
Un bibliotecario argentino que se debate entre la fantasía y las dudas existenciales guiado por el omnipresente Henrik Ibsen.
Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·
A esta altura, Pedro entre páginas se perfila como uno de los grandes unipersonales de 2025. El influjo ibseniano animó a Emmanuel Maximiliano Pereyra a recrear Peer Gynt, construir una dramaturgia sólida, darle vida a un bibliotecario argentino contemporáneo e interpretarlo. Una labor, si se quiere ciclópea, que confío a la dirección de Mariano Terré.
El texto dramático de autor y el trabajo textual siguen siendo una riqueza para el teatro. Más allá de interpretaciones extremas de la teorización de Lehmann (Postdramatisches Theater, 1999) y de que entre texto y acontecimiento teatral haya, efectivamente, una cierta independencia, una relación sin subordinaciones taxativas, el enriquecimiento persiste: se concreta día a día en infinidad de escenarios. Pedro entre páginas no es la excepción.
El perfil del bibliotecario, un humanista que pone la técnica al servicio de la cultura, un individuo sedentario por naturaleza profesional, tiene por distintas razones su aparente contracara tanto en el Peer Gynt de la antigua tradición noruega (llamado el Ceniciento) como en el de Ibsen. Hallar la ligazón esencial entre Pedro y Peer, entonces, se presume como uno de los arduos desafíos que enfrentó Pereyra en su recreación.

De paso, pero no menos importante, si hablamos de bibliotecarios e, implícitamente, de bibliotecas, no podemos dejar de pensar en un influjo borgesiano, posiblemente también inspirador para Emmanuel. Borges no dudaba en calificar a Peer Gynt como la obra maestra de Ibsen. Y decía respecto del personaje:
“Peer Gynt es el más irresponsable y el más querible de los canallas. La ilusión del yo lo domina. Aspira, escarnecido y roto, al alto título de Emperador de Sí Mismo”.
Por otro lado, Gynt encarna un cosmopolitismo sui generis que en el cuarto acto él mismo caracteriza: “Pero soy ciudadano del mundo por naturaleza. / Todo lo que me ha concedido la suerte se lo debo a América / y mis bibliotecas bien repletas de libros / se las debo a las modernas escuelas alemanas.”
Peer Gynt, además, es la contracara del protagonista de otro poema dramático de Ibsen: Brand, personaje inflexible, fanático, que entiende que su credo le exige diferenciar solo entre lo blanco y lo negro e imponer una moral rígida. “Lo que se representa en el escenario de la vida de nuestros tiempos es el conflicto entre Brand y Peer Gynt”, dice el académico noruego Thomas Eriksen.

El citado académico aporta muchas otras claves para entender cómo Gynt se acopla al lenguaje del siglo XXI, a sus problemáticas y contrastes: compromiso, alejamiento de posibles conflictos, indiferencia o relativismo ético, políticas fundamentalistas de identidad frente a hedonismo vitalista, postura cosmopolita frente a fascismo, y muchos dilemas del yo que vienen de lejos pero hoy por hoy se multiplican.
No es casual, entonces, que Pedro, el bibliotecario que abreva en Gynt, busque la libertad ante la sospecha de un destino prefijado e intrascendente, y que su idea de cosmopolitismo ligada a la notoriedad guarde relación con las diversas obras literarias que los rodean.

Sin llegar al extremo de afirmar que nuestra existencia responde absolutamente a un guion preestablecido e inmutable, que nuestro destino está escrito en piedra y jamás podrá ser alterado lo más mínimo, sí podemos pensar en condicionamientos verosímiles, racionales, marcados por nuestro origen, ambiente y educación.
No poder trascender estos condicionamientos nos llevaría a ser personas comunes, del montón, a gozar una libertad solo aparente. La economía nos sitúa en un decil estadístico, la educación que reproduce desigualdades nos adiestra para una función y un lugar social, para aceptar rutinas y limitaciones.

Encontrarle salida a este laberinto determinista hasta el imperio de sí mismo sonaría a quimera para aquel que se lo planteara sin el auxilio de los librescos mundos posibles. Sin embargo, para Pedro, interrogarse tiene sentido, un sentido que imbrica humor y fantasía en tonalidades de soliloquio con ritmo poético.
Pero así como Peer Gynt elige huir de cualquier problema, sentimiento o compromiso, Pedro también en determinados momentos se apoltrona en su zona de confort. Según se vea, allí deja de lado lo que en verdad sí tiene a su alcance para trascender o se aísla en sus dominios de bibliotecario para no arriesgarse a quitar las capas de la cebolla hasta el núcleo, que puede o no existir, de su yo.
“Se encuentra [Peer Gynt en la famosa escena del quinto acto, cuando ya lo había perdido todo en un naufragio] absorto en meditaciones sobre la vida, pelando una cebolla como si estuviera penetrando en su personalidad y la sabiduría adquirida a lo largo de toda una vida. La conclusión es inevitable: “¡Cuántas capas! ¿Cuándo va a aparecer el núcleo?”.” (T. Eriksen)
Los ibsenianos que, como Borges, hayan profundizado en Peer Gynt, disfrutarán de un universo de connotaciones, de un plus que no desmerece la experiencia de quienes no tengan un vínculo estrecho con esta obra del dramaturgo noruego.
Por último, recordemos que Emmanuel Maximiliano Pereyra partió de un texto dramático escrito en verso, es decir: un poema dramático. Aunque haya trabajado en adaptarlo, no olvidó la importancia del ritmo y la musicalidad. “Prefiero que no lo traduzcan antes que verlo en prosa”, había sentenciado Ibsen más de un siglo atrás (estrenó la obra en 1876 y, según se sabe, la había escrito ya en 1866).
La coherencia de ibseniano –Pereyra declaró que su experiencia como alumno de Agustín Alezzo le había posibilitado disfrutar de una relación artística estrecha con el autor noruego-, seguramente, lo llevó a actuar con una riqueza de tonos, ritmos y musicalidad discursiva sobresalientes pero nada afectados. Se trata de un destacado trabajo con la voz que le otorga a la obra una cadencia placentera, reconfortante para el público.


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