Lo que avanza cuando el Estado se corre.
Por Celina Fraticiangi para Noticias La Insuperable

Una muñeca con rostro infantil y un osito de peluche en brazos. Así fue descripta una “muñeca sexual de 80 centímetros” vendida por la plataforma china Shein bajo el rótulo de “juguete de masturbación masculina con cuerpo erótico y vagina y ano reales”. La aberración fue detectada por las autoridades francesas, que denunciaron a la empresa por comercializar productos de carácter pedopornográfico, un delito que en ese país puede costar hasta siete años de cárcel y 100.000 euros de multa.
La noticia, revelada por el diario Le Parisien, destapó una vez más la falta de controles efectivos sobre los gigantes del comercio electrónico y la peligrosa impunidad con la que operan a nivel mundial, incluso cuando se trata de contenido vinculado a la explotación sexual infantil.
El hallazgo que sacudió a Francia
La Dirección General de Competencia, Consumo y Represión de Fraudes (DGCCRF) detectó el 31 de octubre que Shein ofrecía en su sitio muñecas sexuales con apariencia de niñas.
Según el comunicado oficial, “la descripción y categorización de los productos hacen difícil dudar del carácter pedopornográfico del contenido”.
La denuncia fue remitida de inmediato a la fiscalía de París y al regulador audiovisual y digital (ARCOM). En paralelo, el Ministerio de Economía francés advirtió que podría prohibir el acceso total de la plataforma al mercado nacional si la empresa reincide. “Estos objetos horribles son ilegales”, sostuvo el ministro Roland Lescure, recordando que la legislación francesa habilita la expulsión de plataformas por difusión de material pedopornográfico.
La gravedad del hecho se multiplica al comprobar que el aviso —publicado en una de las tiendas digitales más grandes del planeta— no provenía de la dark web, sino del corazón del consumo global.
Reincidencia y sanciones previas
No es la primera vez que la compañía china enfrenta denuncias en Francia. Este mismo año recibió tres multas por un total de 191 millones de euros por violar la normativa sobre cookies, publicidad engañosa y omitir información ambiental sobre microfibras plásticas.
A pesar de esa acumulación de sanciones, Shein planea abrir seis tiendas físicas permanentes en el país europeo, comenzando por una en los prestigiosos grandes almacenes BHV Marais, en pleno centro de París.
La decisión ya generó el rechazo de marcas locales, que se negaron a compartir espacio con una empresa cuestionada por su impacto ambiental, social y ahora también moral.
El comunicado oficial y la reacción pública
El comunicado número 43 de la DGCCRF fue terminante:
“La comercialización de muñecas sexuales de apariencia infantil constituye una representación de carácter pedopornográfico. La ley prevé penas de prisión y multas severas. Además, la falta de filtros que impidan el acceso de menores a contenidos pornográficos supone una violación adicional”.
El texto también recordó que Shein ya había sido señalada por “prácticas comerciales engañosas y no conformidades reiteradas”.
El episodio obligó a la empresa a anunciar una “prohibición total de los productos tipo muñeca sexual” y la eliminación inmediata de las publicaciones. Sin embargo, la reacción fue tardía: el daño reputacional y el repudio público ya eran irreversibles.
Un modelo de negocio sin fronteras, ni controles
El caso vuelve a exponer el modo en que las grandes plataformas digitales, escudadas en su alcance global y en la fragmentación jurídica de los países, eluden los controles estatales y los marcos legales.
Mientras las ganancias fluyen desde Singapur o Shanghái hacia cuentas corporativas inalcanzables, la responsabilidad sobre lo que se vende —o lo que se explota— queda diluida en el aire digital.
Shein no es un caso aislado: las autoridades francesas también iniciaron investigaciones sobre AliExpress, Temu y Wish por “difusión de mensajes violentos o pornográficos accesibles a menores”.
La problemática trasciende lo penal: revela el vacío ético y la falta de regulación real del capitalismo digital, donde el deseo, la explotación y la mercancía se confunden bajo la lógica de la ganancia.
Cuando el Estado se retira, avanza el abuso
El escándalo de las muñecas sexuales con apariencia infantil no es sólo un hecho policial: es una alerta moral y política.
Cuando los Estados renuncian a su función de control y fiscalización, la ley del mercado se impone sobre los derechos humanos más elementales, incluso los de la infancia.
De allí la importancia de fortalecer los organismos de control y la cooperación internacional para impedir que la web se convierta en un territorio sin ley.
Porque si los algoritmos deciden qué se puede vender y qué no, la democracia pierde el pulso frente a la impunidad digital.
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