Condenaron a Jorge «Tigre» Acosta por abusos sexuales en la ESMA

En 2017, el TOF 5 no había contemplado las violaciones que denunció Graciela García Romero mientras estuvo cautiva en el campo de concentración de la Marina. El año pasado, la exdetenida-desaparecida le pidió a la Cámara de Casación que declarara culpable al jefe del grupo de tareas 3.3.2.

Graciela García Romero salió confiada el 26 de octubre pasado de los tribunales de Comodoro Py. Acababa de transmitirles a los jueces de la Cámara de Casación una necesidad que ella cargaba en el cuerpo desde hacía más de 40 años: les pidió que condenaran a Jorge Acosta, el “Tigre”, por las violaciones sexuales a las que la había sometido mientras estuvo secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Siete meses después, llegó la respuesta: el exjefe de inteligencia del grupo de tareas 3.3.2 fue sentenciado por los abusos sexuales que padeció García Romero.

Para sus compañeros de militancia, Graciela era la “Negrita”. Tenía 27 años cuando la secuestraron. Iba caminando por avenida Córdoba y San Martín con otra compañera. Pese a que hizo todo lo posible por escaparse, ese 15 de octubre de 1976 terminó en la ESMA. Allí dejó de ser Graciela o la “Negrita” para pasar a ser la “544”, el número con el que los represores empezaban a borrar las identidades de sus presas.

Dentro del campo de concentración de la Marina, García Romero –como otras secuestradas– sufrió distintos tipos de violencia sexual. Recuerda cuando entró el represor Francis Whamond para preguntarles qué enseres de limpieza querían: no era un gesto dadivoso, era parte del proceso para “adecentarlas” a esas mujeres torturadas para ellos. También tiene presente cuando Antonio Pernías, otro de los integrantes del grupo de tareas, intentó abusar de ella.

Pero más grabada tiene la noche en la que la bajaron desde “Capucha” a ver al “Tigre” Acosta. Él le ofreció una porción de torta –un manjar dentro del centro clandestino donde la comida habitual era un sánguche gomoso con carne con olor a podrido o directamente el hambre–. “Mañana te voy a sacar”, le anunció. A ella le quedó clarísimo qué le estaba diciendo.

ABUSOS EN DEPARTAMENTOS Y QUINTAS

Al día siguiente, Acosta la llevó a un departamento que tenían los marinos en Libertador y Olleros, al que llamaban Guadalcanal –como la batalla– y abusó de ella. Otras veces, la llevó a otro departamento que estaba ubicado en Santa Fe y Ecuador. En otra oportunidad, llevaron a un grupo de secuestradas a una quinta –en la que también estaban los represores– y Acosta les ordenó: “Elíjanse”. Según relató García Romero, todo esto tenía un componente adicional en su caso: la patota de la ESMA sabía que ella era lesbiana.

Al revisar la sentencia que el Tribunal Oral Federal (TOF) 5 dictó en 2017 en la causa que se conoce como ESMA Unificada, la Sala II de Casación Penal –con los votos de Guillermo Yacobucci y Carlos Mahiques– decidió hacer lo que el TOF no hizo: condenar a Acosta por las violaciones que sufrió García Romero.

Los camaristas dijeron que los abusos sexuales constituían crímenes de lesa humanidad, que habían sido cometidos en forma reiterada por un agente estatal actuando bajo el amparo del Estado y en un contexto de un ataque sistemático y generalizado contra la población civil.

(El Patagónico)

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