La china Nora

Una mujer que atraviesa culturas desde hace más de un siglo y coloniza territorios dramáticos como símbolo del feminismo temprano.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

Estamos acostumbrados a personajes inmortales, varias veces centenarios algunos de ellos, nacidos de la leyenda o de la ficción. Cada uno representa algo, o se lo recuerda siempre asociado a una idea o situación hunamente significativa: Odiseo, Quijote, Roldán, Arturo, Hamlet, Rodrigo Díaz de Vivar, Fausto…

No abundan las mujeres, aunque las hay; muchísimas veces se las asocia a un hombre, como –entre infinidad de casos- a la reina Ginebra con Arturo, a Molly con Poldy Bloom,  a Julieta con Romeo o a Isolda con Tristán. Las de individualidad excluyente, como Juana de Arco y Antígona, son escasas en el recuerdo.

Una, sin embargo, nacida en la ficción del siglo XIX, se apoltronó en la memoria, es todavía símbolo y atravesó culturas: Nora. Ella es un caso prácticamente único. A su marido, Helmer, raramente se lo trae a colación, y si evocamos su nombre lo más probable es que se piense en el sufrido partenaire del Conejo de la suerte más que en el señor Torvald Helmer, de Noruega.

Lo sorprendente de Nora, protagonista de Casa de Muñecas, es que por más de un siglo permanezca en China como referencia, y no solamente teatral. Pueden ser corrientes los furores pasajeros con algún personaje o la creación de un artista de la cultura occidental, sobre todo ahora, pero un fenómeno que atravesó más de un siglo, una obra que no deja de representarse ni adaptarse es en verdad singular.

Los antecedentes documentados se remontan a principios del siglo veinte. El mayor acontecimiento de la vida, versión de Hu Shi de Casa de muñecas, se sabe que apareció en 1919, año en que nacía el movimiento político-cultural del 4 de mayo.

Hubo, antes y después, representaciones de esta obra al tiempo que abundaban las conferencias de los intelectuales sobre la situación de la mujer analizando la visión de Ibsen, como la de Lu Xun, que evaluaba el final de Casa de Muñecas desde una perspectiva economicista que le diera validez a la decisión de Nora al considerar una liberación material, no solo interior o del espíritu.

Pero 1935, año de furor ibseniano en los teatros chinos, quedó en la historia oficial como el Año de Nora: al coincidir con el inicio de la marcha de Mao, no pocos interpretaron que el cambio de Nora obedecía a su decisión de unirse al ejército del líder. Nora dejaría a su marido para unirse a la Revolución Cultural como soldado de Mao.

No era esta la única interpretación, claro: abundaron las polémicas e, incluso, una actriz que había representado con éxito el personaje de Nora fue despedida, según fuentes periodísticas a favor y en contra, de la escuela dramática en la que trabajaba.

Liu Tiegang, veterano productor que cerca de 2010 llevó obras del teatro chino a Broadway, rememora una década del sesenta en la que Ibsen no gozaba del favor de las autoridades de la Revolución Cultural: parecía representar a una burguesía reaccionaria poco confiable para el régimen.

Como él no lo consideraba, igual que otros muchos, un reaccionario sino un dramaturgo de izquierda, sobre todo después de sus lecturas de las obras consideradas dentro del realismo socio-crítico ibseniano, arriesgó su vida para rescatar y conservar dos ejemplares de las obras completas del autor noruego.

Mucho después, cerca de fin de siglo, la interpretación de la actitud de Nora como anti-Mao ganaría el favor de la juventud, aunque tácitamente, a través de una simpatía con la eterna heroína.  O también, si se quiere, Nora como rebelde ante un viejo sistema político y patriarcal.

Henrik Ibsen atravesó el teatro chino del siglo XX con la atención de entusiastas y detractores. Refiere Agnete Haaland, actriz noruega que actuó en Pekín, que en 1997 el público joven festejaba con aclamaciones los parlamentos de Nora, pero el entrado en años demostraba mayor empatía con Helmer.

En esta versión china en la que participó Haaland, como señala Brit Bildoen[i], aparecía también la problemática del choque cultural: Helmer, chino que tuvo una parte de su formación académica en occidente, vuelve a su país con una esposa extranjera. La rebelión de Nora implica aquí, además, un daño a su marido desde el punto de vista de la tradición patriarcal y de las apariencias a guardar.

En el siglo XXI, Ibsen sigue siendo «peligrosamente actual» y no deja de representarse. De Ushuaia a Pekín, siempre en escena don Enrique. Nora, la preferida.

A partir de noviembre se pondrá en escena una versión dirigida por Jazmín Ramos, ambientada en la década del cuarenta. La cita será en Bululú, club de comedia –Av. Rivadavia 1350, Ciudad de Buenos Aires-, los domingos a las 19:45, hasta el 14 de diciembre.

Sin irse hasta China, para quienes necesiten refrescar la memoria, dejamos el enlace a un video con el resumen de Casa de muñecas.


[i] “Lo que dijo Helmer. Epílogo a casa de muñecas”, en: Escritores noruegos meditan sobre Ibsen. Copenhague,  Gyndenkal, 2006.


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