Nuestras redactoras presentan Marlowe en Buenos Aires, un texto que a modo de folletín atraviesa la crítica, la ficción y la ineludible nostalgia.

Por Silvina Belén y Carolina Príncipe para Noticias la Insuperable ·
La vigencia literaria de Raymond Chandler (1888-1959) siempre depara sorpresas. Suelen ser sorpresas agridulces y, la mayor parte de las veces, giran en torno a Philip Marlowe. Revivir al mítico detective, sin ir más lejos, ha puesto en voluntarios aprietos a distintas plumas consagradas. No a Osvaldo Soriano, por supuesto.

Intermitentes chispazos de placer, desilusión y nostalgia asaltan con frecuencia a los chandlerianos de pura cepa a la hora del reencuentro. Sea como fuere, la porfía de los entusiastas crónicos de Philip no desperdicia oportunidades de acercamiento al personaje y a los avatares artísticos de su creador y recreadores: cine, literatura, crítica, juego, actuación, cultura alcohólica, historia o sociología del siglo XX entran en danza cuando es propicia la ocasión.
Entre los muchos aspectos que caracterizan al personaje, es conocida e invocada con frecuencia la solitaria relación de Marlowe con el ajedrez. A la luz del furor por la competencia ajedrecística que prima en nuestros días, esa relación parece una excentricidad inactual, un rasgo que acentúa su condición de personaje del siglo pasado. Pero es apariencia, no realidad.
[Nada mejor que recurrir a un experto, Sergio E. Negri, para hacerse una idea del derrotero ajedrecístico de Philip Marlowe: https://ajedrezlatitudsur.wordpress.com/2024/07/23/el-ajedrez-en-la-novela-negra-de-chandler/ también reproducido en https://es.chessbase.com/post/el-ajedrez-en-la-novela-negra-de-chandler-articulo-por-sergio-ernesto-negri-ajedrez-latitud-sur ]
El ajedrez viene a cuento porque cuando nos topamos con Marlowe en Buenos Aires, de Jeque Blanco, si bien la sospecha de estar frente a palabras tejidas por un chandleriano-felliniano fue lo primero en aparecer, le siguió la convicción de asistir a un intercambio crítico ficcionalizado en el seno de un grupo de ajedrecistas más emparentados con una concepción del juego como la del detective que con la que se adueñó de la imagen contemporánea del ajedrez: brutalmente frívola, competitiva y salpicada de corrupción, sin hablar, claro, del “despiadado mundo” del ajedrez argentino.
El homenaje de Jeque Blanco, según parece, será a modo de folletín. Como Soriano medio siglo atrás, el autor celebra también la literatura y el cine. El marco vernáculo del bar, el fútbol, el ajedrez y las charlas sobre libros y películas –que hoy por hoy parecen marchar hacia la extinción- hace propicias tanto las evocaciones como las epifanías.
En la encrucijada de los géneros, nuestro Jeque encuentra atajos para satisfacer las demandas de los chandlerianos de pura cepa. No es casual, claro, que Jeque Blanco resida en Mendoza y conjugue varietales con gimlets y whiskeys, sobre todo cuando lo visita Daniel, el doctor de los milagros literarios.
Los invitamos, entonces, a leer MARLOWE EN BUENOS AIRES (I).
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