Lucha de castas

Libros, viejas conferencias, teorías e ideas que ayudan a comprender el ascenso de la extrema derecha  libertaria y la triste realidad que continuará padeciendo el grueso de la población argentina.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable •

Los movimientos al interior de la élite vernácula implican arduas batallas de las que solo se perciben, a veces, sombras deformadas al mejor estilo platónico.  La encarnizada lucha entre facciones de privilegiados, sin ir más lejos, es una realidad universal en absoluto ajena a la nuestra.

Argentina no está fuera del mundo, ni mucho menos. La letanía a la que nos acostumbraron los oportunistas del ajuste, del cambio y, ahora, de las fuerzas del radicalizado firmamento, juega con el fantasma de un aislamiento tan inverosímil como la quimera de ver a las élites despojadas de sus prebendas.

En la parte superior de la distribución de la renta de los distintos países se encuentra la élite, día a día más enriquecida y con mayores ventajas comparativas que el resto de los mortales. Aspirar a formar parte de lo más granado de ella, a ocupar un lugar allí con voz, notoriedad  y poder, es un objetivo que comparten muchos competidores. Hay en ese campo, por supuesto, espacio para pocos.

Así las cosas, se acumulan frustraciones, luchas encarnizadas e innumerables escaramuzas. La élite se fragmenta y diferentes facciones entran en pugna por conseguir el visto bueno de los poderosísimos  o la legitimación por apoyo popular. La decadente tragicomedia está servida al mejor estilo de un banquete obsceno.

El repetido festín elitista ha puesto ahora a la Argentina en el candelero internacional. Un outsider de la ultra-derecha toma un vocablo, “casta”, de sus colegas peninsulares y lo presenta en bandeja de plata a los desposeídos que se agolpan con sus desilusiones en los estratos bajos y medios. Los invita a jugar a la ruleta rusa con cinco balas. Perdidos por perdidos, aceptan.

De Adorno a Turchin y Horowicz

Remontándose a mediados del siglo pasado, sorprende la vigencia de una conferencia de T. W. Adorno pronunciada en abril de 1967 en la Universidad de Viena, «Rasgos del nuevo radicalismo de derecha», que permaneció inédita por más de cincuenta años pero hoy puede leerse en una excelente edición de Taurus, con epílogo de Volker Weiss.

Allí Adorno planteaba que la concentración del capital es la principal causa tras el fascismo y que no deberíamos subestimar estos movimientos de derecha radicalizados por su ínfimo nivel intelectual ni por su falta de teorización; pensar por eso que no van a tener éxito sería una enorme falta de visión política. Estas ideas extremas pueden resurgir y encontrar seguidores cuando las circunstancias socioeconómicas son propicias.

En nuestro país, desde hace muchos años, acostumbramos a hablar con naturalidad de “la clase política” para designar a una de esas facciones de la élite por su especialización en administrar el Estado. Se habla –o hablaba-, según sea el lado del mostrador que se ocupa, también, de oligarquía, patria contratista, agro-garcas, círculo rojo, primer decil o percentil, dueños del país, ricos y famosos, multimillonarios, etc., para ubicar a otras facciones.

Lo cierto es que a los políticos profesionales desde hace rato se los percibe como parte de la élite por su ubicación en lo alto de la distribución de la renta. Casi nunca, salvo por exigencias de pulimento retórico, se echó mano del arcaico concepto de casta, seguramente, por su carácter inactual. La ductilidad del vocablo, su lejanía cultural y posibilidades de aplicación o desaplicación a conveniencia, la aprovechó la ultraderecha peninsular que representa Vox. La salvadora palabreja, así, retornó al campo político del extremismo.

Frustrados con ambiciones políticas

Peter Turchin previó, hace más de una década, un ciclo de inestabilidad en Occidente con una importante escalada de violencia sociopolítica. Lo enmarcó en su modelo de decadencia que,  para sintetizar sin muchas vueltas, tiene una variable esencial: la desigualdad de ingresos o de riqueza.

La ocupación o la ubicación de las personas en una clase concreta puede variar pero lo que en verdad importa es la posición en la escala de ingresos. En la parte superior de la distribución de la renta se encuentra la élite que, como señalábamos, está día a día más enriquecida y, además, con máximas ventajas.

El modelo de decadencia de Turchin señala como factores esenciales de inestabilidad, entonces, el aumento de desigualdad de ingresos –con empobrecimiento acelerado de las masas-, el incremento de la deuda pública y, sobre todo, lo que él llama “sobreproducción de élites”, es decir: hijos de millonarios, comerciantes prósperos  y profesionales universitarios que compiten por un cada vez más reducido número de posiciones de poder, altos ingresos y prestigio.

En la guerra que los ricos le han declarado a los pobres, como se jacta el anciano especulador Warren Buffet, todas las batallas las vienen ganando ellos, los ricos. Los resultados están a la vista a nivel planetario. Es lógico que los aspirantes a engrosar las filas ganadoras se arranquen los ojos. Vale, claro, también para nuestro país.

Algunos multimillonarios, sin embargo, ven la decadencia a la vuelta de la esquina y se anticipan: exigen, por ejemplo,  a la élite política reunida en Davos con motivo del Foro Económico Mundial que introduzca impuestos sobre la riqueza para ayudar a pagar mejores servicios públicos en todo el mundo. Son mecanismos defensivos para asegurarse una permanencia amenazada no tanto por los desposeídos sino, principalmente, por los que se autoperciben marginados a pesar de sus riquezas.

En el reducido campo del privilegio, la facción insatisfecha de la élite se convierte en antagonista que cuestiona el sistema que les impone un orden social contrario a sus aspiraciones. Los frustrados con ambiciones políticas son, para Turchin, un gran peligro: serán los que motoricen la violencia y la desintegración política en Occidente.

El PNA

Por el lado argentino, el camaleónico Partido Nacional del Ajuste (PNA) es, para Alejandro Horowicz, el único que en verdad ha gobernado la Argentina en los últimos cuarenta años, esas fatídicas décadas que él caracteriza como la Democracia de la Derrota. El modelo de negocios apoyado en el endeudamiento y fuga impuesto por el bloque de clases dominantes que aparece en 1976 condiciona a los sucesivos gobiernos desde entonces, sin importar el etiquetado partidario.

La redistribución regresiva impuesta  a partir de ese momento se mantiene inalterable y el orden político, desde de ahí en adelante, es el de administración de la deuda. “Entre 1945 y 1975 los asalariados se llevaban entre el 42 y el 48 por ciento de la torta; Martínez de Hoz, heredero del rodrigazo de 1975, redujo la cuestión a menos de la mitad y este orden redistributivo permanece inalterado”, señala Horowicsz.

Los frustrados facciosos de la élite aprovecharon el talón de Aquiles del kirchnerismo, es decir: no haber podido alterar la matriz distributiva impuesta en el último cuarto del siglo XX, para concretar sus aspiraciones de alcanzar la cima del PNA. Con perfiles públicos diferentes e impiadosas estrategias de engaño girando en torno de un vocablo seductor pero en el fondo vacío –CAMBIO y CASTA- un representante de la mafia empresarial cocoliche, primero, y un outsaider del marginal libertarismo, ahora, lograron ubicarse a través de la legitimación popular en el sitio de la élite que creían merecer.

Horowicz  presenta ese talón de Aquiles con crudeza: “Básicamente lo que hizo el kirchnerismo fue agrandar la torta sin modificar la matriz distributiva” que implica una situación existencial diferente, pero cuando se miran “los instrumentos permanentes del kirchnerismo, los subsidios, se entiende que la matriz distributiva no se modificó; entre 1945 y 1975 los subsidios no existieron: el salario real permitía pagar el transporte, el combustible, la electricidad, es decir, el salario real estaba en condiciones de existir cómodamente. Solamente eran pobres el  4 por ciento; ser pobre en Argentina era ser un desocupado, hoy se puede trabajar en blanco y ser pobre igual”.

Redistribución regresiva del ingreso, modelo de endeudamiento y fuga e imperecedero orden político de administración de la deuda son constantes que atraviesan los últimos cuarenta años de democracia. La democracia de la derrota es, entonces, para Horowicz, “un orden político que no altera absolutamente ninguno de estos elementos decisivos”. La larga agonía del cuarto peronismo es el subtítulo que Horowicz eligió para su última obra publicada: El kirchnerismo desarmado (Ariel, 2023).

Mesianismo letal y pléyade de la venganza

Retornando a la lucha que convulsiona la élite, y considerando que, como señala Jorge Alemán, con el experimento libertario la derecha argentina ha ingresado en “su etapa mesiánica”, no resulta extraño que Milei se haya inclinado por incorporar tecnócratas resentidos, timberos y autócratas vocacionales en vez de neoliberales conscientes de la necesidad de mantener un Estado que implique un marco de racionalidad y contención.

Jorge Alemán

Entre declarados anarco-capitalistas por convicción -pero minarquistas por conveniencia- se engarzan los fracasados que hace más de tres décadas vienen rumiando el veneno de la venganza: neoliberales de la pizza con champagne, ociosos herederos de la patria contratista, figurones del grupo sushi y cultores del endeudamiento y fuga: todos le acercaron su CV -con C de casta y V de vendetta-  al mandatario que muchos medios internacionales caracterizan como “populista de ultraderecha”. El casto de la casta rifó su castidad en jubileo y los recibió con la billetera abierta. Son los vetustos nuevos VIP de libertarismo: venganza, inquina y prebendas.

La literatura del ajuste

La costumbre impuesta por el PNA favorece la inercia discursiva que bendice el sufrimiento. Oralidad y escritura confluyen cuando se trata de militar los ajustes que cíclicamente padecemos en el país. Sería posible afirmar, sin grandes temores al error, que se trata de un género discursivo establecido, con historia y tradición: atraviesa el tiempo e interpela al asalariado, al jubilado, al precarizado, al freenlancer o al menesteroso -con/sin monotributo- desde todos los soportes textuales.

La militancia del ajuste complementa otro de los géneros discursivos de la nueva derecha, es decir: la justificación del ajuste. Este género tiene mucha menos ductilidad que su complementario porque con ínfimos matices apela a comparaciones, analogías y tropos cristalizados desde hace prácticamente medio siglo. De Celestino Rodrigo a Macri, Milei y Caputo, podría decirse, la letanía persiste.

Tradición, costumbre, repetición e imposturas terminaron por darle al ajuste un halo de magia salvadora. Las fuerzas milagrosas del mercado, del ajuste y del cielo son hoy por hoy el maná soñado hasta por los que viven en continua pesadilla.

Al infierno a la fuerza

Aquellos que padecieron el noventismo vernáculo saben que nos faltan un Bernardo, un Mariano y una virtual doña Rosa que apuntalen dialécticamente este vetusto  tiempo nuevo que nos tocará sufrir. Sin besos al suelo de Punta del Este, sin explicaciones pedestres para doña Rosa matizadas con citas eruditas de la antigüedad clásica, el bien se define en lo privado e individual y el mal en lo público, estatal, colectivo y solidario.

La santificación del mercado, ahora, parece que ya no necesita apóstoles ni exégetas.

La lucha de castas nos ha dejado esta vez en las fauces de un monstruoso experimento. La heterogeneidad de lecturas que aquí propusimos es un recorte más entre los muchos que podrían presentarse con el humilde objetivo de tratar de comprender qué fuerzas nada celestiales nos han empujado a las puertas del infierno terrenal.



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5 Comentarios

  1. Excelente síntesis de Silvina Belén.

    «La lucha de castas nos ha dejado esta vez en las fauces de un monstruoso experimento».

    «Entre declarados anarco-capitalistas por convicción -pero minarquistas por conveniencia- se engarzan los fracasados que hace más de tres décadas vienen rumiando el veneno de la venganza: neoliberales de la pizza con champagne, ociosos herederos de la patria contratista, figurones del grupo sushi y cultores del endeudamiento y fuga: todos le acercaron su CV -con C de casta y V de vendetta- al mandatario que muchos medios internacionales caracterizan como “populista de ultraderecha”. El casto de la casta rifó su castidad en jubileo y los recibió con la billetera abierta. Son los vetustos nuevos VIP de libertarismo: venganza, inquina y prebendas».

    UNA RETROSPECTIVA…
    El Ejército, representado por Aramburu, y la Marina, representada por Rojas, a la cabeza de una dictadura fusiladora, cuyo objetivo medular era eliminar al peronismo de la vida nacional, apuntando fundamentalmente al movimiento obrero. El decreto 4161 y los fusilamientos de junio de 1956, máxima expresión de la reacción, se combinaron con la reforma de la constitución (1957) y la implementación de un proyecto económico liberal ideado por Raúl Prebisch, que buscaba desmontar el modelo peronista y lograr la “estabilización” económica con el respaldo del FMI. En este marco de violenta persecución, comenzó la denominada “resistencia peronista”, que se extendió también a numerosos sectores populares no peronistas. Sigue; Onganía aplicó, con apoyo del FMI, un fuerte programa liberal orientado a satisfacer los intereses de los grandes grupos económicos.

    Más, (1976-1983)
    La dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983 contó con el decisivo respaldo de los grandes grupos económicos nacionales y el financiamiento permanente de los grandes bancos internacionales y los organismos internacionales de crédito, como el Banco Mundial y el FMI.
    El saldo de 30.000 muertos y desaparecidos, centenares de miles de exiliados, la derrota del Ejército argentino en Malvinas, la multiplicación de la deuda externa por cinco, la destrucción de gran parte del aparato productivo nacional y la quiebra y el vaciamiento de la totalidad de las empresas públicas a causa de la corrupción de sus directivos y de la implementación de una política económica que beneficiaba a los grupos económicos locales y extranjeros.

    Ahora, en «modo outsider» la ultra-derecha toma un vocablo, “casta”; guiados por las fuerzas celestiales. En nueva versión -que no es propia claro está-, han regresado sí, pero caerán más temprano que tarde. A resistir, marchando, militando cada argentino y argentina del laburo desde su lugar, como se pueda, sin solución de continuidad.

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  2. Las «puertas del infierno terrenal» podrian ser la entrada a la tragedia. Argentina esta mas cerca del desastre de lo que imaginamos

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  3. El hijo tuitero compulsivo y desquiciado de un golpeador violento (colectivero devenido en empresario) y la hermana tarotista gobiernan con el apoyo de antivacunas, terraplanistas, negadores, mafiosos ultraderechistas y alienados QUE PUEDE SALIR MAL??????

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