OpenAI presentó Sora 2, su nuevo generador de videos con audio, diálogos y rostros hiperrealistas. Pero la verdadera jugada está en la red social que prepara para alojar ese contenido: un ecosistema cerrado donde sólo habrá videos creados por inteligencia artificial.
Por Celina Fraticiangi para Noticias La Insuperable

Imagen: CFOTO/picture alliance
Sora 2: el laboratorio visual de OpenAI
OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, acaba de lanzar Sora 2, la evolución más potente de su generador de videos con inteligencia artificial. El nuevo modelo no sólo crea imágenes en movimiento con una calidad cinematográfica, sino que además incorpora audio sincronizado, diálogos coherentes y rostros hiperrealistas capaces de sostener una conversación frente a cámara.
Aunque el acceso a Sora 2 está restringido a usuarios invitados, en cuestión de horas los clips comenzaron a inundar redes tradicionales, desde impresionantes secuencias de acción hasta escenas surrealistas donde la realidad y la imaginación se funden.
Según la revista WIRED, el nivel de detalle alcanzado por Sora 2 «pone en jaque la frontera entre lo real y lo generado», abriendo un debate sobre derechos de imagen, propiedad intelectual y manipulación audiovisual.
Una red social “solo para IA”
Pero la novedad no termina en el software. OpenAI planea lanzar una nueva red social de videos verticales, inspirada en TikTok, que funcionará como vitrina exclusiva para los contenidos producidos por Sora 2.
Allí, los usuarios no podrán subir material grabado con su cámara: todo deberá pasar por el generador de la empresa. El sistema incorporará un verificador de identidad para autorizar el uso de la imagen de cada participante, lo que permitirá que los usuarios “aparezcan” en videos generados por otros, una especie de cameo digital a escala global.
“Cameos” digitales y la nueva era de la interacción audiovisual
La futura plataforma incluirá herramientas clásicas como el feed “para ti”, la posibilidad de comentar, poner likes y reeditar videos creados por otros. OpenAI busca que la interacción se base en participaciones digitales, donde cada usuario pueda integrarse en producciones generadas por IA, manteniendo su rostro, voz o estilo visual.
La novedad técnica —y también legal— es que los usuarios verificados podrán ser etiquetados en videos de IA realizados por otros, un paso más allá de los filtros o efectos colaborativos de las redes actuales.
Competencia feroz en el universo IA
La movida de OpenAI no ocurre en el vacío. Meta lanzó recientemente Vibes, su propia red social de clips generados por IA, mientras Google presentó nuevas herramientas para creadores en YouTube, integradas con su modelo Veo 3. En tanto, TikTok mantiene una política más conservadora: prohíbe los videos de IA que puedan inducir a error en temas sensibles, como política o salud.
La competencia apunta a un mismo horizonte: el entretenimiento automatizado, donde los humanos ya no solo consumen contenido, sino que pueden ser generados dentro de él.
El talón de Aquiles: los derechos de autor
Sin embargo, OpenAI llega a esta expansión envuelta en juicios por uso indebido de material protegido. The New York Times y otros medios la demandaron por entrenar sus modelos con textos y videos sin licencia.
Sora 2 incluye, según los primeros testers, bloqueos automáticos ante pedidos que podrían violar derechos de autor, como reproducir escenas o voces de artistas reconocidos. No obstante, la efectividad de esos filtros —y el verdadero alcance del respeto a la propiedad intelectual— sigue siendo una incógnita.
El futuro según Sora
Con Sora 2 y su inminente red social, OpenAI parece apostar a algo más que a la tecnología: una nueva forma de participación cultural. En ese espacio, los usuarios dejarán de ser espectadores o creadores tradicionales para transformarse en personajes generados, reimaginados y remixados por una inteligencia artificial.
El desafío será ver si ese mundo —tan fascinante como inquietante— sigue siendo humano, o si ya empezó la era del cine sin cámaras, donde la realidad se escribe en código.
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