Un estudio reciente descubrió nuevas sustancias y procesos para el embalsamamiento en el antiguo Egipcio gracias a un hallazgo arqueológico.

Un reciente descubrimiento arqueológico sorprendió a los especialistas y brindó nuevos detalles sobre el proceso de momificación en el antiguo Egipto. Un grupo de investigadores halló indicios que revelaron que los los antiguos embalsamadores egipcios utilizaban sustancias muy específicas para la preservación de los cuerpos, con el fin de que llegaran a la vida eterna.
En 2016, un grupo de expertos, liderados por el difunto autor del estudio Ramadan Hussein, descubrió un taller de embalsamiento o mirlado antiguo, muy cerca de la piramide de Saqqara, al sur de El Cairo. En dicho yacimiento se encontró un grupo de repientes de cerámica con más de dos mil 500 años de antiguedad, los mismos que eran utilizados para presevar soluciones y sustancias utilizadas en el proceso de momificación. Algunas de ellas aún contenían inscripciones e instrucciones como «lavar» o «poner sobre su cabeza».
Con la ayuda de los rastros químicos en el interior de estas vasijas, los científicos descubrieron nuevos elementos y detalles esenciales en la preservación de estos cuerpos, mismo que perduraron hasta la actualidad.
Según los expertos, los egipcios utilizaban materiales y elementos provenientes de otras partes del mundo, lo que aunado a su gran conocimiento para preservar la integridad de los cadáveres y evitar su putrefacción, hacía de este seguimiento funerario algo muy metódico.
«La sustancia etiquetada por los antiguos egipcios como antiu se tradujo durante mucho tiempo como mirra o incienso. Pero ahora hemos podido demostrar que en realidad es una mezcla de ingredientes muy diferentes«, explica Maxime Rageot de la Universidad de Tübingen.
Estos ingredientes eran aceite de cedro, enebro o ciprés y grasa animal, aunque la mezcla puede variar de un lugar a otro y de un momento a otro.
Ocho recipientes diferentes tenían instrucciones sobre el tratamiento de la cabeza del difunto; la resina de pistacho y el aceite de ricino eran dos ingredientes que solo aparecían en estos recipientes, a menudo en una mezcla que contenía otros elementos, como resina de elemí, aceite vegetal, cera de abejas y aceites de árboles.
El pistacho, el aceite de cedro y el betún probablemente se obtuvieron del Levante en la costa oriental del Mediterráneo. Sin embargo, el elemi y otra resina llamada dammar provienen de mucho más lejos: el elemi crece tanto en el África subsahariana como en el sudeste asiático, pero el árbol que produce el dammar solo crece en el sudeste asiático.