
Mirémonos en el ejemplo de aquellas mujeres de Atenas: cuando fustigadas, no lloran, se arrodillan, piden, imploran, más duras penas, cadenas.
Por Alfonsina Madry para Noticias La Insuperable
Si nos apartamos de las islas de bienestar ideológico que nos crean los algoritmos, veremos no sin asombro el exitismo que hace delirar a unos cuantos compatriotas devenidos fanáticos del libertarianismo en todos sus aspectos pero, sobre todo, del económico. Fuera del archipiélago, hay una vida mental entre desopilante y desoladora.
Esta suerte de grotesco tiene su patio de conventillo en el amplio éter argento. Los emprendedores con agua al cuello, los menesterosos con esperanza, los clasemedieros que catan arroz partido y los funcionarios que se ufanan de triunfos pírricos, se unen en letanías motivacionales y denuestos a fantasmales comunistas.
Año a año tenemos la sensación de vivir en un mundo distinto e imprevisible. Sin embargo aquí, en nuestro reino del revés, todos los esfuerzos parecerían destinados a crear un microclima de eterno retorno. Como párvulos, estaríamos a la búsqueda de la repetición; como masoquistas, daría la impresión de que también ansiáramos la repetición del sufrimiento y el esquilme.
Festejamos las figuritas repetidas de los súper villanos, tarareamos los cantos de sirena que vuelven, nos embelesamos por igual con las bicicletas de José Alfredo o de Toto, con tablitas de cualquier tipo, como si fueran de la ley, con las manos duras de Albano o Pato, con las metáforas de economía doméstica aplicadas a un país que festeja endeudarse y, en fin, seguimos atribuyéndole sabiduría al que esgrime un par de citas abstrusas.

La letanía de las mismas reformas imprescindibles nos encuentra siempre tan bien dispuestos como al sinceramiento de tarifas de servicios y al reacomodamiento de precios relativos. El consabido “esta vez es distinto” nunca deja de ser música para los oídos. El Dios que es argentino toma las formas de Martínez-dios, de la condena al éxito o de las fuerzas del cielo.
Mientras los corifeos de una caterva de funcionarios enardecidos hacen gala, en X o donde los bits los lleven, del pogromo que extermina con burocrática saña a discapacitados y pasivos, empleados rasos con ínfulas de economistas reclaman más castigo a científicos e investigadores.
Entre noticias falsas e inverosímiles sesgos informativos, el optimismo torna en festejo diario. El fin de la historia del vetusto Fukuyama revive para la historia argentina que, por lo visto, terminó a fines de 2023: ya nada es igual, ni parecido, ni similar, todo es nuevo y exitoso.
Como memes de la memoria, como burladores burlados, queremos dólar barato, amamos los importados y que no haya más jubilados. Nada de derechos, ni feminismo, salvo el de las Mujeres de Atenas:
Mírense en el ejemplo de aquellas mujeres de Atenas / Viven para sus maridos, orgullo y raza de Atenas / Cuando amadas, se perfuman / Se bañan con leche, se arreglan sus melenas / Cuando fustigadas, no lloran / Se arrodillan, piden imploran, más duras penas, cadenas…
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