Virtualidades argentinas

Las angustias cotidianas de una población empobrecida al límite se esconden como basura bajo una alfombra de construcción digital con sello argentino.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

La vida en red se ha naturalizado en todas partes, al menos para aquellos que cuentan con recursos suficientes para acceder a las TIC. Comprar en línea, opinar en RS, trolear, reenviar, likear, estalkear, googlear, youtubear, tiktokear, cibercocinar, chatear, instabookear, recomendar, tradear y muchas otras actividades ciberespaciales aludidas con pintorescos neologismos se han impuesto para soslayar la áspera realidad de lo tangible.

En este marco, el mundillo virtual argentino se ha forjado una personalidad que podría explicar, al menos en parte, las nuevas formas de inmolarse que practican las clases medias con obcecación palmaria. Esa personalidad podría, quizás, dar también unas cuantas claves para descifrar otros tantos fenómenos oscuros. Será labor para los sociólogos, desconcertados de un tiempo a esta parte.

Aunque la brecha digital se agrande día a día con esta enésima restauración conservadora encabezada por libertarios y colaboracionistas al mejor estilo de Vichy, la virtualidad atraviesa todos los estratos. Por fuerza o voluntariamente, la conexión perpetua es a veces exigencia y a veces elección hecha ilusión. La argentinidad transita el éter con paso de enfermo digital.

Al tiempo que los jubilados forman fila virtual para ingresar al sitio web de ANSES, muchos profesionales formados a fuerza de fotocopia borrosa, escasa contracción al estudio y sacrificio de padres, han abrazado el oficio de trol, más gratificante para el bolsillo y el ego que las disciplinas que abandonaron desde que cambiemitas, primero,  y libertarios, después, colonizaron las redes para construir desde sus granjas –o despachos oficiales- el imperio del embuste, el prejuicio y el odio.

El  lucro electoral de las derechas rancias ha tenido en el siglo XXI argentino un sustento virtual contundente. La sostenida inversión en el éter rindió votos pero, sobre todo, prebendas y transferencia de recursos hacia minorías que festejan la crispada ingenuidad del medio pelo que contagia a menesterosos e indigentes.

La prosperidad de la impostura de las extremas derechas también se nutre del contexto de frivolidad digital que disfraza con opulentas imágenes de bienestar las miserias cotidianas en aumento. Mientras, por ejemplo, los alimentos  se reducen en la mesa del asalariado, proliferan las cocineras y cocineritos de reel que atajan productos gourmet que les llueven del cielo para que ellos, artistas de mágica sartén, los derrochen con indolencia ante los ojos de los internautas de un país en el que por falta de recursos materiales y tiempo cada vez se come y  cocina menos.

Ni hablar, claro, de influencers que festejan cualquier dislate que les proporcione canjes o beneficios y de reproductores de memes, fakes e información sesgada que habitan el espejismo de la comunicación basada en el reenvío indiscriminado de bits espurios a una miríada de contactos con los que raras veces cruzan palabra.

Las virtualidades argentas tienen, por supuesto, mucho más para mostrar e indagar. Por ahora, nos plantamos aquí. Habrá que seguir observando, registrar y emprender el análisis de las formas de construcción de esta realidad paralela tan alejada de la áspera vida que se sobrelleva en calles signadas por la desesperación de sus pauperizados transeúntes.



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