Novelas que a pesar de haber tenido una segunda oportunidad no consiguieron un lugar de referencia en las letras internacionales. Oblivion siglo XXI.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·
Cada tanto asistimos a descubrimientos tardíos de obras maestras que ningún experto se explica cómo pudo ser que pasaran desapercibidas en su tiempo. Sin embargo, tras algunos meses de elogios, entusiasmo o excelentes ventas, estas perlas retornan al ostracismo artístico: dejan de ser citadas y jamás ingresan plenamente al Olimpo de los candidatos a convertirse en clásicos.
Descubiertas o redescubiertas, ciertas novelas protagonizan breves periodos de euforia entre críticos, escritores y lectores. Muchas veces forman parte de aciertos editoriales que cumplen su objetivo comercial de inmediato o, por el contrario, permanecen años en catálogo, con pocas ventas, hasta que una corriente de entusiasta revisionismo propicia nuevas ediciones.

Otras veces el éxito tardío nace de la crítica profesional que difunden medios de larga tradición, reputados en el ámbito de la cultura. Para grata sorpresa de editores de poca fe, el entusiasmo de un crítico o la confesión de las preferencias literarias de un escritor de peso pueden generar, si se conjugan los astros, reacciones en cadena.
Por estos u otros mecanismos análogos -o por vías imprevisibles-, resurgieron novelas o autores que parecían haber llegado para quedarse en el seno referencial de las literaturas comparadas. Pero la obcecación del olvido solo había concedido una tregua: las agujas retornaron al pajar y, en diversos casos, ni los mismos descubridores volvieron a citar sus hallazgos.
Son muchos los libros que podrían nombrarse. No obstante, hoy nos centraremos en las novelas Stoner (1965), de John Williams, y El mundo de Larry (Larry’s Party, 1997), de Carol Shields. Puede que, a pesar de tratarse de narraciones de calidad, incluso quienes las hayan leído antes o cuando resurgieron, tal vez ni siquiera las recuerden.

En estas dos novelas, estructuralmente sencillas, sin alardes técnicos pero con acertados ritmos narrativos, los protagonistas son hombres que podrían considerarse comunes: William Stoner, opaco académico, de origen humilde e infelizmente casado; Larry J. Weller, florista ornamental primero y experto en diseño de laberintos de seto vivo después; dos veces casado, también dos veces divorciado.
Ambas narraciones coinciden en la indagación del significado de las elecciones vitales, las pasiones y el amor que atraviesan la existencia en su devenir cotidiano. El estilo biográfico predomina, aunque el costumbrismo y las claves de época enriquecen con sobriedad el contexto en el que los personajes intentan realizarse.

Stoner, publicada originalmente en 1965, retornó con fuerza a partir de 2010. Hasta en Argentina –a través de editorial Fiordo- tuvo doce ediciones. La primera en castellano la publicó en La Laguna, Tenerife, la editorial española Baile del sol, que apostó también, sin mucho éxito, a otra novela del autor: Solo la noche.
El Premio Nobel que en 2013 tan merecidamente recibió Alice Munro despertó cierta euforia por las escritoras canadienses. En nuestra lengua, Tusquets venía publicando novelas de Carol Shields, una escritora de fuste, premiada con el Pulitzer en 1995, pero con público lector reducido en el plano mundial y menciones de la crítica para su obra narrativa prácticamente circunscriptas a La memoria de las piedras.

Así, con la euforia, su penúltima novela (1997), El mundo de Larry, fue redescubierta mientras Stoner todavía estaba en el candelero. Ambas obras compartían rasgos que, al menos en el lustro que les tocó en suerte, daban la impresión de haber despertado una inexplicable fascinación crítica a la que se sumaba el elogio de escritores consagrados.
Poco después, sin embargo, Shields volvió a quedar a la sombra de Munro y Atwood, reinas de la literatura canadiense en la valoración internacional. A Carol, cuentista, novelista y dramaturga, finalmente, no le fue dado el privilegio de trascender con fuerza las fronteras de su patria adoptiva –había nacido en Estados Unidos-. Un privilegio que, sin duda, su talento merecía.

Carol Shields defendió con vehemencia la literatura que -no sin algo de sorna- la crítica del siglo XX había encasillado dentro de la narrativa de temas domésticos, especialmente la producida por escritoras.
En definitiva, el siglo que transitamos le dio, aunque fugazmente, una nueva oportunidad a dos novelas cuya aparente sencillez antes les había concedido solamente una categoría cercana al provincianismo. Reaparecieron con el entusiasmo propio del hallazgo que, como tantos otros en nuestros días, duró poco. Tal vez haya que acostumbrarse a estos chispazos. Oblivion siglo XXI.
Sea como fuere, no dejan de ser lecturas recomendables.
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