La afición argentina e internacional comienza a vivir con mayor intensidad las emociones de la competencia ajedrecística que avanza en Hungría.

Por Carolina Príncipe para Noticias la Insuperable ·
La quinta ronda olímpica tuvo alegrías y tristezas. Al reconfortante triunfo del equipo femenino 3-1 ante Finlandia le siguió la simétrica derrota 1-3 del absoluto frente a los estadounidenses. Esta caída tuvo el sabor amargo del apuro de tiempo de Leandro Krysa frente a Wesley Barbasa So, que le dio el regalo de una victoria al filipino-norteamericano en una partida que debería haber concluido en tablas.
Pero este mal trago se atemperó con el significativo batacazo de Diego Flores frente al encumbrado Leinier Domínguez, top mundial del club de los +2700 de elo FIDE. El múltiple campeón argentino se dio y nos dio un gusto de imponerse con claridad inobjetable tras el sobresalto reglamentario que lo perturbó ayer.

Si bien Caissa abandonó a Leandro Krysa con excesivo premio a favor de W. So, hay que decir que en el primer y cuarto tableros no pudieron quebrarse las lógicas propias de las jerarquías: Fabiano Caruana y Levon Aronian impusieron las suyas ante Peralta y Sosa. Esta segunda derrota del equipo –la anterior se la había infligido Polonia- ensombrece el camino de las esperanzas de aspirar a los puestos de mayor brillo olímpico.

En el femenino la historia es distinta: permanece invicto tras derrotar a las finesas y haber logrado antes dos empates históricos frente a potencias ajedrecísticas: en la cuarta ronda la igualdad fue con Alemania y en la tercera frente a Azerbaiyán, equipo preclasificado en sexto lugar al que se estuvo a punto de doblegar. De no haber sido por la insensata aventura hacia la derrota en la que, con piezas blancas para colmo, se embarcó la veterana Amura, las azerbaiyanas hubieran mordido el polvo con un 2,5 a 1,5 como mínimo en contra.

Esta excelente actuación del equipo femenino se da a pesar de no contar ni con Carolina Luján ni María Florencia Fernández, reducidas al ostracismo olímpico por las tropelías dirigenciales que sin cesar entorpecen la conformación de los conjuntos nacionales desde hace mucho tiempo.
El daño ha sido mayor todavía en el absoluto, dado que resultan indisimulables las ausencias de Sandro Mareco y Alan Pichot, otras dos víctimas de la insufriblemente oscura dirigencia.
Para entender mejor como se llegó hasta aquí, presentamos a Polgarcito.
Un ingrediente que caracteriza las últimas décadas en el orbe ajedrecístico es el de niños y adolescentes-prodigio que, si no compiten, al menos rondan el ámbito olímpico que, al fin y al cabo, es el Mundial del Ajedrez. Para el caso argentino, son indiscutibles el protagonismo absoluto de Faustino Oro y el singular talento de Candela Francisco, dueña de un estilo tan atildado y elegante como eficaz.
Sin embargo, en el terreno propio y en la previa a las Olimpiadas, también acaparó miradas la sombría Federación vernácula. FADA, más allá de los prodigios infantiles o juveniles, siempre encuentra la manera de opacar expectativas o aguar fiestas. No nos cansamos de repetir que la dirigencia allí enquistada ha logrado que la caracterización del ambiente ajedrecístico local como «el despiadado mundo del ajedrez argentino» se justifique plenamente.
En un marco repleto de pujas, viciado de prebendas, plagado de injusticias, discriminación e intolerancia, se forman los niños que, como antes señalábamos, son en la actualidad la sal del ajedrez aquí y en todas partes. Por eso muchas veces nos preguntamos cómo verán los niños este mundillo del ajedrez nacional institucionalizado que les abre las puertas más como potenciales objetos de negocio que como futuras revelaciones.
Y, aprovechando que el Mundial del Ajedrez que se disputa en Hungría transita un tramo cargado de expectativa, presentamos la columna de Polgarcito, un redactor acreditado en Budapest que con mirada infantil recorrerá, en sucesivas notas, el camino que va por el asombroso panorama local previo a las olimpiadas, desde finales de la pandemia hasta nuestros días -en el plenario de la sección de Ajedrez de NLI nos explicó que, aunque podría ir mucho más atrás sin resignar sorpresas, prefiere no alejarse tanto del presente para no envejecer entre iniquidades hasta llegar al día de hoy-.
Polgarcito, no sabemos si apadrinado o no por Judit, tiene mucho para contar. Además, nos mantendrá al tanto de todo lo que vaya sucediendo en la capital húngara. Bienvenido entonces.
Polgarcito

Qué mundo maravilloso (I)
Ajedrez olímpico en el Gran hotel Budapest
“Escucho llorar a bebés,
Los veo crecer.
Aprenderán mucho más
De lo que yo jamás sabré.
Y pienso para mí mismo:
‘Qué mundo maravilloso’.”
–Louis Armstrong

Estoy nervioso. Es mi primera crónica oficial y apenas soy un niño, una ingenua criatura de corta edad. Aprendí a mover las piezas hace poco, pero ya sé que amaré el ajedrez el resto de mi vida, como también al jazz, la poesía y el cine.
Disculparán los amables lectores esta apertura auto referencial. Dijo Fontanarrosa (un niño eterno, para deleite de todos) que el comienzo de un buen relato debe poder “desafiar al lector y comprometerlo [con] un golpe inicial capaz de inmovilizarlo.” Y para ejemplificar esto citó, no a Tolstoi ni a Dickens ni a Yourcenar, sino una frase escrita en la pared de un baño público en una estación de trenes. No me atrevo a copiarla aquí (creo que podrán hallarla en “Palabras iniciales” de Usted no me lo va a creer). Mi inocencia me impide comprender aún todo lo que implicaba esa fuerte sentencia y su relación con la gran literatura. Pero me pareció muy divertida, y bien sabemos los ajedrecistas que la diversión es la cosa más importante, ¿no?
Bueno, me pareció igual de juguetón entonces citar de entrada la hermosa What a wonderful world. Al fin y al cabo, todo lo que podré decirles aquí no hará sino confirmar esta frase, tan potente y profunda como la del baño público del Negro rosarino. El tema es nuestro querido ajedrez nacional (tema grande, si los hay). Así que hagamos ya mismo nuestra primera movida, ¿les parece?
Primavera, verano, otoño y de nuevo…
Primavera de 2021 en Mar del Plata- Buenos Aires. Todavía en tiempos de Pandemia por el COVID, estamos intentando volver al tablero de forma presencial y se presenta una gran oportunidad para esto en un torneo por equipos tradicional de la zona. Asisten muchos jugadores, algunos vienen desde lejos, somos más de 100: jóvenes y adultos mayores, varones y mujeres (algunas, queridas representantes nuestras en el equipo olímpico nacional) juntos por primera vez en bastante tiempo.

Todo está dispuesto para que sea una fiesta, pero… ¡ay! El árbitro principal se presenta el primer día con síntomas sospechosos, asociados al temido virus, y un hisopado pendiente de resultado. Igual, por las dudas, anda a los abrazos y besos con todos: por qué privarse del afecto, ¿verdad? El segundo día ya no vuelve a presentarse. Se desata la inquietud de los que se van enterando. Entre los primeros están los integrantes del Club Atlético Independiente Online.
Este equipo cuenta con un par de árbitros que son invitados a reemplazar al enfermo, pero la cuestión central es: ¿debería continuar disputándose el torneo en las condiciones que inició (los jugadores, más los acompañantes y árbitros y organizadores, unas 150 personas, en un espacio bastante pequeño, cerrado, sin buena ventilación)? ¿Y si hay más contagiados (muchos con factores de riesgo)? ¿Podríamos quedar aislados en cuarentena repentinamente y sin los recursos para ello, especialmente los que fuimos desde mucha distancia? ¿De verdad vale la pena correr el riesgo de exponer la salud, la vida misma, por la imprudencia de alguno(s)?
Bueno, felizmente hay gente adulta sensata. Entre estos, el capitán del equipo del CAI y un médico experimentado que estaba jugando el torneo para ellos. Se acercan a los organizadores (entre quienes hay, sin duda también, personas comprensivas y previsoras) para exponer los hechos y los posibles beneficios y riesgos de cada opción a tomar. Pero pronto, sin embargo… ¡ay! un alto cargo de la federación local arremete contra la justificada preocupación: “¡Acá no necesitamos un doctor que nos enseñe cómo hacer un torneo!” fue una de las frases poco felices de este hombre tan importante. Se quiso discutir el tamaño de las escasas aberturas (cerradas mayormente por el fresco de la noche, por supuesto), la calidad de la tela de las ventanas y otros asuntos tangenciales. Imaginarán, estimados lectores, cómo terminó esta historia: aunque en la organización había algún querido amigo cuya voz prudente no prevaleció, ¡varios salimos huyendo literalmente antes que tuviéramos que lamentar consecuencias mayores!
De la preocupación por el bienestar de los jugadores, el reintegro de algo de las inscripciones, o el gasto por el alojamiento y la comida en el hotel designado que no se llegaría a utilizar, ni hablar, por supuesto.
En aquellos días tuve la ligera impresión que se estaba priorizando la ventaja material del evento por sobre lo más importante. Pero el problema seguro debo ser yo, me digo, que todavía no comprendo bien el complejo mundo de los adultos, ¿verdad? Después de todo, mi amigo Louis sigue cantando:
“Veo árboles verdes, /Rosas rojas también. / Las veo florecer / Para mí y para ti. / Y pienso: Qué mundo maravilloso.”
Otoño de 2023 en Maipú- Mendoza. Esto será más breve, pero no menos violento. Sobre todo, porque, entre otras tantas grandes ideas, el director del torneo, durante un bache entre rondas, tuvo la ocurrencia de querer golpear literalmente a alguien con quien tenía desacuerdos de larga data, un ex presidente de la federación de “la tierra del sol y el buen vino”.

En este torneo abierto internacional promocionado como el evento más importante del año en la provincia pasaron cosas raras. Citaré sólo dos:
1) Una ronda es postergada más de una hora en su inicio porque los organizadores decidieron que era una buena idea festejar en el mismísimo lugar de juego (con una torta gigante y champagne incluidos) ¡un cumpleaños de 15! Sí. La hija de un Gran Maestro amigo cumplía años, y qué mejor que involucrar a los 180 participantes en este asunto. ¿Que eso no parece muy correcto dado el carácter privado de un asunto y el público del otro? ¿Qué se sirvió alcohol indiscriminadamente? ¿Que varios, sobre todo en las primeras mesas, no hubieran pasado un control de alcoholemia al sentarse a jugar enseguida? Bueno, parafraseando a Wilde, siempre deberíamos recordar que “el ajedrez es una cosa demasiado importante como para tomarla en serio”.
2) Hacia el final, en una ronda decisiva, con la mesa 1 en juego hace varios minutos, de pronto el árbitro principal se acerca para suspender la partida, detener los relojes y volver las piezas a su punto de inicio. Los maestros (uno de ellos, varias veces campeón absoluto nacional y aún tablero olímpico) miran con estupor. La explicación para este inusitado proceder: era preciso que un candidato a gobernador que había llegado demorado (“el que financia parte del circo” dijo alguien) hiciera la foto de la movida inicial… ¡aún en ese momento y en esas circunstancias! Fue una verdadera lástima que, pese a ese acto heroico, el hombre no llegara a ganar las elecciones provinciales. El ajedrez cuyano perdió una gran oportunidad, parece.
En aquellos días también tuve la ligera impresión que se estaba priorizando el negocio relacionado al evento por sobre lo más importante. Pero el problema debo ser yo, me vuelvo a decir a mí mismo, que todavía no debo comprender bien el complejo mundo de los adultos, ¿no? Después de todo, nuestro amigo Louis sigue cantando:
“Veo cielos azules, / Y nubes blancas. / El día bendecido brillante, / La noche sagrada oscura. Y pienso: / Qué mundo maravilloso.”
Verano de 2024 en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por último, referiré el episodio más reciente y conocido de esta breve crónica: el campeonato para menores de edad realizado por la Federación Argentina en el CeNARD.

Fue como estar en una película de los hermanos Coen (pero sin las partes del humor). ¡Un absurdo total! Lograron en poco tiempo el hacinamiento de centenares de chicos y chicas que viajaron con ilusión desde los lugares más alejados del país. No había baños suficientes, agua ni ventilación. Adentro, el calor y la falta de oxígeno. Afuera (intentaron en un momento poner las mesas y los tableros en un terreno al aire libre, irregular e improvisado), la falta de iluminación y los mosquitos (¡sólo faltaba el dengue!). Tardíamente llegaron ambulancias con médicos y demás asistencia. El torneo no pudo completarse. Sobre esto hay crónicas detalladas en varios medios. No nos extenderemos.
Otra vez tuve la sensación de que se estaba priorizando la ganancia particular (además de las inscripciones habitualmente abultadas, se cobró hasta los colchones que el CeNARD no cobraba) por sobre el bienestar general. Pero en este caso particular, además, se comprobó que nuestros promocionados “dioses olímpicos” de la dirigencia y el arbitraje nacional son bastante impotentes incluso cuando tienen buenas intenciones (¿quién podría negarles este defecto?). Como dijo un escritor irlandés: “Cuando un hombre hace algo completamente estúpido es siempre por los motivos más nobles.”
Pero no. Debo ser yo nuevamente que no estoy preparado para entender todavía, me reprendo a mí mismo antes de seguir dándole vueltas a estas cosas así (“mejor no pensar” decía alguien en Esperando la carroza). Después de todo, Armstrong sigue cantando:
“Los colores del arco iris / Tan bonitos en el cielo, / Están también en los rostros / De la gente que pasa. / Veo amigos dándose la mano / Diciendo: cómo estás. / Realmente están diciendo: / Te amo.”
Todos vivimos en las cloacas, pero algunos miramos a las estrellas
Así suele darme ánimos un amigo mayor. “Buscá las estrellas”, me repite cada tanto. Pienso en esta idea. Pero está muy nublado últimamente, ¿no?
En fin, reconforta saber mientras tanto que, de la delegación que ahora nos representa en Budapest, un tercio de sus integrantes ha protagonizado (¿como responsables? ¿Cómo cómplices?) las aventuras descriptas en este resumen. ¡Cuánta tranquilidad nos da saber esto!

La risa no es un mal comienzo para la amistad. Yo les ofrezco la mía, queridos lectores. Ojalá no resulte ser yo el único aquí en interesarme por estos asuntos con curiosidad, con interés antropológico. No olvidemos nunca que, a pesar de todo, podemos seguir cantando juntos: “¡Qué mundo tan maravilloso!”.
Imágenes: FIDE

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