El valle inquietante

La intuición de un robótico japonés del siglo XX recobra fuerza en un presente de simulaciones que pretenden humanizar el orden antinatural.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

Los artificios se han vuelto el pan nuestro de cada día. Desde la automatización prácticamente ilimitada hasta la IA, los bots que surcan las redes y la robotización que promete prontas creaciones perfectas, los límites entre lo natural, lo que aparenta ser natural y lo que no lo es se difuminan.

Aceptamos esta realidad tal vez porque fascina o porque es tan cotidiana que ha dejado de llamar a la reflexión.

Construir lo antinatural como si no lo fuese viene de lejos: asesores de imagen, realidad virtual, marketing organizacional o personal y un sinfín de constructos que evolucionan o dejan paso a otros más contundentes que atraviesan el devenir social, económico y político desde hace mucho tiempo.

Costumbre y pérdida gradual de capacidad de asombro se conjugan para que el artificio colonice campos que inciden en aquellos aspectos de las necesidades humanas que no admiten virtualización, simulacro ni inmaterialidad: techo y comida, entre los obvios e ineludibles.

La digitalización avasallante, por su parte, también dio paso a nuevas formas de credulidad  inmediata de lo ilusorio, a la decisión rápida emocionalmente tutelada desde el éter y a sinsentidos de pertenencia e identificación acrítica rayanos en el fanatismo.

Así las cosas, el artificio alcanzó también a las personas públicas, mucho más allá de asesorías de imagen y diseño de estrategias discursivas: el mundo se pobló de personajes políticos cuyos perfiles de actuación parecerían responder a una partitura de laboratorio de la irracionalidad orquestada  para hacer confluir cantos de sirena con extremismos, destrucción e ilusión, desconcierto y espejismos, todo a la vez.

Si imagináramos a un observador desapasionado, este no podría encontrar muchas diferencias entre alguno de estos personajes y un robot humanoide programado para asumir siempre y en todo lugar –no tiene esto nada que ver con teorías trasnochadas y mono-causales sobre la inflación- un comportamiento procaz, desafiante, monotemático y destructivo basado en profunda incoherencia entre el decir, el alocado denuesto constante contra esto o aquello y el real hacer.

Masahiro Mori

El valle inquietante

En enero de este año falleció Masahiro Mori, famoso robótico y humanista japonés. Su actividad creativa era, claro, la robótica, pero su pensamiento iba mucho más allá de sacarle provecho al automatismo de los autómatas.

En 1970 Mori publicó un artículo en el que planteaba que los verdaderos humanos, puestos ante un robot de apariencia humana, sentirían empatía hasta llegar a lo que denominó «valle inquietante», es decir: cuando percibirían que el artificio se parece muchísimo a los humanos pero no alcanza un ciento por ciento de semejanza. A partir de allí el cambio de reacción emocional sería abrupto: la afinidad inicial trocaría en contundente rechazo.

Tras plantear la teoría –o lo que también podría considerarse una intuición atractiva-, el robótico nipón continuó investigando sus implicancias e incidencia en el quehacer humano, la espiritualidad y la vida afectiva pero, en realidad, nunca pretendió que a su idea se le otorgara estatus científico: la lanzó al mundo con generosidad intelectual, para que también otros la enriquecieran o refutasen, o le sacaran provecho en otros campos del conocimiento, incluso en los de las ciencias blandas y las artes.

Figuras de diseño

Ante la superabundancia de artificiosidad, da la impresión de que nuestros ingresos mentales al valle inquietante son cada vez más frecuentes. No es la robótica, seguramente, única responsable de las tétricas visitas.

Los humanos mismos, en especial los que toman el poder de estados grandes y chicos, pueden llevarnos a la zozobra psíquica: ¿qué alquimia de la tecno-manipulación pudo inclinarnos en determinado trance a legitimar al comicastro como estadista, al antaño bufón a tener credenciales cívicas para poner patas arriba el mundo?

Algunas de las entradas al valle inquietante tendrán el plus de angustia del inconfesable secreto, del temor a la cancelación social por ir contra la corriente y dudar y rechazar. De la figura de diseño para cosechar sufragios a la tentadora conversación con una IA complaciente, o al bot que pronto muestra su limitado repertorio como funcionario automático, todo artificio impuesto nos lleva, más temprano que tarde, con paso firme o a hurtadillas, al valle.



Descubre más desde Noticias La Insuperable

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

2 Comentarios

Deja un comentario