En Malasia, Donald Trump y Luiz Inácio Lula da Silva mantuvieron una reunión que marca un giro en la estrategia de Estados Unidos hacia América del Sur. Washington busca recuperar influencia económica en la región y desplazar a China como principal socio de Brasil. Lula, con pragmatismo, abrió la puerta a un entendimiento que podría concretarse en pocas semanas.
Por Celina Fraticiangi para Noticias La Insuperable
El nuevo mapa del comercio
El encuentro entre Trump y Lula del 26 de octubre en Malasia fue el punto de partida para un acercamiento que nadie imaginaba meses atrás. El gobierno brasileño confirmó que ya se estableció un calendario de reuniones y que se trabaja en un acuerdo comercial que podría cerrarse en las próximas semanas. La idea central es clara: Estados Unidos quiere volver a ocupar el lugar que China le arrebató como principal socio de Brasil.
El cambio no es menor. El comercio bilateral entre ambos países ronda los 84 mil millones de dólares, muy lejos de los 151 mil millones que Brasil mantiene con China. Desde 2009, el gigante asiático superó a Washington como su primer socio comercial, y desde entonces el intercambio se triplicó. En ese mismo período, el vínculo con Estados Unidos apenas logró duplicarse.
Un giro estratégico tras los aranceles
Hasta hace poco, las relaciones entre ambos países atravesaban tensiones. Los aranceles del 50 % que Estados Unidos impuso en agosto a las exportaciones brasileñas golpearon sectores clave como el cárnico y el cafetalero. En apenas dos meses, las ventas brasileñas a Estados Unidos cayeron de 3.800 millones a 2.600 millones de dólares.
El cambio de tono de Trump y la predisposición de Lula abren la posibilidad de revertir ese escenario. Ambos gobiernos coinciden en que un acuerdo comercial estable permitiría reducir desequilibrios y recuperar la confianza mutua.
Brasil busca margen de maniobra
Para Lula, el acercamiento no implica abandonar a China, sino recuperar margen de maniobra en un mundo multipolar. Brasil necesita ampliar mercados, mejorar precios y diversificar destinos. Negociar con Estados Unidos es una jugada pragmática: fortalece la posición brasileña en el comercio global y evita depender de un solo socio.
Al mismo tiempo, el gesto de Trump hacia Brasil se inscribe en una estrategia más amplia: reposicionar a Estados Unidos frente al avance chino en América Latina. Washington entiende que Brasil es la puerta de entrada para recuperar presencia en la región.
Lula negocia, Milei se arrastra
La diferencia entre un líder que negocia y uno que se arrastra es, en definitiva, la que separa la soberanía de la dependencia. Lula dialoga con todas las potencias, defiende los intereses de su país y busca condiciones beneficiosas sin subordinarse a nadie. Su reunión con Trump es un ejemplo de diplomacia pragmática: Brasil se sienta a la mesa como socio, no como súbdito.
Milei, en cambio, ha construido una política exterior basada en la subordinación ideológica. Su alineamiento incondicional con Estados Unidos e Israel no le ha traído ningún beneficio concreto a la Argentina. Mientras Lula negocia desde la fortaleza, Milei se arrastra desde la debilidad. El primero busca acuerdos que generen desarrollo; el segundo firma compromisos que aumentan la dependencia.
Negociar implica defender intereses propios, establecer condiciones y obtener resultados concretos. Arrastrarse es aceptar lo que el otro impone, por miedo o conveniencia. La diferencia no es solo de estilo: es una cuestión de dignidad nacional.
Un cambio que impactará en la región
El acercamiento entre Brasil y Estados Unidos puede reordenar el mapa comercial latinoamericano. Si el acuerdo avanza, los países vecinos deberán adaptarse a un nuevo equilibrio de fuerzas. Para la Argentina, será un desafío mayor: mantener relaciones equilibradas con ambos gigantes sin perder autonomía.
El mundo se está reconfigurando, y los países que sepan negociar su lugar en él saldrán fortalecidos. Brasil lo entendió a tiempo. La Argentina todavía tiene un presidente que confunde política exterior con sumisión.
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