Una curiosidad que envuelve la historia del fundador de la Unión Cívica Radical.
Por Guillermo Carlos Delgado Jordan para Noticias La Insuperable

Hay un chiste interno en los pasillos de un comité radical que señala que, si Leandro N. Alem, aquel revolucionario que fue el principal impulsor y fundador de la Unión Cívica de la Juventud allá por el año 1889 y que terminaría convirtiéndose un par de años más tarde, en 1891, en fundador y presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, viera a los radicales actuales se cambiaría el nombre para no pasar vergüenza. Pero el chiste, en realidad, es que ya lo hizo.
Así como alguna vez desde estas páginas te contamos que Domingo Faustino Sarmiento no se llamaba Domingo, pues bien, Leandor N. Alem tampoco se llamaba así, por más que la avenida que lleva su nombre trate de decirte que sí.
Remontémonos al año 1842, épocas de un país desmembrado con un rosismo a pleno en una Buenos Aires que, en la zona de Balvanera ve nacer a un niño un once de marzo. Épocas sin registro civil, la constancia de su natalicio nos la dará, como a casi todos los de la Argentina de esos tiempos, la iglesia, a través del Libro de Bautismos de la parroquia Nuestra Señora de Balvanera, donde el bebé fue bautizado semanas más tarde, el 7 de abril.

El apellido
Emprecemos por el final: como leeran en la partida de la cual te presentamos copia, los padres del niño son «Dn Leandro Alen y da. Tomasa Ponce». Y no hay error en el apellido; era Alen con «n» al final.
Leandro Antonio Alen Ferrer, para ser más exactos, era un porteño nacido en épocas del virreinato, el 12 de marzo de 1795, hijo a su vez de un gallego y una porteña. Dueño de una pulpería, integró el brazo armado de la Sociedad Popular Restauradora, conocido como «la Mazorca», y esto lo llevo a que terminara sus días, tras la caída de Rosas, fusilado y luego su cuerpo colgado de una soga en exhibición, a modo de advertencia a futuros insurrectos.
Tras esto, su viuda y los pequeños cambiaron la última letra del apellido por una «m», a ver si dejaban de una vez por todos de hacerle bulling a los niños sindicándolos como «los hijos del ahorcado».
El nombre
Si vuelven a leer la copia de la partida de bautismo, verán que el nombre del fundador del radicalismo era, en realidad Leandro a secas. Pero, también puede verse un gran espacio vacío, en blanco, tras su nombre, cosa que en realidad sucedía cuando los sacerdotes encargados de la redacción, tomaban la precaución de dejarlo adrede con la intención de rellenarlo después.
Tal vez los padres no estaban decididos del segundo nombre, tal vez (poco probable) lo olvidaron, tal vez el cura rector de la iglesia, Saturnino Rodríguez, se olvidó lo que tenía que poner, o vaya a saber qué cosa pasó, pero lo cierto es que Alen (luego Alem) fue anotado así, como Leandro a secas y el gran espacio en blanco tras su nombre sigue hasta hoy.
La firma
Claro que el niño creció y, con el tiempo, se convirtió en un prestigioso abogado. Y es por eso que su firma ha quedado registrada en decenas de papeles. ¿Lo curioso? Firmaba como L. n. alem.

¿De dónde salió esa letra? Cuenta Álvaro Yunque, escritor y biógrafo de Alem que, en una una ocasión el médico del radical, y también correligionario, Martín Torino, le preguntó qué significaba esa «n» minúscula junto a la L inicial. Y este le respondió: ‘Quiere decir nada’.
¿Como la nada que está en su partida tras su nombre?
Lo cierto es que, también cuenta Yunque, que en ocasión del casamiento de su segundo hijo, también Leandro, el radical revolucionario tuvo que firmar el acta número 0044, labrada el 2 de marzo de 1896, pocos meses antes de su suicidio, y lo hizo asentando su nombre de este modo: Leandro Nicéforo Alem.
Época de revoluciones, Nicéforo proviene del griego y significa «el que trae la victoria».
Sea o no ese su segundo nombre, o si lo inventó, lo cierto es que la «N» casi siempre estuvo metida entre su nombre y su apellido. Si uno revisa el Libro de los Muertos de la Parroquia de Balvanera de fines de 1873, verá que en la declaración de la muerte de su primogénito, también llamado Leandro, puede leerse «hijo natural del Dr. D. Leandro N. Alem».

También en ocasión del censo de 1895, un año antes de su muerte, y cuando aún vivía con su segundo hijo (el otro Leandro que después se casaría), se hace llamar Leando N. Alem, mientras que su hijo sera Leandro M.

Nicéforo o no, murió a los 54 años y les dejó a sus correligionarios estas palabras: “¡Yo sostengo y sostendré siempre la política de los principios; caiga o no caiga; nunca transaré con el hecho; nunca transaré con la fuerza; nunca transaré con la inmoralidad; nunca transaré con los conculcadores de las instituciones y las libertades públicas! ¡Nunca esperaré el desenlace de ciertas situaciones para entrar en ellas; he de luchar siempre como fuerte y como bueno; sean cuales fueran los resultados, porque para mí la idea moral es la única que puede regenerar la sociedad!”
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