Una velada con Ishiguro

Ishiguro

A veinte años de la publicación de Nunca me abandones, en NLI presentamos nuestro monográfico sobre Kazuo Ishiguro: un ida y vuelta por la obra y la actividad artística del Nobel 2017 en amplia cronología crítica.

Por S. Belén, J. Áster y A. Lagreca, monográfico para Noticias La Insuperable ·

La indiscutible centralidad en la narrativa del siglo XXI del autor de Los restos del día no se explica tan fácilmente como podría suponerse. La crítica no siempre fue tan favorable a su obra ni tan benevolente como con otros escritores que llegaron a la cima de las letras internacionales.

Tampoco Ishiguro le impuso criterios propios a los muchos cineastas que transpusieron sus novelas, más allá de haber colaborado en los guiones. No fue un niño tan mimado por los realizadores como se cree, incluso invirtió energías creativas en fallidos proyectos cinematográficos que hubiese podido despreciar por inciertos.

Lo que queda
Lo que queda del día

Gran parte de las razones que parecen claras para fundamentar su éxito internacional ocultan, sin embargo, raíces mucho menos obvias que los aciertos cinematográficos que le dieron el gran empujón hacia la fama o, también, la supuesta osadía al ficcionalizar desde su posición en la alta cultura literaria temas distópicos e inquietantes, oportunos para generar polémica. O, claro, el Nobel mismo.

Todo esto puede entenderse como relativo e, incluso, casi superficial ahora que es posible recorrer el amplio corpus que incluye un sinnúmero de entrevistas en medios tradicionales y digitales, crítica literaria –ortodoxa y heterodoxa-, cinematográfica e historia y literaturas comparadas, más lo mucho inclasificable. Hay material escrito y audiovisual suficiente para organizar una velada con Ishiguro sin su presencia física.

[La ocasión es propicia para invitar a la lectura o relectura de Mi velada con el siglo veinte –y otros pequeños descubrimientos, su discurso en Estocolmo ante la Academia al recibir el Nobel de Literatura.]

La desconfianza que aconseja la experiencia literaria respecto de cualquier explicación que los escritores den sobre sus obras o influencias creativas tiene escaso valor en el caso de K. Ishiguro: aunque no elude las demandas periodísticas de auto-interpretación, sus respuestas tienden, las más de las veces, a referir ideas que pretendía desarrollar y a resultados, atmósferas y connotaciones que atribuye más a su inconsciente que a sus intenciones e influencias –que no niega-.

No obstante, reconoce y detalla todos los escritores y escritoras que considera fundamentales e influyentes en la formación profunda de su arte narrativo. No duda en declarar que se trató de la formación de un prosista sin brillo de base que se benefició del paso por la universidad –que, además, le permitió conocer la obra de los autores que enumera y enseguida nombraremos- y de los cursos de escritura creativa.

Dickens

Victoriano y realista en los cimientos

La narrativa de la época victoriana,  principalmente la de Charlotte Brontë, Charles Dickens, Jane Austen, George Eliot, también Wilkie Collins, es para Ishiguro “ficción pura del siglo XIX que leí por primera vez en la universidad”[i], una base sólida para la escritura.

Tanto los famosos citados como George Eliot (Marian Evans), menos canónica quizá pero con una obra revalorizada a fines del siglo XX, solían publicar por entregas. Y aunque esta modalidad podría haberles exigido forzar la estructura e intensificar más de la cuenta las acciones de algunos personajes, Ishiguro  destaca sus novelas como fuente de confianza en la narrativa que trabaja con herramientas tradicionales: trama, estructura y personajes.

Esto, sumado a lo impronta realista que les atribuye -en el sentido de mundo creado en la ficción más o menos similar al mundo en que vivimos-, constituye su paradigma inicial para construir una obra en la que sea posible sumergirse.

Entre los autores que no pertenecen a la Inglaterra victoriana pero reconoce también como dadores de bases sólidas de escritura para él, nombra a Dostoyevsky, Chéjov y Tolstoi. Estas influencias se harán más nítidas al promediar su producción novelística, sobre todo a partir de Nunca me abandones (Never Let Me Go, 2005).

Perfección estructural temprana y platonismo

En sus dos primeras novelas, Pálida luz en las colinas (A Pale View of Hills, 1982) y Un artista del mundo flotante (An Artist of the Floating World, 1986), afloraron las sólidas bases de escritura y la eficacia de las herramientas tradicionales como temprana excelencia técnica. En la tercera, Los restos del día[ii] (The Remains of the Day, 1989), la perfección le dejó cierto sabor amargo a pesar del éxito.

La oración final de la reseña crítica de la novela en The New Yorker: «El problema con esto es que todo funciona como un reloj», le confirmó lo que él ya sospechaba: no estaba asumiendo el riesgo de meterse en honduras, en temas polémicos, en el fructífero desorden. Repetirse a sí mismo lo inquietaba. El orden y la perfección se le habían vuelto en contra.

De esta inquietud y de su afán por escribir para un público amplio, internacional, nació la idea de Los inconsolables (The Unconsoled, 1995), novela en la que se propuso seguir una lógica onírica universal. La crítica fue dispar, con una cuantas lapidarias, igual que sucedió mucho después con El gigante enterrado (The Buried Giant, 2015).

La lógica de los sueños de Ishiguro no fue tan bien entendida ni elogiada por la crítica como la del onirista por antonomasia de las letras rumanas contemporáneas, Mircea Cărtărescu. Los inconsolables recibió todo tipo de caracterizaciones con tendencia negativa: desde obscura a artificiosamente desfachatada se ensayaron todos los matices.

Cărtărescu

“Pero no cambiaría ni una palabra de Los inconsolables. Eso era lo que yo era en ese momento. Creo que ha encontrado su lugar con los años.”, reflexionaba Ishiguro más de diez años después de haberla publicado. “Me preguntan sobre eso más que sobre cualquier otra cosa. Cuando estoy de gira con un libro, sé que una sección de la noche tiene que estar dedicada a Los inconsolables, particularmente en la Costa Oeste de Estados Unidos. Los académicos escriben sobre esa más que sobre cualquiera de mis otras novelas.”[iii]

En cuanto a influencias filosóficas, más de una vez Kazuo Ishiguro se declaró platónico –o al menos influido por los diálogos socráticos- y trasladó a los personajes de su producción temprana la problemática del “creer saber”. A Susan Hunnewell le dio la siguiente explicación: “A veces, la gente basa toda su vida en una creencia sincera que podría ser errónea. De eso tratan mis primeros libros: gente que cree saber. Pero no hay una figura de Sócrates. Son su propio Sócrates.”.

Un paréntesis gastronómico

Entre 1983 y 1986, a la par del trabajo en sus dos primeras novelas, Ishiguro piensa en la posibilidad de concebir historias para la pantalla chica que rocen el absurdo y rompan con la estética predominante. El auge de la gastronomía, que gana espacio en la televisión, lo inclina hacia la sátira. Así, en su guión de El gourmet (1984), explota la desmesura en una ambientación gótica.

Tras muchas idas y vueltas, la BBC convoca a Michael Whyte para dirigir El gourmet. Ha habido cierta confusión para fechar esta obra, pero lo cierto es que recién pudo verse en TV a fines de 1986.  

Con menos postergaciones había llegado a la pantalla de Channel 4 A Profile of Arthur J. Mason, otro de sus guiones del periodo. Este film televisivo era una ficción con la estructura y apariencia del documental, también dirigido por Whyte.

Dos estereotipos

El mayordomo y el detective ingleses son estereotipos –mitos incluso- universales. Stevens había funcionado en Los restos del día como personaje con proyección hacia el público internacional sin que en el momento de concebir la novela esa hubiera sido la principal motivación del autor. La lógica de los sueños en Los inconsolables, no tanto. Había llegado la hora del detective.

Lo que queda del día

Cuando fuimos huérfanos (When We Were Orphans, 2000), dice Ishiguro, “me dio más problemas que cualquier otro libro”. ¿Por qué? Por haber sido  su intención original enmarcar una novela detectivesca a la inglesa dentro de la novela principal: “Quería que Banks resolviera otro misterio, al estilo de Agatha Christie. Pero terminé tirando casi un año de trabajo, ciento nueve páginas.”.

Christopher Banks, el protagonista, en definitiva, no tuvo una faz de mito universal cercano a Poirot.  Su desdoblamiento interior fue el de una disyuntiva: resolver el misterio de sus padres o detener la Segunda Guerra Mundial.

El Poirot de D. Suchet

Esta novela, ambientada en Shangai, fue la última que concibió antes de cerrar el siglo XX. A partir de aquí atravesará el ecuador de su evolución literaria.

En 2003 se estrenó la película La música más triste del mundo (The Saddest Music in the World), una producción canadiense dirigida por Guy Maddin, con guión original de Kazuo Ishiguro y la actuación de Isabella Rossellini como Lady Helen Port-Huntley.

Ishiguro y Maddin convinieron ubicar la acción en Winnipeg, Manitoba, el mismo escenario que eligió Carol Shields para los personajes de su novela -muy celebrada en Canadá- El mundo de Larry, una de las narraciones que destaca Vueltas a olvidar, artículo publicado aquí, en LNI.

El desafío argumental para Ishiguro fue imaginar una historia propia de la década del treinta, relacionarla con los efectos de la gran depresión sin caer en clichés, que privilegiase la transgresión y con una trama que pusiera en competencia a personajes codiciosos o desesperados ante la ruina pero enfrentados por pasiones amorosas. En definitiva, una trama que le diera la oportunidad a Maddin de lucirse al recrear la estética de esa época.

Kathy, Querig, Klara

A veinte años de la publicación de Nunca me abandones, Ishiguro habla de la importancia de crear mundos posibles pero solo levemente extraños, que nos den la sensación de encontrarnos a las puertas del valle inquietante.

Anagrama, la editorial que publica su obra traducida al castellano -Ángel Luis Hernández, Jesús Zulaika, Antonio-Prometeo Moya y Mauricio Bach, en este orden, fueron los traductores hasta la publicación de la última obra, en 2021-, con motivo del aniversario, difundió videos breves en los que el autor se dirige a los lectores para explicar con sencillez cómo construyó la atmósfera de la novela, qué interpretaciones metafóricas supone que han primado en la recepción y cuántas ideas lo motivaban creativamente en aquel entonces.

El cruce simbólico del ecuador evolutivo como escritor que señalábamos más arriba –que coincide con el convencional cambio de siglo-, el impasse de diez años entre las publicaciones de Nunca me abandones (2005) y El gigante enterrado (2015), el Nobel en 2017 y Klara y el sol (2021), reflejan la irrupción de nuevas preocupaciones e interrogantes en la narrativa de un escritor definitivamente consagrado.

La búsqueda de sentido en esta etapa interroga más a las sociedades que al individuo. Las “vidas perdidas” dejan de ocupar los primeros planos, subyacen pero no acaparan la angustia implícita en las historias. Las atmósferas de extrañeza ganan terreno. Aparece también el contrapunto entre memoria colectiva y olvido.

En Nunca me abandones, Platón abdica en favor de Dostoyevsky: la problemática social ligada a la existencia de clones implica reflexión sobre qué es en verdad el alma humana y cuáles son los rasgos esenciales que en la actualidad podemos atribuirle. La atmósfera de extrañeza nunca es tan intensa como para romper la empatía con Kathy y sus pares, tan heridos como nosotros, lectores, por la inexorable finitud.

Esta novela es la única del autor que, al menos hasta ahora, llegó al teatro bajo la responsabilidad artística de un director reconocido internacionalmente: Yukio Ninagawa la estrenó en Tokio en 2014.

Yukio Ninagawa

También en 2005 se estrena La condesa blanca, con guión original de Ishiguro concluido en 2004, que vuelve a elegir Shangai y una época cercana a la de las acciones de Cuando fuimos huérfanos como entorno para los personajes de la película, la condesa rusa venida a menos y el ex diplomático ciego, herido por la decepción política e irremediablemente destrozado por la pérdida de su familia.

La condesa blanca

Como un remanso, aparece Nocturnos: cinco historias de música y crepúsculo (Nocturnes: Five Stories of Music and Nightfall, 2009). Entre dos novelas, una colección de cuentos que entronca con su pasión musical –El verano que cruzamos Europa bajo la lluvia (2024) recopila las letras de dieciséis canciones que escribió para Stacey Kent-. Se trata de su única colección de cuentos publicada hasta hoy.

Los cinco relatos de Nocturnos comparten la fuerza omnipresente de la música. El humor, la irrupción de la desmesura, las atmósferas de ensueño y pesadilla se intensifican o diluyen con impronta musical.

El punto de vista siempre es el del narrador protagonista. La imagen del mundo de quien cuenta su historia -o la del otro- es el cristal que favorece la ambigüedad y la polisemia que se entrecruzan con el sobrio lirismo, tan propios del estilo de Ishiguro.

Ya en 2015, de nuevo en el territorio de la novela, una década después de la última –publicada en 2005-, otro de los grandes interrogantes que predominan en esta etapa creativa del autor encuentra su marco expresivo en el medievo, con base en el ciclo artúrico pero en tiempos de convivencia pacífica entre británicos y anglosajones.

El gran interrogante ahora se relaciona con la memoria, como después lo planteó en su discurso de 2017 en Estocolmo, como flamante Nobel:

“¿Qué son exactamente los recuerdos de un país? ¿Dónde se guardan? ¿Cómo se comparten y controlan? ¿Hay momentos en que olvidar es el único modo de detener los ciclos de violencia, o de impedir que una sociedad se desintegre abocada al caos o a la guerra? Por otro lado, ¿se pueden de verdad construir países libres y estables sobre la base de una obstinada amnesia y de una justicia no aplicada?”

La amnesia atraviesa El gigante enterrado (The Buried Giant, 2015). La voz narrativa, con pinceladas de oralidad medieval, focalizada en la pareja de ancianos,  Axl y Beatrice, que protagoniza la historia, limita su omnisciencia en favor de la atmósfera de olvido e incerteza que predomina en toda la narración.

Finalmente se revela que la persistente bruma –que los protagonistas sospechan responsable de empañar los recuerdos- la genera y mantiene Querig, dragón hembra que entronca con la tradición medieval pero que, confinada, oculta y vieja, no es el monstruo que siembra el miedo y somete; es rehén de un artificio para borrar la memoria histórica, para forzar una convivencia entre británicos y anglosajones, convivencia en realidad asentada sobre iniquidades.

Muerta Querig, comienzan poco a poco a aflorar los recuerdos que vuelven a poner en riesgo la convivencia pacífica. Sin niebla, aparecen indicios, fragmentos de memoria recuperada. Hay sospechas, se atan cabos, se hacen conjeturas.

Podría inferirse, por ejemplo, que la decadencia del universo artúrico no empezó con la infidelidad de Ginebra y Lancelot, ociosos ante tanta perfección alcanzada en un reino justo e ideal, sino que fue la caída irremediable de una hegemonía forjada en engaños, felonías, acuerdos rotos unilateralmente, traición, miserias del honor y veladas esclavitudes.

Esta novela tal vez haya sido más duramente criticada que en su momento Los inconsolables. Hubo un elevado número de coincidencias poco favorables a El gigante enterrado entre críticos de medios tradicionales y medios digitales con cierta trayectoria virtual: se esgrimieron en todos los casos negativos razones bien fundamentadas. Dos ejemplos podrían ilustrar la situación: los artículos de James Wood en New Yorker, “Los usos del olvido” (The Uses of Oblivion), y de Darío Fernández  en Fabulantes, “El gigante enterrado, Kazuo Ishiguro: el escritor desnortado”.

Klara y el Sol (Klara and the Sun, 2021) es la última novela que conocemos de Ishiguro. Otra vez podría hablarse de una distopía a su estilo, pero ahora con una elección arriesgada en lo técnico: el punto de vista. La primera persona narrativa de la voz protagonista es la de un robot. Klara, humanoide de características femeninas, catalogado como AA -amiga artificial-, lleva la voz cantante.

A Klara, si bien no es de última generación en el aspecto tecnológico, le basta con exponerse a la luz solar para reponer energía y cuenta con la capacidad de “autoeducarse” a través de la observación. Josie la elige como AA y su madre se la compra. A partir de esta transacción Klara cambia de entorno: pasa de una gran tienda a un hogar.

Poco a poco, a medida que perfecciona sus funciones de acompañante y cuidadora de Josie, queda en el vórtice de las tormentas familiares. Aparecen conflictos que ella intenta comprender. Relata desde la objetividad pero, como señala Martínez Hidalgo[iv], es “una voz narradora excesivamente encadenada a sus límites como para poder extraerle a las líneas argumentales propuestas todo su potencial. Klara es una gran protagonista, pero no una buena narradora protagonista.”.

Esta novela podría considerarse, en algunos aspectos, una vuelta de tuerca en relación a Nunca me abandones, pero no en otros. Hay temas que se profundizan e interrogantes que se comparten, pero es otro el mundo posible construido.

La cercanía entre lo humano y lo artificial inquieta poco y nada, tan poco que –a excepción de grupos de oposición aludidos casi como inactuales luditas-  hasta podría hablarse de una convivencia asimétrica en la que la funcionalidad y características del humanoide no desentonan ni preocupan en demasía. La atmósfera inquietante, la extrañeza, son ahora patrimonio exclusivo de las acciones e intenciones humanas.

La espera entre penúltima y última novelas esta vez fue más corta pero, con un Nobel en el camino, la expectativa era enorme. Buena parte de críticos y lectores esperaban una narración de incomparable calidad y largo aliento que no reconocieron en Klara y el sol. Superado el irrazonable desengaño, las valoraciones de la obra fueron mucho menos enconadas que en 2015. Hubo consenso: se trataba de un buen libro.

En 2022 Ishiguro vio llegar a la pantalla grande otro de sus guiones, en este caso uno de 2020: se estrenó Vivir (Living) en el Festival de Cine de Sundance -Park City, Estados Unidos-. El Nobel 2017 había trabajado a partir de las obras de Tolstoi, La muerte de Iván Illich, y  Akira Kurosawa, Ikiru.

Trascendió que existe un proyecto para llevar al cine Klara y el sol. El director sería Taika Waititi y el guionista, quizá con apoyo de Ishiguro, Dahvi Waller.

Por otro lado, desde 2023 viene hablándose sobre el interés de Guillermo de Toro por adaptar al cine El gigante enterrado usando la técnica de stop motion, aunque hasta ahora no ha habido información precisa ni noticias de avances; tampoco se sabe nada todavía de las posibilidades de esta iniciativa de contar con el visto bueno o el apoyo de Kazuo Ishiguro.



[i] Hunnewell, Susan (2008): Entrevista a Ishiguro para The Paris Review -Número 184.

[ii] O Lo que queda del día (traducción que se prefirió para titular la versión cinematográfica para el mundo de habla hispana).

[iii] Hunnewell, Susan: Ibid.

[iv] Martínez Hidalgo, F. (2021): “Klara y el sol, Kazuo Ishiguro: sobre lo difícil que es seguir siendo humano en un mundo de silicio”. En: Fabuantes, https://www.fabulantes.com/2021/04/klara-y-el-sol-kazuo-ishiguro/


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