Merlín: mágico y fugaz

Este lunes se cumplen 42 años de la presentación oficial de un disco tan mágico como incomprendido, que fusionó dos estilos contrapuestos de una manera única, pero que debió pelear, por dentro y por fuera, en un contexto en el que el rock nacional todavía no estaba a tiempo para escucharlos.

Por Carlos Alberto Resurgián para Noticias La Insuperable

Foto del Facebook de Rubén Andón (de la sesión de tomas para el álbum)

Merlín es la síntesis del vértigo del rock de fines de los 70 y principios de los 80 en la Argentina. Un talento desconmensurado en un mundo de productoras que se aferraban a los éxitos como si fueran propios y, cual parangón de lo que hoy transitamos, prácticamente una sola voz mediática que juzgaba y bajaba línea tras sus propios intereses. El mercado musical argentino todavía no había recibido el triste (en su concepción) espaldarazo oficial que significó la guerra de Malvinas y la prohibición de difundir interpretaciones extranjeras. En la gatera aguardaban bandas y solistas como Los Abuelos de la Nada, Suéter, Los Twist, Juan Carlos Baglietto, Fito Páez, Soda Stereo, Virus y tantos otros que inundarían con sus ritmos y transformarían definitivamente a eso que llamamos rock nacional.

Por lo pronto los 70 se terminaban y dos de los artistas más representativos de la década, y muy distintos entre sí, se encontrarían en medio de esa rueda que no frenaba. Los dos eran sinónimo de éxito y estaban entre los más respetados; su música se había vendido y era consumida masivamente para el goce del relamido paladar de la industria, que fue la que propuso su unión. Uno vendría del rock sinfónico y progresivo; el otro del folk. Ambos fueron líderes en lo suyo y por esas cosas del destino se encontraron y dejaron un discazo que, aún hoy, lamentablemente, nadie escucha (tiene el triste récord de apenas 60 visitas mensuales en Spotify), convertido en una suerte de artículo de culto de unos pocos.

Y es que Merlín fue el hijo no querido por casi todos. Las discográficas extrañaban los tiempos de cosecha fácil que tuvieron con Crucis y Pastoral; el público masivo jamás les dio la oportunidad y no entendía como «su ídolo» (sea cual fuera de los dos) se había juntado con ese otro que no tenía nada que ver; los medios especializados (Revista Pelo), que básicamente querían digitar qué se debía escuchar y qué no y terminaban armando una novela que andaba lejos de la música; y los egos de los protagonistas (dos jóvenes de 24 y 25 años) que terminaron de ponerle el broche para que todo termine como terminó.

Foto gentileza: Gustavo Montesano

Pero para el que no conoce la historia, vayamos más despacio.

Vertiginoso 1979

Pastoral, de hecho, ya estaba separado. Pero por esas exigencias contractuales grababan un disco «póstumo» que se titularía convenientemente «De Michele-Rausquin». Dos músicos, aún amigos, que sentían la necesidad de ir por caminos diferentes. Venían de un lustro vertiginosos, de salir a pelearla para hacerse conocidos a vender más discos que La Máquina, Nito, León, o cualquiera que se les pusiera enfrente. «Cuando estábamos con el dúo nos habíamos mareado por el trabajo, los reportajes, las fotos, las giras. Entonces habíamos entrado en una relación de tipo comercial y, en la última época, habíamos dejado lo musical de lado. Yo me incliné a componer y él se dedicó a hacer los arreglos, por lo tanto no había una fusión cierta. Y humanamente estábamos un poco distraídos, supongo que ésa es la palabra«, diría, siempre un sincero Alejandro, en una nota para la revista Pelo de mayo de ese año.

Capitán Fantasía

Desde fines del año anterior se encontraba ensayando con su nueva banda. Cansado del formato dúo, sentía la necesidad de explorar musicalmente. Así se reunió con Manolo Yanes en teclados, Lito Epumer en guitarra, Frank Ojstersek en bajo y Daniel Colombres en batería y formó : «Capitán Fantasía«.

Todos veinteañeros, tenía atrás historia. Lito y Frank venían de tocas en Sr. Zutano junto a Pomo Lorenzo y Juan del Barrio. Previamente Lito hizo Madre Atómica con el «Mono» Fontana y Pedro Aznar y Frank con Raúl Porchetto, Alejandro Lerner y Gustavo Bazterrica conformaron Reino de Munt. Manolo ya había estado en los escenarios como parte de la banda de Pastoral y Colombres era un niño de 18 años que la rompía y al que le esperaba un futuro brillante. Pero todo se pudrió.

«Me equivoqué» —diría Alejandro De Michele en esos tiempos— «Pensé que estaba con gente que tenía mi misma polenta y tiraba para el mismo lado. Quise hacer todo de lujo: teníamos un lugar cómodo para ensayar, pasaba a buscar a los músicos en auto, pero musicalmente todos no respondieron del mismo modo. Pensé que los que tocan jazz correctamente pueden tocar cualquier cosa bien. Me equivoqué«.

Pero no todo sería en vano. Capitán Fantasía, finalmente, resultó la simiente sobre la que vería la luz, tras un inesperado encuentro, Merlín.

Los inicios

En agosto del 79, Alejandro se reúne con un músico que llegaba de Estados Unidos: Gustavo Montesano. «Cuando él llegó de Estados Unidos nos pusimos en conversaciones y pensamos en hacer algo juntos. Esto comenzó cuando decidí disolver a Capitán Fantasía. Las expectativas son muy similares. Hace unos años, Gustavo estaba haciendo una música que, para entonces, era virtuosa (me refiero a Crucis). A él lo conozco más musical que humanamente, pero coincidimos en hacer una música clara, entendible. No se trata de demostrar virtuosismo, nivel de composición o lo que sea. Cuándo charlé con Gustavo al principio, quedamos en que antes de decidir si formábamos o no el grupo, debíamos escuchar la música que estábamos componiendo individualmente. Si eran muy dispares, no podíamos hacer la chantada de formalizar un remiendo, porque nunca salen bien. Cuando escuché la música de Gustavo me pareció muy linda; no me saca de la frecuencia en la que yo estaba internamente. Estamos trabajando muy fuerte, cuidando de todos los detalles musicales, de no hacer injertos. Los temas son individuales, pero ponemos lo mejor de nosotros para que suenen como tienen que sonar, como nosotros queremos», declararía Alejandro en la Revista Pelo.

Así nació Merlín. «El nombre de la banda fue una sugerencia e idea de Alejandro que tanto a mi como a la compañía discográfica nos gustó y adoptamos inmediatamente«, nos cuenta Gustavo en una nota que le realizamos, desde Noticias La Insuperable, especialmente para este artículo, recordando los inicios de la formación.

Y mientras Gustavo aportó a un virtuoso tecladista que se trajo desde Estados Unidos, Roberto Villacé, Alejandro puso la base rítmica de Capitán Fantasía, con el dúo de Frank Ojstersek en bajo y Daniel Colombres en batería.

«Roberto Villacé era un gran músico y pianista de escuela clásica a quien todos estimábamos como un auténtico genio. Capaz de interpretar obras de Chopin o Liszt, tenía una personalidad muy intuitiva -aunque a veces un tanto errática y alienada- que a todos nos gustaba y divertía. Efectivamente, Roberto había trabajado conmigo anteriormente en algunos proyectos en New York y terminada su experiencia con Merlín decidió recluirse en su casa para nunca más salir de allí. Aunque sigue enclaustrado y separado de la sociedad, todos hemos sentido siempre una gran simpatía y admiración por Roberto«, nos cuenta hoy Gustavo.

El disco

Pronto, muy pronto, la reunión se transformaría en disco, de Sazam Records, el cual produciría Oscar López y se comenzó a grabar apenas dos meses después de que Alejandro y Gustavo se decidieran a trabajar juntos. Y el resultado fue excelente; diez temas que se suceden con alternancias de ambos líderes, que combina lo sinfónico y progresivo, con una onda más folk, letras poéticas y la voz única y a toda potencia que aportaba Alejandro, toques clásicos del 4 x 4, una base potente, puntaladas del incipiente new wave y virtuosismo con gran gusto.

Imagen gentileza: Gustavo Montesano

Todos los temas aparecen firmados por la dupla De Michele-Montesano, pero no fueron, en general, realizados en equipo, y acá aclararemos sus reales autorías, más allá de quien lo haya interpretado en el disco:

1. Tragaluz de plata (De Michele)

2. Té en París (Montesano)

3. Payaso olvidado (De Michele)

4. Démonos cuenta (Montesano)

5. Malambus pomposo (De Michele)

6. Quería ser el mejor (De Michele)

7. Donde todo parece irreal (Letra Montesano – Música De Michele)

8. Un trozo de eternidad (Montesano)

9. Hurra por la nena (De Michele)

10. En vez de hablar del camino (Montesano)

«Mi visión actual del disco es difícil de definir -nos cuenta Gustavo hoy- No puedo ser objetivo ya que siento un enorme cariño y admiración por aquella música tan especial que logramos…, un encuentro entre mi Rock Sinfónico con el Folk y la lírica de Alejandro…, así como miles de elementos más; aquél Polymoog y los sintes analógicos armonizando con unas guitarras espaciales y acústicas sutiles«.

Y de paso nos tira una primicia: «Afortunadamente el álbum verá una próxima reedición en poco tiempo con la debida remasterización«.

El disco se grabó entre octubre del 79 y enero de 1980. Y en esos meses pasó algo que, quizás, apuraría el final de todo: se fue el bajista.

Dúo o Grupo

Ya bien avanzada la grabación Frank Ojstersek colgó el bajo y se fue. Poco después estará tocando en Jade con Spinetta. Gustavo nos dice: «Tuvo un problema personal –completamente ajeno a la banda- que le impidió seguir con su trabajo durante algún tiempo, por lo que tuvimos que reemplazarlo por Gustavo Donés, también un bajista maravilloso -uno de los mejores considerados en el ambiente de los músicos por entonces- quien supo adaptarse rápidamente a nosotros y comprender en toda su dimensión las propuestas de la banda«.

Gustavo Donés, era por entonces un respetado músico de sesión. Merlín, así, se transformaría en la primera banda de quien, un par de años después, le pondría su inconfundible sello en el bajo al «Amance en la ruta» de Suéter, entre tantas cosas que le brindó a la música.

Tan abrupto fue el cambio que en la formación del grupo que aparece en el disco figuran ambos bajistas.

Y acá se desencadenó el gran problema. En cada reportaje que se les hacía, tanto Gustavo como Alejandro no se cansaban de decir que Merlín era una banda, no un dúo. Pero ante la salida del bajista los productores «los convencieron» de que sean solo ellos dos los que pongan la cara en la portada del disco (eran los que vendían después de todo). Y también la terminaron poniendo en los afiches, en las notas, y en todo lo que tenía que ver con Merlín. El resto tuvo su retrato en el interior del disco, convertidos en tostadas, en medio de una jalea que descorría a través de las letras de los temas.

Colombres, Villacé y Donés siendo tostadas

Hoy en día, en la nota que nos brindó, Gustavo se sinceriza: «Merlín estaba concebido como un dúo. La idea de escribir y grabar un álbum juntos fue de la compañía discográfica ya que ambos veníamos de dos bandas tremendamente populares como Crucis y Pastoral. Nos hicieron una muy buena propuesta y la aceptamos con enorme placer ya que éramos amigos -nos habíamos cruzado y compartido escenario miles de veces en el pasado- y solíamos salir juntos a disfrutar de la noche porteña. Como te decía, éramos solo dos al principio y cuando seleccionamos los músicos para acompañarnos, jamás se nos pasó por la cabeza integrarlos en la imagen del grupo, lo cual probablemente haya sido un error de nuestra parte ya que contábamos con tres músicos absolutamente increíbles como eran Daniel Colombres (ya por entonces y a pesar de no ser más que un niño, uno de los mejores bateristas que pudieras escuchar), Roberto Villacé, Frank Ojsterzek y Gustavito Dones. De modo que nunca hicimos fotos publicitarias de la banda al completo«.

La presentación

Con el disco bajo el brazo los shows comenzaron a aparecer. La presentación oficial se programó para el 21 de marzo de 1980 en el Teatro Astral. La imagen de los artistas, así como fue la del disco, reflejaba los primeros indicios del Pop.

Pero no fue la primera presentación del grupo. Ya venían tocando. En febrero de ese año fueron convocados para lo que fue la serie de presentaciones organizadas por la propia compañía discográfica, «Parquerama 80«, en la Rural, con conciertos todos los viernes del mes. Allí tocarán, entre otros, Seru Giran, Raúl Porchetto, Nito Mestre, Miguel Ángel Erausquin, Pappos’s Blues, obviamente, nuestros amigos de Merlín. La banda del Carpo y la de Alejandro y Gustavo serían las encargadas de animar el primer show.

Un poco demostrando la improvisación y la falta de profesionalismo con la que se manejaba el entorno del rock de aquellos años es el aviso publicado en los diarios anunciando la cita en Parquerama y el detalle de cómo escribieron el apellido de Alejandro.

España

Después de las presentaciones, en abril, Gustavo Montesano viajó a España invitado por una productora local interesados en lo que estaban haciendo. Y los planes para la banda se multiplicaban.

«El saldo es sumamente positivo, ya que en septiembre Merlín va a ir a tocar a España. Además, vamos a grabar un long-play allá, con temas nuevos. Llevaremos todo nuestro material, y los productores elegirán las canciones que les parezcan mejor. Yo llevé el master original del disco que grabamos aquí, y les gustó mucho la música, pero no el sonido. De ahí que nos pidieran que grabáramos un disco allá, con el sonido que quieren los españoles. A los productores les gusto la imagen y la propuesta de Merlín. En realidad se asombraron de que en la Argentina hubiera un grupo así«, decía a su regreso Gustavo en una nota para la Revista Pelo.

Disolución

Pero un año después de aquel primer encuentro entre Alejandro y Gustavo, Merlín ya no existía más. El grupo nunca pudo consolidarse como tal y eso llevó a que las marcadas diferencias conceptuales de ambos líderes se acentuaran.

Revista Pelo de Septiembre de 1980 con las declaraciones de Gustavo

El primero que hablo fue Gustavo: «El motivo de la muerte de Merlín es que a mí no me gustaba trabajar en dúo. Yo quiero trabajar en conjunto, es decir, que todos aporten. El tocar en dúo y contratar músicos acompañantes no permite que esos músicos —que en el caso de Merlín eran excelentes— puedan poner toda su polenta en el grupo, porque sentían que estaban trabajando para nosotros. El hecho de que en la tapa del disco hubiera una foto de Alejandro y yo, y de que la imagen de Merlín fuera la de un dúo, provocaba roces constantes, como por ejemplo, que faltaran a los ensayos a pesar de que cobraban su dinero aparte«.

Y fue duro en lo que respecta a lo que significaba trabajar con Alejandro como músico: «Ahora quiero trabajar en conjunto. Antes, por un problema de estilo, se daba que los temas de Alejandro y los míos eran completamente distintos, y que teníamos que arreglarlos de manera que sonaran en la misma onda. Eso me limitaba, porque yo tenía que componer con una idea clara de lo que Alejandro podía hacer, y de lo que él podía aportar a la canción. También había un problema de técnica e interpretación. Yo sabía que tenía que componer en un estilo simple, porque le tenía que pasar los temas a Alejandro, y ahí perdíamos un montón de tiempo. En realidad, yo ya estaba cansado del dúo«.

Alejandro, poco después, dio su versión: «La gente puede pensar que Merlín era un dúo, pero no fue así. Merlín fue un grupo«.

Hoy en día, reflexivo con el paso de los años, Gustavo nos cuenta: «Alejandro era un maravilloso y talentosísimo artista, cantante y compositor que se entregó en cuerpo y alma a la tarea de participar en un proyecto que nos entusiasmaba y divertía enormemente…. Un sonido y propuesta musical que integrara arreglos sinfónicos, rock progresivo, apuntes de New Wave, tecnología punta y melodías dulces con la increíble sutileza, fuerza y expresividad de su voz. El trabajó muy duro para adaptarse a un sonido que era completamente nuevo para él y lo consiguió con creces, superando sus propias expectativas. Alejandro y yo congeniábamos en casi todos los aspectos de la vida y lo pasamos genial escribiendo canciones así como en ensayos, grabaciones, shows en directo, juergas, salidas nocturnas y demás excentricidades. En mi opinión no existió ninguna diferencia que dificultara nuestra propuesta. En todo caso era yo quien no estaba a la altura de Alejandro«.

Respecto al tema de la juerga, el autor de esta nota recuerda una vieja entrevista donde Gustavo hacía mención a dos características de Alejandro en esos tiempos: su magnetismo con las mujeres y su imprudencia al volante, manejando siempre al límite.

Y después…

Una vez terminada la experiencia de Merlín, los ex integrantes se zambulleron en sus propios proyectos.

Gustavo conforma una banda llamada «Patricio y los negativos«, que en noviembre de ese mismo año se presenta en el «teatro del Siglo»: Montesano estaba acompañado por Carlos Bogao en bajo y Tony Mazza en batería. Poco después, viajaría a España donde marcaría su huella como músico (con el exitosísimo Olé Olé) y productor (Héroes del Silencio, entre tantos).

Alejandro bucea entre varias cosas que nunca termina de resolver. Tiene una obra musical llamada «Federico siete vidas» a la que busca terminar de darle forma junto a Villacé. También un proyecto solista con canciones que agrupa bajo el concepto de «Canciones para Grifana» (que era el nombre de la hija de un amigo). Y también escribe un libro (nunca publicado) que se llamaría «En el hospicio» y se centra en su relación con su fallecido amigo Luis (en quien se basa ese tema de Pastoral, así como Atrapados en el Cielo y Aquí Luis). Finalmente su camino desembocó en un reencuentro con Miguel Ángel Erausquin y la reunión de Pastoral.

Gustavo Donés terminará siendo parte del Regreso de «los pastores» en 1982 y, a partir del segundo disco de la banda, será el bajista de Suéter, donde ya estaba su compañero de Merlín Daniel Colombres.