Un olvidado vigente

Fritz Hochwälder y la obediencia debida: el dramaturgo austríaco vuelve a la escena alternativa de Buenos Aires a través de El refugiado.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

Muchos de los nombres de los dramaturgos que sacudieron la escena universal en la segunda mitad del siglo XX siguen resultándonos familiares: los directores argentinos aún trajinan sus textos y a menudo nos ofrecen excelentes puestas. En contraste, unos pocos de esa época, sobre todo los que escribieron en alemán, casi podría afirmarse que cayeron en el olvido.

Decimos “casi” porque días atrás descubrimos, con mucho agrado, que una obra de Fritz Hochwälder estaba representándose en Buenos Aires. Y que sigue en cartel.

Las creaciones del trío Hochwälder[i], Max Frisch, Friedrich Dürrenmatt, que tuvo gran relevancia en el desarrollo de la dramaturgia contemporánea en lengua alemana –y sigue teniéndola-, se extrañan en el rico circuito independiente nacional.

El recolector de frambuesas en 2023 © Moritz Schell

Suele considerarse que estos dramaturgos acusaban mayor influencia de Brecht y Bernard Shaw que de otros más cercanos al influjo de Artaud y Jarry. No obstante, las diferencias entre ellos eran claras en cuanto a estilo, temática y cosmovisión. Por otro lado, cada uno tenía su preocupación y, hasta podría decirse, sus obsesiones.

Compartían, eso sí, además de no haber renunciado a la innovación formal ni a los planteos paradojales u oscuros,  una visión: la crueldad, el ensañamiento y la violencia tenían motivación política de fondo, es decir: no  incorporaban estas acciones como recurso ligado a una sinrazón cuasi mítica o al sino que se impone por capricho de una deidad sádica.

En cuanto a Fritz Hochwälder, destaca su vigencia: el grueso de sus obras parece venir como anillo al dedo de la realidad argentina. La que ahora está en cartel es El refugiado –conocida también como El fugitivo-. La dirige Norberto Mangaroni y hasta el 22 de noviembre podrá verse en Taller del ángel.

El director, formado en la escuela de Alejandra Boero (Nuevo teatro), ya antes había dirigido otra de las obras del autor, en versión de Kurt Pahlen: El acusador público. Tanto en esta como en la que dirige ahora, aparece el tema del hombre que justifica su proceder alegando el deber de obedecer órdenes y subordinarse al poder.

En el texto dramático de El acusador público (1954), ambientado en el contexto del terror en la Revolución francesa, varios parlamentos del acusador Fouquier-Tinville dan cuenta de las maneras en que puede esgrimirse la “obediencia debida”: “-Aquí solo obedecemos órdenes. No nos alcanza responsabilidad alguna: podemos servir a cualquier partido con la conciencia limpia. Seguimos al que está en el poder.”. O también: “-¿Reacciones? Mo me interesa la política. Obedezco la ley y ejecuto las órdenes que se me dan. No pregunto si son buenas o malas.”

1981[ii]

En El refugiado (1945), las justificaciones del guarda fronterizo giran igualmente en torno al “órdenes son órdenes”, aunque, como veremos, tienen rasgos singulares. De todos modos, pueden encontrarse réplicas como esta del refugiado/fugitivo: “-¡Él solo obedece órdenes! Y no le importa saber de quién son, y el que diga la verdad es su enemigo, porque si escuchara tal vez se encontraría con que él mismo es un asesino, y tan deplorable como sus amos…”.

Ambas obras corresponden a la fecunda etapa en la que Fritz Hochwälder privilegió el drama interior, el conflicto que en una mente humana van desatando el autoengaño y la verdad, o ideas enfrentadas. Ese conflicto mental puede estallar o no. Cuando estalla, como en la mayor parte de las obras de este periodo creativo del autor, el personaje, hasta allí acostumbrado a desligarse de la responsabilidad o a actuar según creencias que mantiene a pesar de sus dudas, vive un instante de revelación en el que toma conciencia de quién es realmente.

Donadieu, otra obra teatral de F. H. (1953)

Pero ese instante de revelación, si llega, siempre es tardío: no redime al hombre ni repara el daño, más bien suele coronar una tragedia personal y social. Al ambicioso Fouquier-Tinville no le llega, y al provincial jesuita Alfonso Fernández, en El experimento sagrado (también conocida bajo el título Así en la tierra como en el cielo), le llega segundos antes de la muerte.

Alfonso comprende que por cumplir su voto no hizo lo que creía justo cuando debía pero que, además, todas sus creencias eran equivocadas; sea como fuere, sabemos que ninguna de las alternativas entre las que podría haber optado era justa y que la razón económica que motivaba la destrucción de su obra estaba por encima de cualquier ilusión de justicia o creencia religiosa.

El choque entre la ilusión de lo vivido y lo que debió haber sido una vida auténtica, la frustración moral, los momentos de decisión en los que todo es vía muerta y el autoengaño que se manifiesta exteriormente como repertorio de argumentos falaces, destacan en este periodo creativo de Hochwälder.

Fritz Hochwälder

En la breve etapa siguiente, un impasse -si se quiere- en vistas de que cerrará su ciclo creativo con un retorno a la anterior, aborda el vacío existencial, el problema de la esterilidad espiritual del hombre moderno. Destacan Jueves, un drama de moralidad medieval y su secuela, 1003. En ambas deja de lado un recurso que venía manejando con eficacia: el monólogo, que hacía avanzar la trama de manera no convencional.

Pero en dos obras posteriores, El recolector de frambuesas y La orden, de 1964 y 1965 respectivamente, retorna estilística, estructural y temáticamente a su manera de construir el drama que en parte había dejado de lado durante el impasse que cerró con 1003[iii] (también de 1964).

En estos textos profundiza su análisis de la mentalidad de aquellos que apoyaron al nazismo, labor psicológica constante que atraviesa su producción teatral. Afina también la ironía para mostrar que el nazismo sobrevive en Alemania y otros países: “En su acertada y cómica sátira El Recolector de Frambuesas, cuestiona la autocomplacencia histórica y la inercia al abordar el pasado en la Austria de posguerra.”[iv].

Volviendo a El refugiado, podría decirse que exige al director que actualiza el texto porque Hochwälder trabaja la dualidad del personaje del guarda fronterizo no solo a través de la justificación convencional que cae por su propio peso, como la de Fouquier-Tinville –al fin y al cabo un impostor-, sino que adiciona elementos de la cotidianeidad y razones afectivas que generan inquietud, que se mezclan con sentimientos encontrados.

El director N. Mangaroni

En definitiva, las exigencias son enormes tanto para el director como para los actores. El refugiado, en esencia un fugitivo que lucha por sobrevivir al acoso sin caer en un abismo moral, padece la incertidumbre que significa vida o muerte entre una mujer, que ha tomado súbita conciencia de una realidad aterradora, y el marido, funcionario que se desdobla como Hyde-robot y Jekyll atravesado por el amor.

Un hombre que justifica el imperativo de la obediencia debida más en el amor que lo lleva a proteger a su mujer y su hogar que en el deber inevitable, despierta inquietud pero también incómodos chispazos de empatía. Entre el amante protector en busca de la felicidad hogareña compartida y el funcionario que actúa como un robot del exterminio, gira un conflicto con matices siniestros y traumáticas reminiscencias.

Festejamos el retorno de Hochwälder a nuestro teatro independiente. Es justo decir que hay razones no artísticas ni de calidad dramática que influyen en la ausencia de muchos autores de su talla. Un elemento de peso es el pago de derechos, onerosos la mayor parte de las veces. Fritz falleció en 1986: falta mucho todavía para que sus obras pasen al dominio público.

Valga el ejemplo de lo sucedido con el teatro de Bertolt Brecht, cuyos derechos caducaron recién en 2023: hasta ese momento, las leoninas exigencias de los administradores del legado autoral -que hasta cuestionaban partes de las adaptaciones- hacían casi imposible llevar sus obras a escena. Lo que pudo disfrutarse de Brecht en el circuito independiente hasta que alcanzó el dominio público tenía detrás un enorme esfuerzo económico para el teatro no comercial.


INFORMACIÓN EN ALTERNATIVA TEATRAL


[i] “Todas las obras de Fritz Hochwälder, dramaturgo que en su época fue considerado junto a Friedrich Dürrenmatt y Max Frisch, pero que ahora ha caído en el olvido, tenían una temática histórica y política. Sus obras se representaron o estrenaron en el Burgtheater, el Festival de Salzburgo y el Theater in der Josefstadt («Meier Helmbrecht», «El experimento sagrado», «El fiscal», «Lazaretti o el tigre de sable»), se leyeron en escuelas y se adaptaron para la televisión austriaca.” (theaterkompass.de)

[ii] Rabell, Malkah. «El fugitivo, fuerte obra dramática». El Día, 1983. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>.

[iii] El número de “burlas” a la honra femenina de Don Juan, burlador de Sevilla.

[iv] De la crítica a la puesta, en noviembre de 2023, de EL RECOLECTOR DE FRAMBUESAS de Fritz Hochwälder en el Theater in der Josefstadt de Viena. Theaterkompass, miércoles 22 de noviembre de 2023.


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