Marino danés al servicio del Imperio ruso, Vitus Bering encabezó algunas de las expediciones más ambiciosas del siglo XVIII y dejó una huella indeleble en la historia de la exploración del Pacífico Norte, aun cuando muchas de sus gestas fueron reconocidas recién después de su muerte.
Por Alcides Blanco para NLI

La figura de Vitus Jonassen Bering ocupa un lugar central en la historia de las grandes exploraciones modernas. Nacido en 1681 en Horsens, Dinamarca, y formado como marino en una Europa marcada por la expansión colonial, Bering terminó convirtiéndose en uno de los pilares de la política exploratoria del Imperio ruso, en un momento en que San Petersburgo buscaba consolidar su presencia en Asia y definir los límites de su dominio territorial.
Bering ingresó joven a la marina danesa, pero su destino cambió cuando fue reclutado por Rusia, que bajo el gobierno de Pedro el Grande impulsaba una profunda modernización de sus fuerzas navales. En ese contexto, el danés se integró a la armada imperial y comenzó una carrera que lo llevaría a territorios prácticamente desconocidos para la cartografía europea.
La Primera Expedición a Kamchatka
En 1725, Pedro el Grande ordenó una misión de enorme envergadura: determinar si Asia estaba unida a América o separada por un brazo de mar. Bering fue designado comandante de la llamada Primera Expedición a Kamchatka, una empresa que implicó atravesar miles de kilómetros de territorio ruso por tierra, construir embarcaciones desde cero y navegar mares helados con recursos limitados.
En 1728, Bering logró navegar hacia el norte desde la península de Kamchatka y cruzar el estrecho que hoy lleva su nombre. Aunque no llegó a avistar la costa americana, demostró que Asia y América no estaban unidas, un dato clave para la geografía mundial. Paradójicamente, el valor histórico de este hallazgo fue subestimado en su momento por las autoridades rusas.
La Gran Expedición del Norte
Lejos de detenerse, el Imperio ruso lanzó en 1733 la Gran Expedición del Norte, uno de los proyectos científicos y exploratorios más grandes del siglo XVIII. Bering volvió a estar al frente, acompañado por naturalistas, cartógrafos y marinos que debían explorar la costa ártica de Siberia y avanzar hacia América del Norte.
Esta segunda expedición fue titánica y trágica. Tras años de dificultades logísticas, enfermedades y naufragios, Bering finalmente logró llegar a la costa de Alaska en 1741, confirmando la proximidad entre ambos continentes. Sin embargo, el regreso fue devastador: la tripulación sufrió escorbuto y el propio Bering murió ese mismo año en una isla desierta del Pacífico Norte, que más tarde sería bautizada como Isla de Bering.

Un legado que perdura
La vida de Vitus Bering es un ejemplo de cómo la exploración moderna estuvo atravesada por la ciencia, la ambición imperial y el sacrificio humano. El mar de Bering, el estrecho de Bering y diversas islas y regiones llevan su nombre, recordando a un navegante que expandió los límites del mundo conocido a un costo personal enorme.
Recién con el paso del tiempo su figura fue reivindicada como corresponde. Hoy, Bering es reconocido como uno de los grandes exploradores del siglo XVIII y como una pieza clave en la comprensión geográfica del hemisferio norte, en una era en la que cada mapa nuevo implicaba riesgo, resistencia y, muchas veces, muerte.
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