Ibsen sin territorio

Una versión de Los pilares de la sociedad que elude coordenadas fundamentales se estrenó en el Teatro Presidente Alvear de Buenos Aires.

Por Jorge G. Andreadis para Noticias La Insuperable

Adaptar obras de los padres del teatro moderno tiene sus riesgos. El realismo socio-crítico del Ibsen de Los pilares de la sociedad (1877) no parece resistir muy bien la falta de anclaje en tiempo y espacio: la fuerza dramática del autor noruego se diluye en una nebulosa temporal sin territorio. Deja el regusto a clásico edulcorado.

Para Harold Bloom, en 1994, eran trece los autores absolutamente imprescindibles: Shakespeare, Dante, Chaucer, Cervantes, Montaigne, Milton, Goethe, Wordsworth, Whitman, Tolstoi, Ibsen, Proust y Joyce. “La lista del equipo de salvamento de la civilización occidental: si lo perdemos, no sobreviviremos”. Esto afirmaba en su obra El canon occidental.

Doce años después de la publicación del libro de Harold Bloom, en 2006, se conmemoró el centenario de la muerte de Henrik Ibsen. Poco antes de los homenajes, la diplomacia oficial de Noruega encaró tareas de difusión internacional e investigación ibseniana. Se supo que en un solo mes de 2005, mayo, Ibsen había sido representado ciento veinticinco veces a lo largo del mundo, incluso en Bangladesh: una reafirmación de su jerarquía de clásico teatral.

A oídos noruegos llegaban voces extranjeras, algo paternalistas intelectualmente pero amantes del teatro: “Los noruegos no entienden lo peligrosamente actual que es Ibsen.”. ¿Seguirá siéndolo veinte años después, o ya ni siquiera lo era en ese aniversario? ¿O todo dependerá de la dramaturgia, de cómo se lo adapte?

“Pero es bastante improbable que Ibsen siga estando igual de vigente hoy que en 1881. Si está vigente ha de ser de nuevas maneras. Y por cierto, ¿qué significa estar vigente? ¿Y en qué difiere esa vigencia de la denominación de clásico?” (Tore Rem)

La adaptación de Los pilares de la sociedad, es decir: una faceta importante de la dramaturgia,  la trabajaron Juan Carlos Fontana, Martín Seefeld, Carolina Solari y el director, Jorge Suárez, que detalla: “Juan Carlos Fontana nos ayudó con la primera parte de la versión, y después trabajamos mucho nosotros, Martín, Carolina y yo, para llegar a la versión que vamos a ver.”. Seefeld también actúa.

Martín Seefeld, que considera a su viejo amigo Mauricio Macri modelo de honestidad, pilar moral del país, que pensó  -y expresó públicamente- que nos iba a salvar el mejor equipo de sátrapas de los últimos cincuenta años que lideró el ingeniero, ¿también entenderá que Ibsen sigue estando, al menos simbólicamente, como plantea Bloom, en un equipo de salvadores muy distinto al de Mauricio?

Como responsable de gran parte de esta dramaturgia, ¿habrá aportado sus granos de arena para una puesta a satisfacción de espectadores ávidos de neutralidad, de un placebo con pátina de clásico que justifique mantenerse en la zona de confort de la indignada apolítica?

El “había una vez…” no le sienta bien al teatro de Ibsen. Simular neutralidad, menos. La porfía por mantener vigente a toda costa, o a costa del clásico de turno, la impostura de los políticos que pregonan la antipolítica -y ni bien pueden desfinancian el teatro independiente-, empobrece la escena.

Los esfuerzos para lograr una ambientación que no dispare asociaciones con lugar y época saltan a la vista, con efecto igualmente empobrecedor, en esta versión de Los pilares de la sociedad.

El director, en entrevista con Carlos Diviesti, dice: “Tratamos que no se hable de Noruega, que la ropa no sea exactamente de esa época, que sea un pasado atemporal y cercano. Lo que me interesa es contar el cuento, es lo que quiero que llegue.”.

Evidentemente, irse a la noruega decimonónica hubiera sido poco feliz. Pero lo del “pasado atemporal y cercano” suena más a cuento que el que declara querer contarle al espectador: había una vez un empresario y político corrupto, mujeres ninguneadas por doquier y el fascinante melodrama de amores, desamores y amoríos envolvía a todos.

Antes, en la misma entrevista, Jorge Suárez había anticipado: “hay un mundo melodramático que me provocó un atractivo enorme. Acá hay una novela como las de Migré, y no por desmerecer a Ibsen, porque Migré fue un autor muy talentoso. Hay algo en estos cruces amorosos que llaman mucho la atención, que hacen ameno el ‘cuento’”.

Alberto Migré, revalorizado tardíamente –como Corín Tellado y don Marcial Lafuente en España-, tenía entre otras virtudes la de no eludir el presente argentino en sus telenovelas. Valoraba tiempo, espacio y ambientes concretos, realidades sociales que enmarcaban el melodrama. Bastaría con recordar las circunstancias en las que Rolando y Mónica alternaban pasión y desencuentros en Rolando Rivas, taxista, su mayor éxito.

Rolando Rivas, taxista – Alberto Migré

No desmerece a Ibsen, claro, un circunstancial acercamiento a Migré, pero sí lo desmerece el despojo de la dimensión socio-política de su obra, que reclama contextos bien definidos para que el realismo crítico tenga sentido en nuestros días.

Con Henrik Ibsen en ostracismo, Los pilares parece decir: Karsten Bernick en algo se parece a los corruptos que tuvimos alguna vez, y las mujeres sojuzgadas sufrieron, pero ahora es distinto aunque el feminismo se haya pasado de rosca; y, lo mejor, ¡cuántas pasiones encontradas, qué humanamente imperecedero e interesante el torbellino de sentimientos!

Esta simulación de teatro ibseniano empaña pero no invalida, ni le resta mérito, a las grandes actuaciones y a los aciertos del director que, a fin de cuentas, logra un cometido con el que no es fácil estar de acuerdo. Recomendable para amantes de clásicos intervenidos con leves retoques y aspartamo.


Los pilares de la sociedad, de Henrik Ibsen. Adaptación de Juan Carlos Fontana, Martín Seefeld, Carolina Solari y Jorge Suárez. Dirección de Jorge Suárez. El elenco está integrado por Martín Seefeld, Eleonora Wexler, Mara Bestelli, Gerardo Chendo, Edgardo Moreira, Pablo Finamore, Antonia Bengoechea, Alfredo Castellani, Daniela Catz, Susana Giannone, Gilda Scarpetta, Agustín Suárez, Lolo Crespo, Fernando Sureda, Luis Longhi y Donata Girotti. Teatro Presidente Alvear -Av. Corrientes 1659, Ciudad de Buenos Aires-;  viernes, sábados y domingos, hasta el 30 de noviembre. | CTBA https://complejoteatral.gob.ar/
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