
Un autor menospreciado e incomprendido por décadas vuelve tras más de medio siglo de ostracismo escénico.
Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·
A Antonio Ordóñez Valverde, asturiano de ley y poeta de la biodiversidad
En la vida civil fue Alejandro Rodríguez Álvarez, un exiliado asturiano que vivió muchísimos años como porteño ilustre. Buenos Aires aún lo recuerda. En las décadas del 40 y 50, incluso en la del 60, gozó entre nosotros de enorme prestigio como dramaturgo y guionista de cine y TV. Artísticamente, firmaba Alejandro Casona.
Sin la personalidad arrolladora de García Lorca, sin historia trágica ni críticos peninsulares o hispanistas que profundizaran en el valor simbólico de su amplia creación teatral, Casona pasó los tres últimos años de su vida en una España que casi casi lo tenía por un don nadie, por un fósil que había dado poco y ya nada tenía para dar al arte dramático. Solo al franquismo le interesaba tenerlo como símbolo de falaz aperturismo ideológico.

La propaganda dictatorial del caudillo le permitió contar con un inicial favor del público, con cierta curiosidad por ver qué ofrecería el retornado, y estrenar su última obra, El caballero de las espuelas de oro. No obstante, la crítica peninsular fue mayoritariamente impiadosa. Tras su muerte (1965), hasta los hispanistas extranjeros le dieron un lugar de cuarta categoría en la historia de la literatura española e hispanoamericana.
“Prohibido suicidarse en primavera (1937), La barca sin pescador (1945) y Los árboles mueren de pie (1949), son sus obras más conocidas. No se trata de grandes obras. Aunque con frecuencia llegan hasta el mismo borde de la reflexión sobre cuestiones graves, y adoptan lo que prometen ser unos procedimientos dramáticos eficaces, nunca llegan a cumplir estas promesas y acaban derivando hacia la fantasía gratuita.” (Gerald G. Brown[i], hispanista británico; los subrayados son nuestros)
Otra dictadura, la que sufrimos aquí, en los setenta, prolongó su recuerdo a través del teatro leído escolar: las profesoras de castellano de la secundaria no dudaban en incluir alguna de sus obras en los anodinos programas. Era una de las tantas formas de no arriesgarse, se creía. Sirenas varadas, árboles que mueren de pie y damas del alba alternaban con el máximo riesgo lorquiano de aquellos días de colegio: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores.

Con indudables merecimientos, Federico García Lorca atravesó el tiempo sin mácula. Pero la supervivencia hasta nuestros días del teatro poético dejó de lado a Alejandro Casona. Su modo de simbolizar, su fantasía y lirismo cayeron en desgracia crítica década a década. Tanto se le reclamaba a su obra, que ni la de Lorca hubiera podido satisfacer las demandas.
Pero en la capital mundial del teatro independiente, olvidos e injusticias no son eternos: 2025 cierra con, al menos, cuatro puestas de autoría del dramaturgo asturiano: una de Prohibido suicidarse en primavera, dos de Los árboles mueren de pie, y otra de La dama del Alba.

En Bululú Club de Comedias, este mes, Casona convive con Ibsen –Casa de muñecas– y García Lorca –La casa de Bernarda Alba-. Para don Alejandro, la apuesta es por partida triple: Prohibido suicidarse en primavera y Los árboles mueren de pie, los domingos, y La dama del alba, los sábados. Este espacio, Bululú, tiene a Casona como protagonista autoral desde hace varios años.
En Salas Cortázar, desde 2021 -Paseo La Plaza-, sábados y domingos, viene representándose Los árboles mueren de pie. Sigue en cartel. El lustro que termina muestra una gradual recuperación del arte escénico de Alejandro Casona, una revalorización que hace pensar en miradas críticas liberadas de un prejuicio que reinó por medio siglo de incomprensión.

Para nuestra última década, con su pandemia depresiva mucho más temible que las amenazas víricas, con una literalidad de supervivencia, con los automatismos financieros y de mercado que ahogan la fantasía e imponen la pasividad que fomenta el ascenso de autócratas e indolentes, las metáforas del teatro de Casona, su tan menospreciada simbología, recobran el sentido profundo, también de acicate de la reflexividad, por tanto tiempo negados.
BULULÚ, CLUB DE COMEDIA -Av. Rivadavia 1350, Ciudad de Buenos Aires-, ver en Alternativa.
SALAS CORTAZAR -Corrientes 1660, Ciudad de Buenos Aires-, ver en Alternativa.
[i] A Literary History of Spain, Londres, Ermest Benn Ltd., 1974.
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