guevara en el ’68- lo invitaron desde la embajada de EEUU a mudarse un año entero para allá con todo bien pago. Querían que haga lo mismo con las figuras de Kennedy, Lincoln, etc. No aceptó el soborno de las 30 monedas. Y entonces, como no pudieron comprarlo, tuvieron que perseguirlo, torturarlo y matarlo.
La valentía que mostró cuando ese destino fatal tocó a su puerta aún incomoda a muchos, perturba la conciencia de quienes, en nombre de la paz, siguen dispuestos a sacrificar algo más importante que ella: la dignidad humana.

Le preguntaron en estos días, luego del estreno, a Graciela Iturraspe -de las últimas en militar junto a él desde la clandestinidad- cómo creía ella que se sentiría Germán al ver el panorama actual, nuestra realidad: “Estaría muy triste”, respondió.
Comparto esta tristeza, sepan disculpar. Quienes conocen de verdad su obra saben que en sus historias morían alemanes e italianos, pero también ingleses y franceses. Podían sucumbir tanto japoneses como estadounidenses. El Mal no era el otro. El Mal era la guerra en sí. Hoy hemos olvidado eso por acá. Todos corren para “apropiarse” de todo. Los unos y los otros gritan, no para hacerse escuchar, sino para no permitirse escuchar al otro. Y el que habla no lo hace con lucidez, así como el que oye no lo hace sin distorsión. “Difícil ponerse de acuerdo”, cantó Charly.
Y que me disculpen también (y muy especialmente) los que están tan necesitados de esperanza, los que se sienten tan solos y desamparados, que tienen que aferrase a una serie con formato estandarizado -concebida principalmente como un negocio, que traiciona al autor y el espíritu de su trabajo -para mantener viva su ilusión de un mundo mejor.
Empezaron dándonos bebida y comida que envenena al cuerpo con etiquetas atractivas que llevan las letras C y M. Ahora nos colonizan la conciencia con la letra N (también están la A, la D, y seguro vendrán otras más… el alfabeto entero si fuera necesario). Saben del impacto de la forma por encima del contenido entre las mentes crédulas. Por ello, esto que tanto publicitan no es una obra sino un producto. Que sale de las entrañas del mismo sistema que financió la muerte de Oesterheld, la de sus cuatro hijas, y la de decenas de miles más en esta zona del mundo que tanto les interesa. Y que ahora, favorecidos por el clima de zonda interno, retornan con las mismas ambiciones y la misma crueldad, pero de otra forma.
Borges y Bioy tenían razón: los años pueden hacernos perder la inocencia, pero no la ingenuidad. Y ese sigue siendo el negocio de los que nos hacen creer que las cosas cambian, para que en realidad no cambie nada.
Podrán extenderse en elogios y alabanzas -tanto los interesados como los inocentes- de todas las formas que quieran, pero a mí no me engañan. Podrán contratar a Darín como el rostro amigable que asegure la difusión masiva, permitirnos decir “Islas Malvinas” en vez de Falkland Islands, mostrarle al mundo nuestro juego de naipes emblemático y la cancha de River, o dejarnos sobreactuar el color local como forma de sentirnos argentinos (olvidadizos de que de un modo trágico ya lo somos). Todos estos son trucos viejos, repetidos, “de cartón” … vacíos de contenido y pobres en su imaginación.
Sin embargo, yo me seguiré negando a creerles. Que siga soplando, fuerte y homogéneo, ese viento caliente que luego trae la nieve. Quedará amar y resistir.
Igual que Saccomanno y otros, yo también elijo aferrarme a El Eternauta, la original y bella historieta de Oesterheld. El único camino posible para los que deseamos seguir la huella todavía joven de Germán, lleve adonde esta nos lleve. Porque, aún en estos días que son hijos y nietos de tanta sangre derramada, “tiene que haber un lugar donde estas tragedias hechas de coraje y desencuentros se anoten a favor de la especie humana… tiene que haberlo.” (H.G.O.)
(Continuará…)

Jeque Blanco
15 de mayo de 2025
Enlaces útiles:
Stagnaro y Staltari en Página 12
https://www.pagina12.com.ar/822711-hay-una-enorme-construccion-de-sentido-posterior-en-el-etern
Stagnaro en Los Angeles Times
Sasturain en Fondo de Cultura Económica
Saccomanno con Quiroga
Saccomanno y Trillo entrevistan a HGO
Feinmann sobre Borges, Walsh y HGO
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-25918-2012-07-22.html
Germán, últimas viñetas
https://www.filmaffinity.com/ar/film212643.html
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https://www.zonanegativa.com/entrevista-de-carlos-trillo-y-guillermo-saccomanno-a-hector-g-oesterheld/
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Jeque Blanco (Fellini 1952). Extensísima nota que muchos podríamos descubrirnos y gritar ¡Cómo no me di cuenta que todo es publicidad! Y, además, para quienes están en este mundo todavía, desde promediar el ’50 y década del ’60 como sentirá que no le hayan incorporado en la edad secundaria la lectura con la visión de la obra de Germán… Jeque reivindica aquí y nos explica que la serie es un «maquillaje», un producto no una obra. 😎
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👏👏👏
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Una maravilla, esa forma de leer el ambiente, en el que muchos nos sentimos con gusto a poco al ver algo de la serie. Pero entendiendo ( desafortunadamente) que todo es es comercial y que el dinero en este mundo es el único dios verdadero. Aun así tenemos que saber ser tolerantes como que nos guste o no. Pero no por eso quedarnos callados. Gracias por poner compartir nuestros sentimientos sobre el asunto.
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