Autoficción

Una cronología crítica del fenómeno literario-teatral de hibridación que desdibuja los límites entre veracidad y verosimilitud.

Por Ficcional para Noticias La Insuperable

Una cronología exhaustiva debería iniciarse antes de nuestra era, al menos en el 1270 a. C. con El libro de los muertos, (papiro de Hunefer), donde “el propio escriba eligió incluirse como tema y aparece como un personaje más en el juicio ante los dioses, ofreciendo su vida y su obra a Maat, diosa de la justicia”, según palabras de Fernando Báez que cita Luis Mora en La literatura egódica (2014).

Los hitos, incluso antes de llegar al Libro de Buen AmorEl QuijoteCorreo de otro mundo y Niebla -por citar solo algunas obras señeras de la literatura española-, serían muchos. Aquí nos limitaremos a un recorte más o menos ilustrativo de los antecedentes del siglo XX, aunque antes de ordenarlos es preciso citar un acontecimiento teatral del XIX neoyoquino: la puesta en escena –1852– de Lola Montes en Baviera; Lola Montes representa su propia obra, en la que es protagonista; puede, por tanto, considerársela pionera del teatro autoficticio.

1917Cuentos de amor, de locura y de muerte, de Horacio Quiroga.

1945. «El Aleph», de Jorge Luis Borges, cuento publicado ese año por revista Sur y luego, en 1949, en el libro homónimo de editorial Losada.

1968El hipogeo secreto, de Salvador Elizondo. La presencia de Elizondo dentro del texto fue considerada críticamente como parte de sus recursos metaficcionales, una perspectiva que Quesada Gómez (2009) juzga cercana a la autoficción.

1975. “Homenaje a Roberto Arlt”, en Nombre falso, de Ricardo Piglia.

1977Fils (Hijos), de Serge Doubrovsky. En la portada figuraba la simple indicación genérica “Novela”, pero en la contraportada Doubrovsky decía: ¿Autobiografía? No, ese es un privilegio reservado a los importantes de este mundo, en el otoño de sus vidas y en un estilo bello. Ficción de acontecimientos y de hechos estrictamente reales; si se quiere, autoficción”. Doubrovsky, así, acuña el término, neologismo en ese entonces. Pero «Como padre de la autoficción, muchos críticos proponen a Doubrovsky, aunque, a mi modo de ver, confunden al padre con el padrino. Doubrovsky no es el inventor, sino un autor que reflexiona sobre el género y propone un término inspirado para designar una realidad ya existente. Como siempre ha pasado, el fenómeno literario es anterior a su teorización.», señala Diana Diaconu (2017).

Del mismo año es La tía Julia y el escribidor, novela de Mario Vargas Llosa en la que el autor es protagonista con su propio nombre.

1979La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante.

En las últimas dos décadas del siglo XX y las primeras del XXI la autoficción crece en producción textual, genera más teorizaciones, incrementa su público y gana el interés de las industrias culturales. Todo esto, claro está, no sin traumas o controversias.

Gustavo Saffores y Bruno Pereyra en Tebas Land de Sergio Blanco

Sergio blanco (2018) señala que «Desafortunadamente hacia finales del siglo XX, todos estos procesos de personalización y esta cultura de sí mismo van a terminar cayendo en las garras perversas de las economías de mercado y de los medios masivos de comunicación que pervirtiendo el conocimiento de sí al que invitan estos procesos y culturas del yo, lo van a terminar llevando a un encierro ególatra y nauseabundo.». Por eso «El siglo XX que hacia los 70 invitaba a la personalización del yo, se cierra entonces con una dictadura ultraliberal de la des-subjetivación que no hace más que fomentar el oscurantismo, el conformismo, la hipocresía y el aislamiento del individuo.».

El gran director, dramaturgo y actor franco-uruguayo, al referirse al panorama del siglo XXI, destaca que «Hoy en día ante la amenaza cada vez mayor de esta des-subjetivación dirigida por las nuevas economías de mercado y que no hace más que conducir a los autoritarismos políticos, a los integrismos religiosos y a los comunitarismos sociales que finalmente prohíben y sancionan toda forma de expresión individual –oponiéndose así al proceso de personalización posmoderno–, la autoficción vuelve a surgir con fuerza como una alternativa artística que busca resistir a esta intimidación des-subjetivadora.».


Referencias

Blanco, S. (2018). La autoficción: una ingeniería del yo. Madrid, Punto de vista.

Diaconu, D. (2017). «La autoficción: simulacro de teoría o desfiguraciones de un género». * En: La Palabra, núm. 30, Bogotá, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

Quesada Gómez, C. (2009). La metanovela hispanoamericana en el último tercio del siglo XX. Las prácticas metanovelescas de Salvador Elizondo, Severo Sarduy, José Donoso y Ricardo Piglia. Madrid, Arco.


Imagen (top): francescociccolella.com – (C) Francesco Ciccolella



Descubre más desde Noticias La Insuperable

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

2 Comentarios

Deja un comentario