Teatro: una mala costumbre

La anti-teatralidad es un fenómeno cíclico que viene de lejos e impacta con fuerza durante las restauraciones conservadoras.

Por Jorgelina Áster para Noticias La Insuperable

El teatro independiente argentino sobrelleva una década de incertidumbre con penuria económica: desde la restauración conservadora que encabezó Macri hasta el presente, soporta los embates de la guerra cultural derechista y la desfinanciación sistemática.

Entre los fuegos cambiemistas y libertarios, la pandemia significó una paralización escénica sin precedentes. Solo la admirable resistencia de los teatreros explica la buena salud que aún exhibe nuestra dramaturgia.

El ataque de la administración actual es pornográfico desde el primer minuto de gestión. Al intento de pulverizar el INT con argumentaciones inconsistentes se suman el denuesto a artistas e intelectuales comprometidos con el desarrollo de las humanidades y todas las medidas que empobrecen el quehacer cultural, la investigación y la formación académica.

En la Ciudad de Buenos Aires, para más inri, el comatoso PRO colabora con sus verdugos libertarios incumpliendo con los plazos de los programas de apoyo al teatro independiente que todavía sobreviven.

Si bien es cierto que desde Platón a nuestros días la anti-teatralidad aflora cíclicamente en uno u otro punto del planeta, por distintas razones o dispares climas de época, también cabe suponer que nuestro caso es singular e injurioso porque anticipa la esclavitud mental y el aislamiento que se pretende imponer, más temprano que tarde, a todos aquellos que no integren la minoritaria élite privilegiada.

Asistimos, si afináramos la terminología, no a un brote de anti-teatralidad sino a un fenómeno anti-teatro que apunta en concreto al teatro independiente en su diversidad. La politiquería que sufrimos explota la teatralidad pero detesta el teatro, en especial si este no puede inscribirse en circuitos comerciales con lógicas de mercado.

El convivio, inherente al acontecimiento teatral, no condice con el individualismo en competencia por sobrevivir que en el ideal ultra conservador debería caracterizar al grueso de la población del país. Cada persona de a pie, si es que tuviera acceso a los dispositivos idóneos, debería conformarse con experiencias tecnoviviales contaminadas por algoritmos.

Las situaciones de reunión y manifestación de protesta se muestran como espectáculo represivo aleccionador que, por analogía, le otorga potencial ominoso a cualquier intento convivial. En remedo escénico, se actúa la represión con la partitura de funcionarios hasta convertir la expectación en terror hiriente y construir la imagen del convivio invivible.

Sabemos que la tendencia convivial humana ha ido debilitándose hasta su actual raquitismo. Y que pervive en las artes conviviales y, paradigmáticamente, en el acontecimiento teatral. Esta sola visión bastaría para entender, al menos en parte, la movida anti-teatro de la extrema derecha que capturó el Estado argentino.

El teatro, por otro lado, es tan veloz como la ciencia y la tecnología para crecer e innovar. Apropiarse de la avanzada de las TIC representa el poder que fortalece la hegemonía de las derechas radicalizadas, hegemonía basada en la manipulación de emociones, frustración y violencia contenida a través de lo más inauténtico del tecnovivio.

Jorge Dubatti

Los avances que fortalecen el poder del teatro, por el contrario, son auténticos y esencialmente conviviales y se perfeccionan en la dinámica de lo irrepetible. Jorge Dubatti hace hincapié en que “el acontecimiento teatral -algo que pasa y existe mientras acontece- es uno de los tesoros culturales de la humanidad”.  Un tesoro cultural que se renueva constantemente, podría agregarse.

El teatro marcha, entonces, a la par de los avances que se presume cambian el mundo. Cambia también, pero mantiene su impronta esencialmente humana y, por tácito contraste, revela en la riqueza de acontecimientos la impostura que pretende obnubilarnos o nos obnubila en la medida que nos resignamos a la condición de islas perdidas.

Yendo lejos, hasta podría arrimarnos a la epifanía: “caímos en manos de Ubú rey sin advertirlo”, por ejemplo. Pero, de cerca, hay que sopesar una objeción: ¿no es acaso el acontecimiento teatral un fenómeno minoritario por su  carácter presencial y territorial, por las mil y una limitaciones que lo privan de la masividad? Lo es, claro. Pero el problema para los anti-teatro es que exista o, peor, que a pesar de todo siga existiendo.

Como el teatro independiente no es un fenómeno elitista a pesar de la imposible masividad, tanto el público como los teatreros atraviesan las categorías sociales, vienen y van, cambian, alternan. Multifacético, con circuitos entrecruzados y, como los buenos vinos, con denominaciones de origen que satisfacen a unos u otros paladares, la independencia se refleja en vocablos incómodos para oídos autocráticos: comunitario, experimental, barrial, vocacional, del oprimido y muchos otros, siempre urticantes.

Para colmo, contra todo denuesto centrado en sesgos economicistas, participa en la economía real, genera riquezas, ocupación, transacciones y actividad que desafían la lógica impuesta de mercado y el automatismo creciente que encabeza la finanza especulativa dominante. Es, desde este ángulo, una anomalía a extirpar  a causa de su potencial falsacionista de dogmas presentados como leyes de ciencia dura.

La proyección internacional de nuestro teatro independiente es otro de los cachetazos que el brutalismo libertario no desea soportar más. Resignarse a que el mundo mire a una Argentina atravesada por la riqueza de su desarrollo teatral resultaría tan insufrible como aceptar que el poco turismo receptivo que sobrevive demanda teatro de los malditos circuitos para soltar parte de sus divisas.

La imagen de país de economía primarizada, alineado y sumiso a una potencia, que apuesta a la desigualdad y desprecia la investigación propia tanto en ciencias duras como blandas -en todas sus formas- y emprende una cruzada contra visiones solidarias e iniciativas públicas orientadas al bienestar colectivo, chocaría de frente con la de una cultura teatral aceptada como rasgo distintivo.

Que en Argentina haya nacido una escuela de espectadores que se replica en otros países, que tengamos actores-investigadores, que no se discuta la centralidad del país para el desarrollo de la filosofía del teatro y que académicos de prestigio mundial se auto-perciban como gente de teatro excede la escasa resistencia a la frustración del libertarismo.

Para la pretensión de convertir nuestra nación en epicentro de guerra cultural retrógrada, el ataque sistemático al teatro independiente es simbólicamente esencial. Cabe esperar breves treguas que anticipen ofensivas de mayor virulencia que las ya sufridas. Solo podría preverse tolerancia a uno que otro ínfimo desvío del teatro comercial, mascarón de proa funcional al disimulo de tanto ensañamiento.

Dado que lo que todavía llamamos sociedad, en definitiva, no sería en el ideal del extremismo reaccionario otra cosa que la suma de individuos en pugna por la apropiación o uso de los bienes materiales y simbólicos que valoriza el mercado, ordenador último del quehacer humano, terminar con la mala costumbre llamada teatro independiente es prioridad, sin importar cuántos entusiastas convoque para las estadísticas la porfía convivial.


Los limitados alcances de este artículo implican carencias. Se han aprovechado conceptos de la filosofía del teatro que, principalmente, desarrolla con pericia Jorge Dubatti pero que aquí no ha sido posible, tal vez, aclarar lo suficiente –o, en el peor de los casos, presentarlos con el rigor que merecen-, lo mismo que cierta terminología que pudiere despertar dudas.

Para subsanar en parte las carencias y, también, facilitar la ampliación conceptual, dejamos una serie de enlaces relevantes para esos fines.

Pedagogía del tecnovivio y el convivio: https://youtu.be/hJTl9Eq8SWI

Artes conviviales, artes tecnoviviales, artes liminales: pluralismo y singularidades (acontecimiento, experiencia, praxis, tecnología, política, lenguaje, epistemología, pedagogía): https://revistas.unc.edu.ar/index.php/avances/article/download/33515/34076/115560

El trabajo social y cultural con los espectadores, agentes fundamentales del campo teatral y sujetos de derechos: https://anm.edu.ar/wp-content/uploads/2024/06/AN-Letras-Acad.-JA-Dubatti.pdf

Transteatralidad, transactoralidad, transexpectatorialidad y sus actualizaciones plurales

FILO – UBA – Instituto de Artes del Espectáculo “Dr. Raúl H. Castagnino”: https://iae.institutos.filo.uba.ar/integrante/dubatti-jorge

Escuela de Espectadores: https://www.instagram.com/eebadubatti/?hl=es

Expectación teatral y territorialidad – UBA: https://youtu.be/XApp21BqoyI

Estudios teatrales, entrevistas en Zona Carta (I, II y III): https://www.youtube.com/watch?v=_oJ9QmXpit0&pp=ygUYSm9yZ2UgRHViYXR0aSBab25hIENhcnRh | https://www.youtube.com/watch?v=0FCy9-NKqXg&pp=ygUYSm9yZ2UgRHViYXR0aSBab25hIENhcnRh | https://www.youtube.com/watch?v=ViPYdhpTzlw&pp=ygUYSm9yZ2UgRHViYXR0aSBab25hIENhcnRh

Jorge Dubatti. “El concepto de teatro se amplió: vivimos un auténtico big bang” https://www.lanacion.com.ar/cultura/jorge-dubatti-el-concepto-de-teatro-se-amplio-vivimos-un-autentico-big-bang-nid05092023/

«La idea de canon estalló»: Jorge Dubatti ingresó a la Academia Argentina de Letras https://www.perfil.com/noticias/arte/la-idea-de-canon-estallo-jorge-dubatti-ingreso-a-la-academia-argentina-de-letras.phtml



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