Falleció la fotógrafa Ana Portnoy

Especialista en retratos y escritores, había nacido en Buenos Aires

Por la Redacción de Noticias La Insuperable

Ana Portnoy nació en Buenos Aires en 1950. Se hizo conocida en el mundillo fotográfico por sus retratos, que sabían captar el instante como pocos. En 1977 se trasladó a vivir a Barcelona donde se inició en la fotografía junto a Elena Schlesinger, Humberto Rivas y Carlos Bosch. Sus primeras fotos, a primeros de los años ochenta, fueron de niños para ilustrar los fascículos de la Enciclopedia práctica de Psicología, dirigida por el Dr. Joan Corbella (Orbis, 1985). En 1988 empezó a trabajar para El Periódico de Cataluña, realizando reportajes de temas sociales: el pueblo saharaui, los aceituneros de Jaén, las mariscadoras gallegas. En 2011 inició su proyecto de retratos de escritores con el que realizó la exposición: Un disparo al autor, inaugurada en el Centro Cívico “Pati Llimona” del Ayuntamiento de Barcelona en el marco de BCNegra 2014 y que anduvo exhibiéndose durante cinco años ininterrumpidamente en bibliotecas públicas de toda Cataluña y también fuera de ella (L’Hospitalet de Llobregat, Girona, Lleida, Salamanca). Su otra exposición, La Vida Entera, que finalizó en CaixaForum Barcelona en el año 2016, fue el resultado de un proyecto europeo de trece países y elaborado por gisme (Grupo Interdisciplinar de reflexión y Soluciones Matemáticas para Entidades) y coordinado en España por Javier Tejada sobre el envejecimiento activo y saludable. La exposición es un ingente archivo de retratos de personas mayores de setenta y cinco años.

Como ella supo contar su corta vida en la Argentina, de donde emigró con 26 años, estuvo “marcada por la militancia política y por el golpe militar de Videla el 24 marzo de 1976 que desató la represión más brutal vivida hasta ese momento: 30.000 desaparecidos son la muestra de esta política de exterminio, que afectó no sólo a militantes, sino también a familiares y a amigos que nada tuvieron que ver con la actividad política. Hubo desaparecidos en mi familia, y los últimos meses hasta poder salir del país vivimos en la clandestinidad. Salí, con mi hija de 3 años y embarazada de 6 meses, con documentos falsos, con un DNI que era un desastre, porque se emborronó la huella cuando la puse, y tuvimos que arrancar la página y volver a ponerla, pero entonces salteaba la numeración de una página… Salí de la mano de Eduardo Luis Duhalde (1939-2012) —que llegaría a ser secretario de Derechos Humanos de la Nación desde 2003 hasta su muerte y que fue quien, con Néstor Kirchner, empezó los primeros juicios sobre la dictadura—. Me dijo que salía para Europa para denunciar lo que estaba pasando en Argentina. Me sugirió que viniera a Barcelona donde faltaba gente que explicara lo que se vivía en Argentina. “Allí te contactaremos con Vázquez Montalbán, con Pep Ribera del CIDOB, con intelectuales y activistas de izquierda”, mientras él se quedaba en Madrid. “Te va a gustar Barcelona, verás qué linda es Barcelona de noche…”, me dijo. Así fue como el sábado 12 de septiembre de 1976 me llamó y me dijo: “Me voy a Europa y la nena y vos se vienen conmigo”. Una vez que pasamos la frontera (¡48 horas por tierra para llegar a Brasil!), me quedé en casa de unas tías mías, hermanas de mi mamá, italianas, que vivían en São Paulo. Viajé un día con Eduardo a Brasilia para pedir un salvoconducto a la embajada mexicana en Río de Janeiro para poder llegar a México. Quería llegar allí porque sentiría más proximidad con lo que había vivido; al menos no habría tanta ruptura: significaba contactar con la militancia, aunque no fueran los mismos militantes con los que había luchado. Tras una espera, que aunque corta se me hizo interminable, por fin llegó y viajamos enseguida. A los 15 días nació mi hijo, pero a los 5 meses me vine a Barcelona. En México me recogieron en el aeropuerto los hermanos de Eduardo y viví con ellos hasta la llegada de mis padres, con quienes pude, finalmente, reencontrarme ya que también habían tenido que huir sin tiempo ni posibilidades de comunicación entre nosotros. Parí a los 15 días de llegar habiendo tenido un solo control médico en todo el embarazo. Juan nació sano, pequeñito, porque lo hizo 15 días antes. ¡Demasiado trasiego, pobrecito! Llegar a Barcelona me devolvió a la vida, debo confesar que sentí por esta ciudad un amor a primera vista. Barcelona vivía su contagiosa primavera democrática. La gente estaba contenta, esperanzada. Había ilusión. Corrían los primeros días de marzo de 1977 y yo acababa de cumplir 27 años”.

Hoy falleció, tras una larga lucha contra el cáncer.

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