El testimonio del gendarme retirado Omar Torres permitió saber el destino del cadáver de Lucila Révora luego de su asesinato.

En diciembre de 2010, y tras el análisis de testimonios de varios sobrevivientes de la última dictadura cívico militar, el Tribunal Oral Federal 2 confirmó que la mamá de Eduardo «Wado» de Pedro, hoy ministro del Interior, Lucila Révora, fue asesinada en 1978 en el inmenso operativo que rodeó la casa en la que vivía con él y con su pareja, Carlos Fassano, el papá del bebé que estaba a punto de parir.
Ahora, informa la periodista Ailín Bullentini desde Página/12, el quinto juicio que se lleva a cabo por esos hechos produjo otro dato más que podría ayudar a responder a esa gran incógnita que acompaña a cada familiar de desaparecidos: ¿dónde están? Un gendarme retirado declaró que el cuerpo de Lucila fue incinerado en el centro clandestino, dentro de un tanque de aceite.
“A Lucila Révora la quemaron en el Olimpo, en un tacho de 200 litros. Le pusieron una cubierta, gasoil y la quemaron ahí adentro. Estaba embarazada de seis o siete meses”, dijo Omar Eduardo Torres ante el TOF 2. Sobre la pareja de su madre, Carlos Fassano, dijo que la patota se lo llevó a la Escuela de Oficiales de Gendarmería de Ciudad Evita, donde lo incineraron también.
Wado De Pedro, que no llegaba entonces a los dos años de edad y que tras aquel operativo asesino fue apropiado durante algunos meses antes de que su familia lo rescatara, se enteró este martes de los datos que el gendarme, con su testimonio, sumó a su historia.
Masacre de la calle Belén
El operativo en el que fuerzas represivas del Ejército, la Gendarmería y la Policía Federal atacaron a Lucila Révora y a Carlos Fassano se conoce como “Masacre de la calle Belén”. El 11 de octubre de 1978, en la tarde, efectivos rodearon la casa en la que ambos vivían con el hijo que Lucila había tenido con Enrique De Pedro, militante de la Juventud Universitaria Peronista, trabajador judicial, integrante de Montoneros y secuestrado a mediados de 1977.
Wado o “Pichi”, como le decía su mamá, tenía casi dos años. Cuando notó que la casa estaba rodeada, Lucila, embarazada de 8 meses y medio, llevó a Wado hasta el baño, lo metió en la bañadera y se quedó con él. Ahí resultó herida con las balas que, de no haber estado ella, habrían impactado en su hijito. Un vecino declaró que la casa había quedado como si “hubiera tenido varicela” por la cantidad de marcas de bala impresas en la fachada. La patota buscaba dentro de la vivienda un botín de 150 mil dólares.
Uno de los represores, el policía Federico Covino, alias “Siri”, murió al explotar una granada que provino de la propia patota. Otros represores –Juan Carlos Avena y Enrique Del Pino– resultaron heridos. De allí se llevaron una “valija de cuero llena de billetes de 100 dólares”, contó Torres en su testimonio; y los cuerpos sin vida de la pareja de militantes montoneros fueron trasladados al Olimpo.
A Wado lo dejaron con un vecino, pero por la noche lo fueron a buscar. Estuvo apropiado hasta principios de 1979, cuando su familia materna logró contactarlo.
Torres contó que Sergio Nazario, otro excompañero de fuerza, organizó la desaparición de los restos: a Fassano en un «asado» en Ciudad Evita y a Révora en el centro clandestino. Mencionó también que, de ese episodio en el que introdujeron su cuerpo en un tanque para deshacerse de él, participó el «Comisario Rosa«, en relación a Roberto Rosa, ya condenado en tramos previos de la causa ABO.
Cuando el juez le consultó cómo supo de todo esto, Torres insistió en que fue porque estaba de guardia: «Todos los que estuvimos de guardia esa noche lo vimos«.
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Me gustó mucho. Creo que es una buena persona y lo explicitaría en los versos de Machado. » y soy en el sentido de la palabra bueno» .
Le deseo lo.mejor.
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Bueno, ok.
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Tremendo, como a tantos otros y otras de la generación diezmada por la casta cívico-militar y eclesiástica. Alguna luz para la renovación con cuadros políticos como Wado.
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