Azucena Díaz, Madre de Plaza de Mayo y emblema de la Memoria, falleció este domingo

La histórica referente de Madres de Plaza de Mayo dejó un legado imborrable en la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Dirigentes, organismos y militancia la despidieron con palabras de admiración y gratitud.


Una vida dedicada a la memoria colectiva

Azucena Díaz, integrante de Madres de Plaza de Mayo, murió este domingo, según informó la organización en sus redes sociales. Nacida en Tucumán y radicada desde hace décadas en Gregorio de Laferrere, partido de La Matanza, Díaz se convirtió en un símbolo de resistencia y compromiso en defensa de los derechos humanos. Desde la propia asociación la recordaron como una mujer humilde, con gran fuerza y firmeza en sus principios.


Despedidas y homenajes en redes sociales

La noticia generó múltiples expresiones de afecto. La agrupación H.I.J.O.S. Capital lamentó su partida y subrayó su lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia, recordando además que su hijo Manuel Taján fue desaparecido en Tucumán durante el golpe cívico-militar iniciado el 24 de marzo de 1976. En su publicación escribieron que su legado permanecerá vivo y concluyeron: Hasta siempre, Azucena Díaz.

Por su parte, el gobernador bonaerense Axel Kicillof expresó en su cuenta de X que sentía “mucha tristeza por la partida de Azucena Díaz, Madre de Plaza de Mayo, símbolo de fuerza, coraje y memoria”, y remarcó que su ejemplo demuestra que “nunca, ni en los momentos más oscuros, hay que bajar los brazos. Por ella y por los 30 mil vamos a seguir luchando. Gracias por todo”.


Reconocimientos a su trayectoria

En 2024, la Comisión de Derechos Humanos del Senado bonaerense la declaró Personalidad Destacada de los Derechos Humanos, distinción que celebró junto a sus compañeras y que ratificó su papel central en la preservación de la memoria histórica. A lo largo de más de cuatro décadas, su testimonio y militancia acompañaron a familias que siguen exigiendo verdad y justicia.


Un legado que trasciende generaciones

La partida de Azucena Díaz ocurre en un momento donde la defensa de los derechos humanos enfrenta discursos negacionistas y políticas de ajuste que buscan desfinanciar espacios de memoria. Su ejemplo de coherencia y valentía ilumina el camino de quienes sostienen que los 30.000 desaparecidos están presentes, ahora y siempre. La lucha de Azucena no se detiene: vive en cada pañuelo blanco, en cada marcha, en cada joven que toma la posta para que el Nunca Más siga siendo un mandato colectivo.


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