Por Alejandro Enrique para Noticias La Insuperable ·

Suele darse por cierto que las expectativas que genera un nuevo gobierno tienden a esfumarse tras pocos meses de ejercicio. La tan mentada luna de miel se presume fugaz, sobre todo cuando los predecesores dejaron a la mayor parte de la población sin recursos materiales pero con superávit de prejuicios.
Desde la óptica del rápido desgaste se prevé que tarde o temprano la desilusión llegará. El trabajo de la nueva derecha y el macrismo residual apunta a que esta vez llegue tempranísimo.
Ni lo devastador que fue el cambio para las clases medias, ni la pauperización generalizada, ni siquiera la desfachatez y el engaño pertinaz parecen haber fortalecido lo suficiente la menguada capacidad de autodefensa ciudadana. Los resultados de las últimas elecciones en cierta medida pusieron de manifiesto la fragilidad del sistema inmune de muchos votantes.
La flamante oposición cree contar con esta debilidad como ventaja. Nuevamente emprenden la simulación de ser vecinos honestos e ilustrados, versados en moral, civismo y artes del gerenciamiento, víctimas del atraso que supone la supervivencia del movimiento peronista, sino trágico nacional que hiere su moderna racionalidad puesta al servicio de la república.
Han dejado a sus beneficiarios con un poderío económico sin precedentes. La Ciudad de Buenos Aires seguirá siendo atalaya y centro de operaciones. Medios, think tanks y ONG, la caja de resonancia. El contexto latinoamericano, un tembladeral propicio. Todo lleva a pensar que en caso de no poder contrarrestar estas fuerzas antagónicas, el gobierno de Alberto Fernández bailará al son de tan infernal música hasta agotar sus energías representativas.

Desde el lockout del campo que tuvo como excusa a la Resolución 125 y fue punto de apoyo para la construcción de un sistema de ataque permanente a las gestiones que la nueva derecha tildó de populistas, no han cesado las operaciones de tergiversación de la realidad para lograr una Argentina sin movilidad social ascendente ni sistemas solidarios.
Ese trabajo de difamaciones, refuerzo de odios, creación de falsas dicotomías, profundización de prejuicios e imperio de la falacia lleva más de una década dañando la democracia y el bienestar general. En los cuatro años de ocupación macrista del Estado ganó espacio la lawfare (guerra jurídica contra opositores) y la corrupción estructural le dio a la Red de Redes de Cambiemos el poderío que hoy puede ejercer desde atrás de escena o contaminado la imagen del nuevo gobierno.
Los que en su doble papel de beneficiarios y cómplices del cambiemismo hoy bregan por mostrarse con los nuevos funcionarios cumplen también una labor de profundización de la antipolítica: instalar la idea de que los que se fueron y los que vinieron son lo mismo. La reducción del ciudadano a vecino conducido por un político disfrazado de gerente es pilar de la impostura PRO perpetuada en la Ciudad de Buenos Aires.
A menos de un mes del cambio de autoridades, el campo vuelve a ser el ariete visible para derribar voluntades políticas. La continuidad metodológica de la nueva derecha también se camufla entre las visiones bucólicas que se pretende dar a los agronegocios de rapiña, la verdadera contracara de cualquier ilusión de lirismo gauchesco.
Desmontar estas construcciones será una tarea democrática ardua e incierta. De su éxito dependerá que la esperanza persista.

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