Sobran los motivos

Por Alejandro Enrique para Noticias La Insuperable ·

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Sobran los motivos para festejar. El fin de la pesadilla necesitaba desahogo, euforia, oxigenación. Pero con las aguas macristas hasta el cuello también sobran los motivos de inquietud. El naufragio planificado por los navegantes del cambio sólo tiene puertos seguros para sus almirantes.

Los números del escrutinio provisional que le aseguran el triunfo a la fórmula Fernández-Fernández tienen su contracara ominosa en los de la derrota oficialista. Un cuarenta por ciento del electorado dispuesto a seguir respirando con los fluidos pútridos de la impostura cerca de las narices es una declaración de masoquismo que excede el desengaño.

El contraste entre la férrea militancia de Kicillof en la provincia de Buenos Aires y la desleída, tardía y timorata campaña porteña del Frente de Todos desembocó en lo que podía preverse: Larreta, sin mayores sobresaltos, se quedó con uno de los puertos seguros que necesitaban los almirantes que lo ungieron como mascarón de proa en la Ciudad Escuela.

Entre gallos y medianoche el macrismo confirmó que sus objetivos númericos estaban cumplidos con el anuncio de las medidas que el BCRA tenía previstas para desplegar ni bien las cifras y las ansiadas plazas fuertes se hubieran alcanzado. Ya sin necesidad de oropel discursivo, con los cofres enterrados en islas paradisíacas, hay vía libre para apretar el cepo más allá de rubores ideológicos.

Con el comatoso contralmirante Pichetto a su derecha, Mauricio Macri volvió a ensayar el remedo de canto de sirenas destinado a fidelizar a ese alto porcentaje de antiperonistas rabiosos que dejará a bordo cuando él abandone la nave que a duras penas se mantendrá a flote.

Quedarán allí, en su condición de pasajeros o de tripulantes, para asegurarle tranquilidad vacacional en tierra firme. Y el sueño de volver algún día a despuntar el tan redituable vicio de la filibustería de estado.

A menos de un mes y medio de la fecha en que abandonará sus camarotes, la oficialidad cambiemista le arranca a las urnas un botín mucho más jugoso del que cualquier estimación racional hubiese podido prever. La consigna «neoliberalismo nunca más» resulta así, al menos por ahora, una gran quimera. La reflexión se impone. Sobran los motivos.


 


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