La permanencia de Samuel Beckett en los escenarios habla de los infinitos misterios de la espera.

Por Jorgelina Áster para Noticias La Insuperable
Nunca y siempre. Jamás llega, pero permanece. Al menos hasta el 31 de octubre estarán en Vicente López, bajo la égida de Roberto Aguirre, Vladimiro y Estragón (e invitados).
Nos esperan para esperar. Si decir que “el que espera, desespera” es, como para Antonio Machado[i], “verdad verdadera”, también puede decirse que hay un arte que trabaja en las profundidades de los Zama de la vida de ayer y de hoy.
Esperando a Godot siempre está en los escenarios. La cita con la ilusión de descifrar a Beckett es en El Repertorio Teatro, los viernes a las 21:00. La dirección de Aguirre promete, como de costumbre, otra vuelta de tuerca a esta obra encuadrada en el mal llamado teatro del absurdo.

La dialéctica de la espera se nutre de pasado vanamente aleccionador y futuro previsto en tinieblas: las dimensiones existencial, política y colectiva atraviesan la individualidad; el pensamiento racional determina qué no debería esperarse, pero el escepticismo y el optimismo -sin asidero en la verdadera esperanza- juegan su partida incierta en la periferia de la razón.
La piedra de la espera parece estar hecha para infinidad de tropiezos. Sociedades escépticas o profundamente desencantadas apuestan sus últimas fichas a la espera de una prosperidad a largo plazo prometida por conocidos depredadores.
Mujeres y hombres, curtidos las más de las veces a cachetazos de realidad, se refugian en el mérito que alguna vez les será reconocido con los premios que traerá el Godot de turno. Don Diego de Zama cree en su valía. Aguarda. El autoengaño tiñe de panacea excluyente la paciencia.

Animarse a imaginar alternativas a la espera, olvidarla incluso, es un desafío que no parece ser considerado nunca como punto de inicio de una nueva partida. La espera o la nada, la espera o el caos del final. Para Zama es la propia degradación, su caos personal.
La pasividad en la espera, el simulacro de calma, la muerte de la palabra realmente significativa, son condimentos que también usan Vladimiro y Estragón. Sin embargo, esperar constituye el más indescifrable universo. La metáfora de Godot se reconstruye en cada contexto, por eso la dramaturgia apuesta sin cesar a Samuel Beckett, y sobre todo a Godot.

Una díada que nace del propio Beckett también juega con su propia dialéctica. Esperando a Godot–Final de partida, en contrapunto, son quizás menos nihilistas de lo pensado. O trascienden el nihilismo aparente en base a ocultos interrogantes no necesariamente ligados a la inexorable nada o destrucción, que es tal vez la apariencia.
Apariencia y realidad, como en Shakespeare pero con más traumas de la humanidad a cuestas, también reclaman ser descifradas hoy cuando se piensa en clave Beckett. Puede que haya que superar la estrechez de miras que supone la espera indisolublemente unida al caos y la nada o, por qué no, todo lo contrario: aceptarla y olvidarla para afrontar el fin liberados del peso de la incertidumbre que no dejará gozar de las últimas horas. Todo cabe.
Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Dirección de Roberto Aguirre. Actuaciones de Adrián Domínguez, Diego Gallardo, Fabián Luna, Gonzalo Martinez Castro y Daniel Vint Silveira. El Repertorio Teatro -Melo 1756, Vicente López, Buenos Aires-, viernes de octubre a las 21:00.
[i] “El que espera desespera, dice la voz popular. ¡Qué verdad tan verdadera!”. Antonio Machado, Campos de Castilla, Proverbios y cantares.
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