FENTANILO – Los chats del escándalo. “Por favor, no dibujemos más”

Los mensajes internos de Laboratorios Ramallo revelan el caos, la falsificación documental y la negligencia criminal que derivaron en la tragedia del fentanilo contaminado, que ya dejó al menos 20 muertos y más de un centenar de víctimas bajo investigación. El juez Ernesto Kreplak fue categórico: “La documentación no reflejaba la realidad de lo que pasaba dentro de la planta”.


El laboratorio del descontrol

El caso del fentanilo contaminado sigue sacudiendo al país y desnuda un nivel de corrupción y desidia empresarial pocas veces visto. Según reveló El Destape, los chats internos entre los trabajadores de Laboratorios Ramallo dejan en evidencia que la producción de medicamentos se realizaba bajo un verdadero descontrol: informes “dibujados”, documentos predatados, datos inventados, insumos a la intemperie y fallas sistemáticas en controles de calidad.

Todo esto ocurrió bajo la órbita de Ariel García Furfaro, dueño de HLB Pharma Group y Laboratorios Ramallo, procesado junto a otras 12 personas por adulteración de sustancias medicinales con resultado de muerte.


Los chats del horror

Los intercambios por Whatsapp son un retrato brutal de cómo se falseaban documentos para presentar ante la ANMAT y otros órganos de control.

Un ejemplo contundente es el del supervisor Diego Chavarri, que al referirse a la documentación del lote 60000 de Propofol admitió: “Ya todos sabían que esa producción se hizo en el aire con respecto a lo documental. Hay que armar todo de cero entre todos los involucrados”.

El director general Javier Tchukrán, reconociendo la práctica, lanzó: “Ven a lo que voy de hacer cosas dibujadas. Por favor, no dibujemos más y cada vez que hagamos algo asegurémonos de tener la información necesaria mínima”.

Pero el cinismo no terminó ahí. En otro pasaje, una supervisora preguntó si debía mentir en los reportes. La respuesta fue tan simple como atroz: “Y me parece que no queda otra cosa que mentir”.


Condiciones dantescas

La resolución de 401 páginas del juez Kreplak describe un escenario digno de una pesadilla: problemas con el agua, insumos a cielo abierto, sistemas informáticos en ruinas y ausencia de controles de calidad básicos.

“¿Era confiable la documentación que registró la producción y control de calidad de los lotes adulterados de fentanilo? La respuesta es no”, sentenció Kreplak.

Los llamados batch records, registros de fabricación esenciales para garantizar seguridad, eran inventados a posteriori y armados para zafar de las inspecciones.


De la morfina al fentanilo

Las irregularidades no se limitaron al fentanilo. El juez detalló fallas graves en la producción de morfina y otros medicamentos, con falta de compuestos fundamentales y hasta controles de calidad interrumpidos porque un técnico “colgó”.

Pero en el caso del fentanilo, el descontrol fue letal. Los lotes 31202 y 31244 estaban contaminados con dos bacterias –Klebsiella pneumoniae y Ralstonia mannitolilytica– y su aplicación en hospitales derivó en una cadena de muertes evitables.


Una tragedia sanitaria evitable

La investigación judicial determinó que los dueños del laboratorio conocían perfectamente las irregularidades y aun así continuaron produciendo. No solo eso: omitieron el retiro del mercado de los lotes contaminados, a pesar de que habían sido notificados de las fallas.

El resultado fue devastador: al menos 20 muertes confirmadas y 124 casos bajo análisis por posible vínculo con la droga adulterada.

“Los responsables sabían con claridad que, en las condiciones en que se encontraban funcionando, cualquier producto estaba muy por fuera de las Buenas Prácticas de Fabricación. No obstante, decidieron producir. Así se fabricó el fentanilo adulterado”, remarcó Kreplak.


Procesamientos y responsabilidades

Por estas razones, el juez resolvió el procesamiento de Ariel García Furfaro como principal responsable, acusado de adulteración de sustancias medicinales que resultó en muerte y adulteración peligrosa para la salud.

La causa, que ya es considerada una de las más graves tragedias sanitarias de los últimos años, abre un interrogante ineludible:
¿Cómo fue posible que un laboratorio con estas falencias siguiera operando impunemente bajo la mirada de los organismos de control?


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