
Un periodista empeñado en adular al oficialismo pide perdón a su audiencia pero no a quienes ofendió de la peor manera con los modos propios del brutalismo libertario.
Por Jorge G. Andreadis para Noticias La Insuperable ·
Después de una entrevista en la que sus gritos y acusaciones infundadas aturdieron a los trabajadores del Hospital Garrahan, Eduardo Feinmann ensayó una disculpa a todas luces parcial: la dedicó en exclusiva a su también ensordecida audiencia. Para los falsamente acusados, nada. O, mejor dicho, más ofensas gratuitas.
Esta vez se regodeó llamando “gentuza” a sindicalistas y delegados del Hospital Garrahan, a quienes ya había calumniado a través de Norma Lezana, la invitada a la que intentó vapulear a fuerza de descalificaciones a voz en cuello y modales de anfitrión de mazmorra.
En definitiva, un entrevistador que entrevista para disfrutar interrumpiendo a los invitados, para que lo escuchen vociferar y no para escuchar a quien o quienes convocó: el anti-periodismo brutalista más puro gana micrófonos y cámaras.

El mea culpa cínico fue así: “Lo único que tengo para decirle a ustedes, que son nuestra audiencia de todos los días y a quienes agradezco profundamente, es quizás el mal momento que les hice pasar. Pero es con ustedes, no con esta gente que estuvo sentada conmigo, con ustedes.”.
El brutalismo libertario ya pasó a incrementar el patrimonio de groserías del periodismo que lo adula. La delirante costumbre de acusar de golpista a cualquiera que ponga en evidencia los despropósitos que pergeñan los endeudadores crónicos que reclutó el oficialismo gana terreno.
Ni discapacitados, ni jubilados, ni médicos, ni niños importan. Importa solamente empobrecer a grito pelado y calumnia, endeudar y especular. Con ánimo retemplado por haber contribuido a engañar con cantos de sirena de un economicismo trasnochado al sufragante que aún se acerca a la urna, el periodismo bestial se ufana en la impostura y el maltrato. Eduardo Feinmann, desde luego, no está solo.
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