El periodista explotó en vivo cuando una médica le preguntó cuánto gana. El episodio desnuda la doble vara del discurso libertario: furia y desprecio hacia quienes sostienen la salud pública, silencio complaciente ante los privilegios de los voceros del poder.
Por Tomás Palazzo para Noticias La Insuperable
Durante un programa en vivo, Eduardo Feinmann volvió a mostrar su costado más intolerante. La escena se desató en medio de una discusión sobre el aumento salarial para los médicos del Hospital Garrahan, anunciado por el gobierno de Milei. El periodista, exaltado, lanzó acusaciones sin pruebas contra los trabajadores del hospital, insinuando que buscaban “voltear al gobierno”.
Pero bastó una pregunta para derribar su impostura: “¿Cuánto gana usted, Feinmann?” La consulta, hecha por una de las trabajadoras del Garrahan, bastó para que el conductor perdiera completamente la compostura. “¡Qué carajos le importa!”, gritó, fuera de sí, visiblemente descolocado. La médica, lejos de dejarse intimidar, retrucó con ironía: “Estás muy sacadito, Eduardo. Deberías hacer terapia.”
El intercambio, que se viralizó en redes sociales, reveló con crudeza la hipocresía del discurso mediático libertario: periodistas que exigen transparencia al resto de la sociedad pero reaccionan con furia cuando alguien les pide lo mismo.
El contexto: un aumento que no resuelve el fondo
El episodio no ocurrió en el vacío. El 4 de noviembre de 2025, el gobierno anunció un “histórico aumento del 60%” para los médicos residentes del Garrahan. Según las autoridades del hospital —que responden al ministro Mario Lugones—, la medida representaba un avance en la recomposición salarial. Sin embargo, el trasfondo del conflicto sigue siendo el mismo: sueldos bajos, precarización laboral y desigualdad dentro del sistema de salud.
De acuerdo con Página|12, los trabajadores del Garrahan vienen reclamando desde 2024 por condiciones dignas, luego de que el gobierno otorgara un bono exclusivo de 60.000 pesos a los médicos, dejando afuera a enfermeros, técnicos y administrativos. Mientras los sueldos jerárquicos superan el millón de pesos, la mayoría del personal apenas alcanza los 400.000, en un contexto de inflación galopante y recorte presupuestario.
El “aumento histórico”, entonces, no resuelve el problema estructural del ajuste libertario, que golpea incluso a los hospitales más emblemáticos del país.
El grito como método
En ese marco, señalan desde EnOrsai, la reacción de Feinmann no fue un exabrupto aislado. Fue una radiografía del clima de hostigamiento que los medios afines al gobierno promueven: cualquier reclamo laboral es interpretado como un intento de desestabilización. La lógica es sencilla y brutal: cuando los poderosos exigen beneficios, se llama “libertad”; cuando los trabajadores piden justicia, es “golpismo”.
El periodista, que cobra en dólares en un canal del Grupo La Nación, acusó sin pruebas a médicos y enfermeros de conspirar contra el gobierno mientras descalificaba a quienes sostienen, con su trabajo cotidiano, la salud pública infantil. La pregunta que lo descolocó no fue más que un espejo incómodo: ¿cuánto vale su palabra comparada con una guardia de 24 horas en el Garrahan?
El poder mediático como coraza
El episodio también expone una paradoja del discurso mileísta. Mientras el gobierno intenta mostrarse “eficiente” con anuncios salariales parciales, el deterioro del sistema público es evidente: guardias saturadas, falta de insumos y profesionales que deben multiplicar turnos.
En ese contexto, el grito de Feinmann sintetiza una jerarquía social obscena: los voceros del poder insultan a los trabajadores que mantienen en pie los hospitales públicos. La intolerancia mediática se vuelve así una forma más de disciplinamiento: gritar para silenciar al otro, para imponer el relato de los dueños del micrófono.
Un espejo de época
Feinmann podrá seguir alzando la voz en su estudio, pero la escena que quedó registrada —un periodista furioso ante una trabajadora que solo le pide transparencia— resume con precisión el abismo moral de estos tiempos.
Porque, al final, la verdadera pregunta no era cuánto gana Feinmann, sino cuánto cuesta el silencio de los que se dicen periodistas mientras defienden el ajuste. Y la respuesta, aunque no la dio en cámara, quedó flotando en el aire: cuesta la dignidad de los que mienten por dinero.
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El mismo forro infumable de siempre. El mismo forro infumable que en el año 2016 o 2017, no recuerdo bien en que año paso, pero dijo que los habitantes de la ciudad de Rio Gallegos desperdiciaban gas natural, porque erróneamente difundió un video en el que decía que en esta ciudad se calefaccionaban las veredas, intentando justificar el aumento de la tarifa de la empresa proveedora Camuzzi Gas del Sur, que en el gobierno del Ing. Mauricio Macri, aumento las tarifas a los consumidores finales en un 9000% (NUEVE MIL PORCIENTO). Y este incremento, este forro infumable, jamas lo dio a conocer en su programa que en ese momento estaba en en canal America, despues paso a LN+ y ahora nuevamente en America.
Forro Infumable si los hay.
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