Al terminar, sabrás, seguramente, cuántas veces leerás este artículo.
Por Alina C. Galifante para Noticias La Insuperable

No es solo una cuestión de gustos: hay razones neurológicas, estructurales y culturales que explican por qué la música puede disfrutarse una y otra vez mientras que una película, una obra de teatro o un libro parecen agotarse después de la primera experiencia. La clave está en la expectativa, la memoria y el tipo de placer que cada arte despierta.
El cerebro musical y la expectativa del placer
El neurólogo británico Oliver Sacks explicaba que la música tiene un poder único para activar el sistema de recompensa del cerebro. Al escuchar una melodía conocida, anticipamos lo que viene —una nota, un cambio de ritmo, el estribillo— y cuando eso ocurre, el cerebro libera dopamina, generando placer.
En ese sentido, el placer musical no depende de la sorpresa, sino de la expectativa cumplida. Cada repetición refuerza la familiaridad y, con ella, la sensación de bienestar.
El musicólogo Leonard Meyer, en su clásico libro Emotion and Meaning in Music (1956), ya había planteado esta idea: lo que nos emociona en la música es el juego entre expectativa y demora. La melodía genera previsiones en el oyente y, al cumplirlas o postergarlas, produce tensión y alivio, una danza constante entre lo esperado y lo inesperado que nunca se agota.
La estructura: lo circular frente a lo lineal
La música es un arte abstracto y circular, que no necesita un argumento ni una resolución final. Puede repetirse infinitamente y cada escucha será distinta: cambia nuestro ánimo, nuestra atención, el contexto.
En cambio, el cine, el teatro y la literatura se basan en relatos lineales, donde el interés principal está en el desarrollo y la resolución del conflicto. Una vez que conocemos el final, la tensión narrativa se disuelve. El disfrute está en el descubrimiento, y el descubrimiento solo puede vivirse una vez con la misma intensidad.
La emoción personal y la memoria afectiva
Las canciones se vuelven parte de la biografía. Una melodía puede llevarnos a una época, una persona o una sensación. Por eso, al volver a escucharla, revivimos emociones pasadas: la música actúa como una cápsula de memoria afectiva.
Las películas, las obras o los libros pueden conmovernos, pero su emoción pertenece a la ficción. Una vez conocida la trama, se mantiene el valor estético o la admiración técnica, pero no se repite la misma conmoción emocional que en la primera experiencia.
Lo ritual frente a lo narrativo
Desde tiempos antiguos, la música fue ritual y colectiva. Se canta, se baila, se repite: su esencia está en la reiteración. Repetirla no es redundante, es participar del mismo acto simbólico una vez más.
El teatro, el cine y la literatura nacieron como narraciones únicas, pensadas para ser recorridas de principio a fin. Su fuerza está en el desarrollo, no en el retorno.
En síntesis
Podemos escuchar mil veces una canción porque:
- El placer surge de la anticipación y la expectativa cumplida.
- Su estructura circular permite infinitas relecturas sonoras.
- Se enlaza con recuerdos personales y emociones.
- La repetición forma parte de su naturaleza ritual.
En cambio, una película, una obra o un libro:
- Basan su interés en la sorpresa y la resolución narrativa.
- Una vez conocida la trama, pierden el efecto de descubrimiento.
- Producen una emoción más intelectual que afectiva al repetirse.
En definitiva, la música nos da el placer de volver a sentir; las narraciones, el de haber sentido una vez.
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