Un artista de virtudes dueño de una imagen única e irrepetible
Por Carlos Alberto Resurgian para Noticias La Insuperable

Ya con 70 años a cuestas, Raúl Porchetto nació en Mercedes, provincia de Buenos Aires, un 15 de noviembre de 1949, y a pesar de haber pisado los más grandes escenarios, de haberlos compartido con los más grandes músicos, de haber vendido discos (y muchos), siempre estuvo acompañado por esa simpleza y mística semblanza cuasi pueblerina que le dio la virtud reflejada en la certeza de su palabra y de su obra.
Más de 20 díscos editados, desde el mítico «Cristo-Rock» de 1972, donde a sus canciones “enumeradas” fueron acompañadas por los músicos de “La Pesada” como Billy Bond, Claudio Gabis, Alejandro Medina, Kubero Díaz, Jorge Pinchevsky, Oscar Moro y hasta un joven y aún desconocido Charly García en el piano, que en ese entonces le daba la forma a “Vida” junto a otro desconocido Nito Mestre. Con la estructura de una ópera-rock, se desgranaban composiciones que giraban en torno a la figura de un Jesús contemporáneo.
Casi simultáneamente, en 1976 sobrevendrán su segundo disco “Porchetto” (con la mágica y estremecedora “Sentado en el umbral de Dios”), y esa experiencia cuasi “viaje de egresados” que significó PorSuiGieco, junto a los mencionados (ya ex) Sui Generis, León Gieco y María Rosa Yorio.
En estos 70 asoma una de las grandes virtudes del mercedino, su condición casi natural de caza talentos. Su aura lo llevó a estar rodeado de grandes músicos que hacía sus primeros acordes a su lado. En los ya mencionados LP y en los que completarán la década (“Chico Cósmico”, “Volando en Vida” y “Mundo”), lo acompañaran jóvenes de la talla de Pedro Aznar, Lito Epumer, Alejandro Lerner y Gustavo Bazterrica (al que Charly, virtualmente, se lo robó del escenario para llevárselo a “La Máquina”).
Los 80 serán los años de Raúl. Los inaugura con dos discazos: “Metegol” y “Televisión”, siendo acompañado por tres músicos que luego recorrerían el mundo como banda: Willy Iturri, Pablo Guyot y Alfredo Toth.
Luego vendrá 1982, en la debacle de la Dictadura sumergida en pleno conflicto malvienense, “Che Pibe”, con la irónica e icónica “Che Pibe, vení votá” a dúo con León Gieco, un cachetazo a los mensajes de la derecha hacia “la juventud”, buscando ser utilizada: “para guerra o elecciones, pibe no nos abandones”.
Y casi enseguida “Reina Madre”, que llegó al doble platino.
Estos álbumes sintetizan el mensaje de la poesía de Raúl Porchetto, una reivindicación de la paz y la juventud en épocas de confusión donde solo un puñado de artistas tomaron la música como trinchera. Y Raúl, como pocos, lo supo ver. En plena furor malvinense, cuando la oscuridad contaminaba a las cabezas de los argentinos, a quien quisiera escucharlo le pedía «Algo de Paz».
Luego llegará la masividad con una trilogía que lo catapulta al tope de los más vendidos: “El mundo puede mejorar” (1984), “Noche y Día” (1986) y “Barrios Bajos” (1987).
Su carrera discográfica continúa hasta hoy en día. También abordando nuevas experiencias musicales, como lo fue “Madre de Dios”, una obra sinfónico–coral en cinco movimientos escritos por Porchetto a la manera clásica, sobre los textos evangélicos, que se presentó en el Estadio Obras con las voces a cargo del propio Porchetto, Jairo, Guillermo Guido, el coro Kennedy y Ángel Mahler. Hasta hoy (nuca se sabe si nos volverá a sorprender) su último álbum registrado a la fecha, fue un clásico de su estilo, «Sombras en el cielo«, de 2018.
Con ventas o sin ventas, Raúl siempre hizo lo que su corazón le dictó. Como cuando en medio de su auge ochentístico «metió» en medio de un disco una canción dedicada a la Virgen María. Porque en toda su carrera, abajo o en la cúspide, nunca se traicionó a sí mismo.
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