Volver a aquel día

Jornadas únicas que marcaron el pulso de épocas de cambios vitales signadas por traumas y dilemas sociales nacidos en un pasado todavía hiriente.

Por Ficcional, especial para Noticias La Insuperable ·

Puede que algunas fechas hayan pasado sin pena ni gloria para la historia del siglo que nos precedió. Tal vez el 16 de junio de 1904, el 6 de septiembre de 1958, o ninguna de las noches de marzo de 1966, registren sucesos dignos de mención en las crónicas del pasado. Seguramente los historiadores pasarían de largo esas hojas de los viejos calendarios.

Al siglo XX, claro, le sobraron jornadas aciagas y tragedias colectivas: dos guerras mundiales, holocaustos, injusticias, miedo e impunidad por doquier signaron la centuria. Superar los condicionamientos de la moral decimonónica que aún persistían significaba, también, sufrir en arduas batallas sociales e interiores.

En repetidos contextos de devastación, liberarse en cuerpo y alma no lucía como logro posible para hombres y, mucho menos, para mujeres. Las ansias por trascender traumas y condicionamientos socio-culturales, sin embargo, estaban presentes. En el Siglo de la libertad y el miedo, como lo calificó Botana, la valentía se abría paso a fuerza de obcecación.

El espíritu creativo salía a batallar codo a codo junto a los movimientos políticos, buscaba mostrar lo inaceptable, desbaratar creencias, desenmascarar complicidades e hipocresías. Mundos interiores, mundos posibles, miserias materiales, esclavitudes morales y dilemas éticos, en tropel artístico, reflejaban tanto conflictos de la psiquis como iniquidades sociales.

El jueves 16 de junio de 1904 es, en la ficción, el día en el que transcurre la acción completa de la mítica novela de James Joyce, Ulises (1920), traducida por primera vez al castellano por el argentino José Salas Subirat en 1945, diez años antes de un suceso que, lamentablemente, sí registra la historia argentina para un 16 de junio de bombardeos y muerte[i].

El Ulises inicia el camino de quiebre, en sinergia con otras obras literarias igualmente innovadoras, con la hegemonía de una concepción decimonónica de novela que perduraba comatosa. Apellidos como Proust, Wolf  o Faulkner se unen al de James como signos de los nuevos vientos del siglo.

Aunque a priori parezca contradictorio para narraciones de largo aliento, son muchas las novelas modernas que transcurren en un día. Una característica que no sorprende en el teatro, tampoco debería hacerlo en la narrativa, sea cual fuere su extensión.

Es cierto que, a simple vista, el cuento parece mucho más adecuado que la novela para delimitar la acción a una sola jornada. Hay muchos ejemplos, e incluso en nuestro siglo XXI destaca una colección de Margaret Drabble, Un día en la vida de una mujer sonriente (2017), que reúne trece relatos. En el principal, que da título al libro, un día de existencia caracteriza por completo a la protagonista.

Drabble lleva a la evocación de Virginia Wolf y su novela de 1925, La señora Dalloway. Todo transcurre en un solo día del mes de junio de 1923, posiblemente el 13. Clarissa Dalloway ultima detalles para la fiesta de esa noche. Aparecen los monólogos interiores y los flashbacks. Estamos en tiempos del engañoso remanso de entreguerras. Sea como fuere, la buena técnica narrativa y una sola jornada bastan para redondear esta novela que nada tiene de insubstancial.

Wolf conocía el Ulises de Joyce: con su marido, como editores profesionales, habían intentado publicarlo en Gran Bretaña pero la censura se los había impedido. Algunos críticos opinan que hay en La señora Dalloway un homenaje de Virginia a James, o una tácita declaración de solidaria cercanía artística o, por qué no, admiración hecha obra.

Guerra, entreguerras y posguerra dieron novelas de gran fama. Una de ellas, Bajo el volcán (1947), de Malcolm Lowry, tiene su fecha de desarrollo íntegro el 2 de noviembre de 1938, día en el que Geoffrey Firmin, ex cónsul británico en México, alcohólico, acosado por los fantasmas de su mente y por su pasado oscuro, concluye su autodestrucción. Lowry trabajó en esta obra –se da ya por dato cierto- diez años, desde 1937.

Otra, la del Nobel alemán: Billar a las nueve y media (1959). La estructura de esta novela de Heinrich Böll, a pesar de los cambios de narrador –capítulo a capítulo- y los abundantes flashbacks que reconstruyen la historia de la familia Fähmel, no está reñida cronológicamente con la acción principal del relato: todo transcurre en un solo día, el 6 de septiembre de 1958, fecha de cumpleaños del octogenario Heinrich Fähmel.

En nuestra lengua, durante el yugo franquista de la interminable posguerra civil de España, una sola noche, presumiblemente de marzo de 1966, es decir: del mismo año en que se publicó la novela, le basta a Miguel Delibes para construir Cinco horas con Mario, una de sus mejores obras. El escritor vallisoletano, igual que sus predecesores, muestra impecable técnica narrativa y espíritu renovador.

Desde una perspectiva irónica, sin duda crítica con la injusticia social y la asfixia del régimen del generalísimo, como señala Sans Villanueva, «va poniendo paródicamente en solfa el mundo de las creencias de esa mesocracia provinciana conservadora que representa la viuda; a través de la ironía, critica una sociedad anquilosada e hipócrita».

A esta altura sabemos, e incluso tememos su retorno, que los traumas profundos que atravesaron el siglo XX dieron lugar a desesperanzas, cuestionamientos al sentido de la existencia humana, a las reales posibilidades de comunicación y que, además, desataron múltiples crisis que, paradójicamente, revitalizaron las artes.

La crisis del lenguaje trajo aparejada una renovación en la dramaturgia que ya se insinuaba desde Chejov. La valoración de la técnica narrativa, en literatura, permitió explorar posibilidades antes vedadas. El espíritu crítico dio lugar al neorrealismo y al objetivismo narrativo que transitaron décadas con creciente prestigio.

Pasar del soliloquio al monólogo y llegar a uno a nivel pre-lógico, como el de Molly en Ulises, no fueron logros sencillos de alcanzar ni innovaciones aceptadas de la noche a la mañana. Los cambios de punto de vista del narrador, los flashbacks imbricados y las formas no convencionales de abordar las coordenadas témporo-espaciales que hoy consideramos sin asombro, necesitaron años de maduración y trabajo creativo.

Las «novelas de un día» conservan su belleza e interés, si se quiere plena vigencia, y siguen estando entre las más destacadas muestras de cómo la técnica narrativa abre caminos a temas, conflictos e intimidades humanas que alguna vez dieron la impresión de ser inabordables.


[i] 1955: el ataque conjunto a Plaza de Mayo de la armada y la fuerza aérea, que buscaba derrocar al presidente Perón, significó la muerte para más de trescientos civiles y dejó cerca de mil doscientos heridos, también civiles.


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