Ernesto García Maañón, integrante del Tribunal Oral Criminal N°7 de San Isidro, dejó su cargo tras una denuncia por violencia de género en el ámbito laboral. Como buen integrante de la casta judicial, se va sin sanción… y con la jubilación asegurada.
Por Ignacio Álvarez Acosta para Noticias La Insuperable

En otro episodio vergonzoso de la justicia bonaerense, Ernesto García Maañón, juez del Tribunal Oral Criminal N°7 de San Isidro, presentó su renuncia luego de ser denunciado por una funcionaria del Poder Judicial por acoso sexual y laboral. La denuncia derivó en la apertura de un sumario administrativo, pero, como suele suceder en estos casos, el magistrado se fue antes de enfrentar consecuencias reales.
La renuncia fue aceptada por el gobernador Axel Kicillof, y se hará efectiva a partir del 1° de agosto, lo que le permitirá a García Maañón jubilarse con todos los beneficios, sin ningún tipo de sanción penal ni disciplinaria.
Acoso, maltrato y hostigamiento
Según los informes difundidos por Perfil y C5N, la víctima, una trabajadora judicial, denunció haber sido sistemáticamente violentada por el juez en lo que describió como un contexto de acoso sexual y persecución laboral.
La presentación fue realizada ante la Secretaría de Control Disciplinario de la Suprema Corte bonaerense. El sumario quedó abierto, pero ya no tendrá consecuencias: el denunciado renunció antes de ser evaluado por sus superiores.
El modus operandi de la casta judicial
No es la primera vez que un magistrado señalado por violencia de género se va sin responder ante la Justicia. Y, lamentablemente, tampoco será la última. La renuncia de García Maañón no solo le ahorra el proceso administrativo, sino que le asegura su retiro con ingresos vitalicios y sin antecedentes disciplinarios.
¿Y la víctima? Como siempre, sola ante un sistema que cuida más a los agresores que a quienes se animan a denunciar desde adentro.
El espejo de una justicia misógina
Mientras Milei habla de “la casta” para referirse a quienes garantizan derechos sociales, la verdadera casta —la del Poder Judicial— sigue operando con total impunidad. Nadie le hace escraches a García Maañón, nadie lo expulsa del sistema. Al contrario: se va por la puerta grande, como si no hubiese pasado nada.
En tiempos donde se pide “libertad” para todo, incluso para oprimir, las trabajadoras judiciales siguen presas del miedo, atrapadas entre el silencio y la certeza de que ningún superior las va a proteger.
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