A 48 años del secuestro de sus padres por la dictadura, Adriana Metz encontró a su hermano nacido en cautiverio y celebró ante un auditorio colmado de emoción. “Nunca perdí la esperanza”, dijo entre lágrimas.

Adriana Metz se sentó frente al auditorio de Casa por la Identidad y no hizo falta más que verla para entender lo que pasaba: el brillo en sus ojos, la voz firme quebrada por momentos, la sonrisa inevitable. “Hoy me toca a mí estar de este lado. Encontré a mi hermano”, dijo, poniendo fin a una búsqueda que duró décadas. La acompañaban Estela de Carlotto y Manuel Gonçalves Granada, de Abuelas de Plaza de Mayo, que minutos antes habían anunciado la restitución de la identidad del nieto número 140.
Detrás de ella, una fila de nietos y nietas restituidos, familiares, sobrevivientes, militantes. Todos de pie, aplaudiendo, celebrando y sosteniendo lágrimas de alegría. El nieto 140 es hijo de Graciela Alicia Romero y Raúl Eugenio Metz, secuestrados en diciembre de 1976 en Cutral Có, Neuquén. Según la información recabada por Abuelas, Graciela dio a luz el 17 de abril de 1977 en el centro clandestino de detención La Escuelita de Bahía Blanca. Desde entonces, la historia se partió en dos. Hasta ahora.
“Mi abuela Elisa siempre decía que la sangre llama. También decía que la esperanza es lo último que se pierde. La tenía clara mi abuela”, contó Adriana en la conferencia que se realizó este lunes desde el predio de la Ex-Esma. “Nunca perdí la esperanza pero muchas veces sentí el miedo de pensar que mi hermano quizás no había llegado ni a los 5 años. Igual lo seguí buscando y ahora lo encontré a sus 48 años”, celebró.
«Siempre seguí buscando»: el camino al rencuentro
Adriana se enteró de que tenía un hermano a los 6 años. Fue el 4 de diciembre de 1981, el día en que llegó una carta a la casa de sus abuelos paternos en Bahía Blanca de Alicia Partnoy. Alicia había estado detenida con la mamá de Adriana y sabía que su madre había dado a luz a un varón. “Cuando leyeron la carta, mis abuelos creyeron que estaba durmiendo, pero en verdad estaba escondida en un cuartito de la cocina. Cuando llegaron a la parte donde contaban que había nacido mi hermano yo salí gritando ´tengo un hermano´, y preguntando dónde estaba».
Desde ese momento sus abuelos paternos comenzaron a moverse para encontrar al niño nacido en cautiverio. Adriana los acompañaba a todas las marchas, manifestaciones y presentaciones judiciales que se realizaron durante la búsqueda. Ella, mientras buscaba, también le escribía cartas a su hermano en donde le contaba cosas de su familia y le transmitía sus deseos de encontrarlo.
En 2012 se sumó formalmente a Abuelas de Plaza de Mayo, filial Mar del Plata. Durante años, la esperanza convivió con el miedo. “Muchas veces pensé que quizás mi hermano no había llegado ni a los cinco años”, confesó. “Pero seguí buscando”. El giro llegó tras una denuncia anónima, que permitió abrir una investigación conjunta entre Abuelas, la CONADI y la Unidad Especializada para Casos de Apropiación de Niños durante el Terrorismo de Estado (UFICANTE). En abril de este año, el posible nieto accedió a hacerse el análisis genético. El viernes pasado, el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmó la identidad: era hijo de Graciela y Raúl. Un día después, la noticia llegó a su hermana
“El sábado me llamó Manuel Gonçalves y me dijo que venía a visitarme. Cuando llegó me dijo que tenía un regalo y me dio la carpeta del banco con los resultados. Yo lo miraba y no entendía nada. ¿Esto qué es?, preguntaba. Cuando entendí me reí y lloré. Luego pensé en todas las personas de Bahía Blanca, Mar del Plata y Buenos Aires que se iban a alegrar con la noticia”, relató Adriana emocionada con los recuerdos. Luego compartió la noticia con sus hijos, familiares y amigos. “Llamaba a distintas personas y les decía que tenía una noticia buena y otra muy buena. La buena era que habíamos encontrado al nieto 140 y la muy buena es que es mi hermano”, sentenció.
Descubre más desde Noticias La Insuperable
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Madres y Abuelas del alma. Seguimos acompañándo. Somos muchos más que «ellos», negacionistas. Memoria, ni olvido ni perdón; jamás reconciliación.
Me gustaMe gusta