Juga Di Prima deslumbra con una originalísima canción que invoca al genio cubano tras un alarde de ilusorio optimismo que se apaga sin remedio. Vale la pena escucharla.
Por Carolina Príncipe para Noticias La Insuperable

A este mundillo hoy en día tan sumido en el culto a la efectividad ─que, sin cesar y en espiral ascendente, aviva el reinado de Carlsen─, el cálculo de centésimas a sumar o restar en el rating ELO de tal o cual gran maestro y la obsesión de los organizadores corporativos de torneos por brindar imágenes de sobria respetabilidad que edulcoran la más feroz intolerancia a lo diverso, en fin, a este ajedrez moderno que supimos anclar a la vera de la rusticidad le faltaba, no cabe duda, al menos una pizca de lirismo. Nada mejor que la nueva canción de Juga Di Prima para oxigenar artísticamente atmósfera tan monocorde.
La bella voz de la cantautora chilena no es sorpresa para los argentinos: la disfrutamos oportunamente en Buenos Aires rindiendo homenaje a Edith Piaf (Juga di Piaf). Lo que tal vez sí ignorábamos era que ella también cultivaba otro arte: el ajedrecístico.

Esta pluralidad confluyó en Oh Capablanca, una canción que cautiva por derecho musical propio, más allá de su letra ─que por el carácter de esta columna interesa profundizar─, poéticamente ligada a la experiencia sobre el tablero escaqueado.
Todos aquellos que alguna vez experimentaron los espejismos de la ilusoria superioridad en una partida tendrán, eso sí, un plus al poder disfrutar las connotaciones cercanas a la dialéctica de apariencia y realidad con la que casi cualquier jugador ha tenido que lidiar en la competencia, con el reloj en marcha y la incomprensible pero enervante invulnerabilidad del monarca contrario en el horizonte.
«Oh Capablanca describe mi viaje emocional durante una retorcida partida de ajedrez, en que padecí por exceso de optimismo. Justo después de la partida escribí esta canción para aliviar mi dolor por perder una posición ‘ganada’, que luego al analizarla descubrí ¡que no era así en lo absoluto!”, confió Juga a Chess24.
Sin detrimento de la armonía unitaria de la canción de Juga, la historia que inspira los versos de la composición podría glosarse en castellano ─con necesarias referencias al texto original inglés─ para resaltar ciertas agudezas. El punto de vista ─yo lírico sería lo más exacto─ es el de la jugadora que lleva las piezas blancas ante un contendiente mejor rankeado. Él elige la defensa Caro Kann, un modelo de solidez que si por alguna imprecisión hiciera agua podría conducir a la derrota más afrentosa: “He played Karo Cann / his rating was higher”.
Tras el movimiento número 17 ella presume que domina el flanco de rey y que allí sus piezas son potencialmente letales: “my rook was a knife / and my almighty queen a beast on h6 / my bishop was gold / his bishop was small”. A partir de esta impresión de superioridad comienza el padecimiento, entre suposiciones, realismo competitivo y dudas: ¿no tuvo el tiempo suficiente para pensar y rematar la partida?, ¿la experiencia de su rival neutralizó sus aspiraciones a la justa victoria? “with no time pressure i’d / crush him once and for all”.

La primera invocación a Capablanca marca el quiebre, el inicio del camino hacia el fin de una ilusión estratégica signada por el exceso de optimismo: puede haber habido un yerro en el análisis, puede no haber existido tal hegemonía blanca. “wishful eyes deceive me”. El espíritu de José Raúl pervive en ella al firmar, incluso, la derrota: el hincapié hecho en el esfuerzo por la cortesía en la adversidad no suena casual.
Como sucedía en muchas de las partidas del genio cubano, las sutilezas cobran fuerza hacia el final del juego, en este caso de la canción. La epifanía llega con un magistral toque vanguardista: el “juicio” de Stockfish, el potente motor de análisis computacional: no existía superioridad cierta de las blancas («now, according to stocfish / i got it all wrong / after slightly advantage / i had nothing»).
El contraste entre la hipermodernidad que simboliza Stockfish y la tradición ajedrecística se materializan con la inmediata paráfrasis ─”but my dear Capablanca you tell my we learn more from hour defeats”─ del aforismo de Capablanca: «De pocas partidas he aprendido tanto como de la mayoría de mis derrotas», frase que con tendenciosos retoques la pandemia de idólatras del emprendedorismo ha llevado al territorio del lugar común más engañoso.
El remate, en los versos últimos, tiene el sabor agridulce de la fusión entre la ironía y la pregunta retórica: ¿quién necesita victorias, verdad? (“who needs victories, right? Oh Capablanca.”).
Al margen, pero tal vez en sintonía con la intuición de Juga, habría que destacar que los contemporáneos son momentos ideales para volver la mirada hacia el estilo de Capablanca en todos sus aspectos, no solamente en los de efectividad, bajo nivel de errores y tendencia a lo posicional. Ya son legión los analistas expertos que lo ven renacer basándose nada más que en eso, sin considerar su estilo elegante, la armonía sintáctica en la geografía de sus partidas, el garbo de su juego y todos los beneficios que generó su impronta personal fuera del tablero en favor del ajedrez.

Pero, bueno, el capablanquismo para forzar elogios e hipótesis es materia que nos llevaría a otras comarcas. Lo cierto ahora es que la composición de Juga lo rescata en el marco artístico nacido de un fecundo cruce de experiencias vitales enlazadas con la creatividad de ámbitos diversos. Puede que este sea un primer paso para dejar atrás clisés, lugares comunes insípidos e, incluso, disparates con aspiraciones de metáfora que han castigado con la fuerza de lo inverosímil la presencia del ajedrez en la literatura y el arte.
El destino de la canción parece no ser otro que el de sonar allí donde se dispute un torneo de envergadura. Seguramente Chuky Ivanchuk, Levon Aronian y algunos otros cultores de la sonrisa agradecerán este bálsamo abriéndose paso entre tanto gesto adusto e irascibilidad de egos disparada por imprevistas derrotas. La mayor ilusión es que no se trate de sonoras margaritas sobrevolando el muladar amargo. En este punto sí habrá que apostar al exceso de optimismo.

Bonus Juga di Capa

Oh Capablanca
He played Karo Cann
his rating was higher
but from move 17
the kingside was mine
took my chances fast
my rook was a knife
and my almighty queen
a beast on h6
my bishop was gold
his bishop was small
with no time pressure i’d
crush him once and for all
i gave up my good knight
but that don’t mean the thing
he has more experience
but i won’t lose again
oh my dear Capablanca
wishful eyes deceive me
overoptimistic
got nowhere to go
shook his hand
signed the scores
politely as i could
i can’t analyse
can’t look in his eyes
a lonely hotel room
i cried my despair
did i allow any counterplay?
his pieces were dead
i gave up good knight
but that don’t mean a thing
he has more experience
but i won’t lose again
oh my dear Capablanca
where did my attak go?
i was clearly winning
2 minutes ago
2 minutes ago
2 minutes ago
now, according to stocfish
i got it all wrong
after slightly advantage
i had nothing
but my dear Capablanca
you tell my
we learn more from hour defeats
who needs victories, right?
Oh Capablanca.



Así pues, Capablanca
no está en su trono, sino que anda,
camina, ejerce su gobierno
en las calles del mundo.
Bien está que nos lleve
de Noruega a Zanzíbar,
de Cáncer a la Nieve.
Va en un caballo blanco,
caracoleando
sobre puentes y ríos
junto a torres y alfiles,
el sombrero en la mano
(para las damas)
la sonrisa en el aire
(para los caballeros)
y su caballo blanco
sacando chispas puras
del empedrado…
Nicolás Guillén

Nota de CP – NLI
¡Mil gracias, Juga, por tu cálido comentario!
Disfruté tu canción y ahora me reconfortan tus palabras.
Con cariño, Carolina

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